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Los perros ya viajan en metro por Madrid ante el temor a los "dueños guarros"
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BARCELONA abrió la veda EN 2014

Los perros ya viajan en metro por Madrid ante el temor a los "dueños guarros"

Muy pocas mascotas se dejan ver en el primer día de entrada en vigor de la medida, que obliga a losanimales a viajar con bozal, en el último vagón y nunca en hora punta

Madrid se divide en las últimas horas entre los que celebran casi con champán que los perros ya puedan viajar en metro y los que temen que los andenes, en cosa de pocas semanas, se conviertan en una pocilga. La puesta en marcha de la iniciativa, anunciada ayer por todo lo alto por la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, y por el presidente de la protectora de animales El Refugio, Nacho Paunero, ha generado intensos debates en redes sociales. El foco de la polémica no se centra tanto en el derecho de los perros a viajar en metro, cuestión que obtiene un apoyo mayoritario, sino en el civismo de los dueños: si en ciertas calles de la capital hay que ir literalmente saltando excrementos, ¿qué no puede ocurrir en el metro?

La polémica sobre el acceso de los perros al metro no se centra tanto en el derecho de los animales sino en el poco civismo de muchos dueños

De momento, la controversia no va más allá del plano teórico, porque apenas un puñado de perros han bajado a los andenes en estas primeras horas. Un acceso de timidez por parte de los dueños que ha evitado los primeros episodios incómodos. Sandra, una joven de 19 años, lo tiene clarísimo: “A mí los perros me dan pánico. Si los llevan con bozal, no pasa nada, pero ya te digo que como vea un perro en el vagón, yo ahí no me subo. Me espero al siguiente”. La medida contempla pocos requisitos pero muy claros: los perros tienen que viajar siempre en el último vagón, estar ataviados de bozal y correa corta y no bajar nunca en hora punta. Los dueños, a su vez, solo podrán ir acompañados de un animal.

“Me parece fantástico. En otras ciudades como Londres se puede entrar con perros y no hay ningún problema. Yo creo que la gente exagera con lo de los olores y los excrementos, aunque sí es verdad que en otros países de Europa, como en Inglaterra, hay más educación sobre esto. Supongo que la actitud de la gente aquí se podrá cambiar”, dice Jimena, estudiante de posgrado. “Habrá que tomar medidas higiénicas, porque todos sabemos que los perros ensucian bastante, pero eso es cosa de los dueños. Meter a tu animal en el metro acarrea una responsabilidad y eso la gente debe saberlo, pero también cada día tenemos que aguantar a gente que parece que no se lava porque huele muy mal. Así que la idea me parece excelente”, añade Edurne, estudiante universitaria.

Uno de los primeros perros en utilizar el metro ha sido un pequeño cocker, que al poco de las 9:30 subía casi con la lengua fuera unos cuantos tramos de escaleras. “El pobre está enfermo, lo acaban de operar y con esto de que no se pueden utilizar las escaleras mecánicas, no puede ni respirar”, se quejaba Rocío, su dueña. Sobre el debate de la salubridad, la mujer no tiene dudas: “No dejan suciedad ni nada. Antes de entrar al metro, ya se ocupa el dueño de que el perro haga sus necesidades en la calle”.

Los más escépticos, sin embargo, ya se temen más de un disgusto en cuanto pasen las primeras semanas. “Cuando vayan en un vagón con gente, todo bien. Pero ya me gustará a mí ver qué hace el dueño cuando a su perro, a las 11 de la noche y sin nadie en el vagón, le dé por orinar o hacer de vientre. A ver si lo recoge”, advierte Francisco, comerciante ya jubilado. “Lo mismo que ves en la calle puede pasar aquí. Estoy harto de ver gente que solo recoge la caca si los están viendo, y lo sé por experiencia de estar todo el día caminando y viendo lo que hacen. A mí me gustan los perros, me parece bien que viajen en metro, los que no me gustan son los dueños guarros”.

“Esto es como cuando prohibieron fumar, o como cuando se aprueban leyes que chocan socialmente. En pocos días, la gente se acostumbrará a ver perros en el metro y ya está”, sentencia Andrés, funcionario. Los partidarios de esta medida, además de defender el derecho de los animales a ser aceptados en el transporte público, ponen el ejemplo tan cercano de Barcelona, ciudad que acepta perros en el suburbano desde 2014 sin que eso haya generado mayor controversia.

Madrid se divide en las últimas horas entre los que celebran casi con champán que los perros ya puedan viajar en metro y los que temen que los andenes, en cosa de pocas semanas, se conviertan en una pocilga. La puesta en marcha de la iniciativa, anunciada ayer por todo lo alto por la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, y por el presidente de la protectora de animales El Refugio, Nacho Paunero, ha generado intensos debates en redes sociales. El foco de la polémica no se centra tanto en el derecho de los perros a viajar en metro, cuestión que obtiene un apoyo mayoritario, sino en el civismo de los dueños: si en ciertas calles de la capital hay que ir literalmente saltando excrementos, ¿qué no puede ocurrir en el metro?

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