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La primavera árabe se marchita en las urnas
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UN ISLAMISTA Y EL ÚLTIMO PRIMER MINISTRO DE MUBARAK SE DISPUTARÁN LA PRESIDENCIA DE EGIPTO

La primavera árabe se marchita en las urnas

Foto: La primavera árabe se marchita en las urnas
La primavera árabe se marchita en las urnas

Hace ya muchas semanas que la plaza Tahrir dejó de brillar. En el corazón de la capital egipcia ya no hay hueco para las ilusiones de miles de jóvenes y bajo sus adoquines sólo han logrado encontrar la sangre de decenas de ellos en los últimos meses. La revolución se ha ido apagando desde aquella primavera que llegó en enero. Pero ayer vivió quizá su trago más amargo. Los egipcios decidieron en las urnas que el hombre que sucederá al presidente que derrotaron en las calles será un mediocre dirigente de los Hermanos Musulmanes o un militar retirado al que Mubarak puso al frente del Gobierno en los estertores de su mandato.

Apenas un puñado de votos separan a Mohamed Morsi, el candidato de la Hermandad, de Ahmed Shafiq, el aspirante más vinculado al antiguo régimen. Ninguno de ellos logró conseguir la mayoría absoluta, por lo que ahora deben enfrentarse en una segunda vuelta. Según el periódico semioficial Al Ahram, el portavoz de la campaña de Shafiq manifestó al conocer los resultados que “la revolución ha concluido”.

El designio de la mayoría de los egipcios coincidió con un chorreo de lamentos en las redes sociales. Una gran cantidad de activistas, que mantienen la acción en Twitter y Facebook, se preguntó cómo es posible que estos dos candidatos hereden el fruto de la revolución. “Que Shafiq y Morsi pasen a la segunda vuelta demuestra lo que ya sabíamos, que los revolucionarios permanecemos en nuestra gran burbuja”, fue la reflexión del bloguero conocido como Gran Faraón.

La decepción se consumó a última hora, ya que durante toda la tarde hubo un atisbo de esperanza para los jóvenes revolucionarios. El candidato nasserista Hamdin Sabahi se había colado por sorpresa en el cartel de los favoritos y a punto estuvo de alcanzar el pase a la segunda vuelta. El aspirante laico de tendencia nacionalista y pasado sindical representaba la última utopía para este sector de Tahrir. Pero finalmente el último hombre fuerte que utilizó el dictador para intentar disuadir a la entonces imparable plaza se alzó con el segundo puesto.

El afamado directivo de Google que abandonó su puesto para unirse a la revolución, Wael Ghonim, aseguró que si los egipcios no hubieran dividido sus votos, hubieran derrotado al pasado. El candidato al que había mostrado su apoyo, el antiguo compañero de sindicato de Sabahi y ex miembro de los Hermanos Musulmanes, el islamista Abdel Moneim Abul Futuh, obtuvo la cuarta posición. Por detrás, apareció Amro Musa, el hombre de Estado que prometía devolver el orden a un país en crisis, que sin embargo, pareció decantarse por una opción más dura.

El lento ocaso de la revolución

Apenas un mes después de haber acabado con el dictador, los egipcios aprobaron en referéndum una ligera reforma de la Constitución vigente, bajo el amparo de la Junta Militar, que ya tutelaba la transición. Los revolucionarios llamaron entonces al boicot, al considerar que se la ruptura debía ser total. Pero en ese momento, las urnas comenzaron a darles la espalda. Durante meses, ningún movimiento sólido fue capaz de organizarse políticamente y la arrolladora victoria de los movimientos islamistas en las elecciones parlamentarias no obtuvo réplica.

El Ejército y los Hermanos Musulmanes han mantenido una ya de por sí difícil cohabitación a la que no han dejado unirse a nadie más. La estrella de Tahrir, el Nobel de la Paz y ex director del Organismo Internacional de la Energía Atómica, Mohamed El Baradei, fue perdiendo brío y en enero de este año finalmente decidió retirar su anunciada candidatura a la presidencia. Los revolucionarios se quedaron sin un guía político y las divisiones cada vez fueron quedando más patentes.

Mientras un sector seguía reclamando no participar en unas elecciones supervisadas por los militares, otros confiaban sin demasiadas expectativas su voto a Sabahi. El aspirante izquierdista obtuvo a la postre más votos de los esperados y quizá se vio perjudicado porque la percepción de un voto útil llevó a una parte de su potencial electorado a decantarse por otros candidatos que hicieran frente al conservadurismo de los Hermanos Musulmanes y al regreso al pasado que representa Shafiq.

El escaso carisma de Mohamed Morsi, la inacción política de la Hermandad al frente del Parlamento y sus constantes cambios de rumbo, que llevaron a la cofradía a rectificar su intención inicial de mantenerse al margen de los comicios presidenciales, hacían presagiar una caída del movimiento islamista en las urnas. Sólo el mayor abanico de opciones ha provocado una ligera caída de sus apoyos, que ni siquiera ha sido suficiente para apear al partido del primer puesto en las elecciones. Anoche los Hermanos volvieron a apelar al “espíritu del 25 de enero”, ante el dolor de los activistas que realmente estuvieron en Tahrir desde aquel primer día de protestas y represión. Los islamistas pidieron al resto de fuerzas políticas que se unan a la candidatura de Morsi para derrotar de una vez por todas a Mubarak. Egipto afronta dividida la elección entre el cambio que sólo consiguen ofrecer los islamistas y la siempre peligrosa vuelta a un régimen que ya fue derrotado.