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Menor, latinoamericano y yihadista: "Decapitar infieles es un acto de piedad"
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ADOLESCENTES CONDENADOS POR TERRORISMO ISLAMISTA

Menor, latinoamericano y yihadista: "Decapitar infieles es un acto de piedad"

El juzgado de menores de la AN condena a tres chicos de entre 14 y 17 años por terrorismo islamista. Son cuatro los jóvenes sentenciados por estos delitos en 2015 y la tendencia es creciente

Foto: Minarete de una mezquita española. (EFE)
Minarete de una mezquita española. (EFE)

Fue una conversión en tiempo récord. En menos de un año, Alberto, un joven de 17 años, hijo de inmigrantes procedentes de un país latinoamericano, pasó de no haber pisado una mezquita en su vida a transformarse en uno de los miembros más activos de una de las células yihadistas mejor organizadas y estructuradas de las desarticuladas en España los últimos meses. Llegó a señalar objetivos como una comisaría de policía, un centro comercial de Barcelona o un conocido hotel de esa ciudad para realizar un atentado. Y justificaba las decapitaciones del Estado Islámico. “Son un acto de piedad”, llegó a decir.

Los hermanos Yassin y Hassan, de 17 y 14 años, ensalzaron en sus perfiles de Facebook a los hermanos Said y Cherif Kouachy, autores de la muerte de 12 personas en la redacción de la revista Charlie Hebdo, y a Amedy Coulibaly, el terrorista del Estado Islámico que asesinó a tiros a cuatro personas en el supermercado Hyper Cacher, en la Porte de Vincennes de París, donde mantuvo secuestrada a la clientela hasta que la policía asaltó por la fuerza el local y lo mató. “Amedy Coulibaly, hiciste lo correcto, todos dicen que eres un terrorista, pero no lo eres”, escribieron en la red social.

Alberto, Yassin y Hassan son los tres últimos menores condenados en España por delitos relacionados con el terrorismo islamista, un fenómeno que, según los especialistas, está en franco crecimiento entre los más jóvenes. Al primero se le han impuesto tres años de internamiento en régimen cerrado y otros tres de libertad vigilada por integración en organización terrorista. Yassin y Hassan tendrán que realizar tareas socioeducativas durante diez meses al haber cometido enaltecimiento del terrorismo y menosprecio a las víctimas. Los tres llegaron a un pacto con el fiscal para reducir sus castigos gracias a su buena evolución. Los nombres con los que aparecen en este artículo son falsos para preservar su identidad.

La metamorfosis radical de Alberto comenzó en 2014, cuando residía con su madre en un municipio catalán. Este chico introvertido e inadaptado, víctima de fracaso escolar y con problemas de consumo de drogas, se agarró a la religión como cura para sus desencantos. El joven comenzó a frecuentar las mezquitas de su ciudad al conocer a su novia, ella sí musulmana de origen. Tras convertirse al Islam, en unos pocos meses, entró a formar parte de un grupo de una decena de fieles radicalizados. Su líder era un español, un converso, como él. La aspiración de todos ellos: convertirse en miembros del Estado Islámico.

El sumario del caso relata el ambiente asfixiante en el que los miembros de la célula adoctrinaron al muchacho: las continuas reuniones en mezquitas y casas en las que se leían textos radicales y se escuchaban himnos salafistas y cánticos de glorificación de esa organización terrorista. En algunos de esos encuentros se llegaron a proyectar vídeos de hasta 20 decapitaciones, según las investigaciones. En ese entorno, Alberto llegó a convertirse en uno de los miembros más activos de la célula. Una persona de la máxima confianza del jefe.

El Paraíso a cambio del martirio

Una de sus actividades principales era captar adeptos para la causa. Les hablaba de la necesidad de la yihad, trataba de convencerles de que irían al Paraíso si morían combatiendo por Alá y les entregaba material informático con vídeos y archivos justificando el terrorismo. Alberto hacía especial hincapié dentro del grupo en la necesidad de aproximarse a los jóvenes en la mezquita. Trató incluso de convencer de las bondades del yihadismo al hermano de 10 años de su novia.

Los tres yihadistas, finalmente, emprendieron su viaje, pero fueron detenidos en Bulgaria cuando trataban de entrar en Turquía para dar el salto a Siria

Su entrega era tal que también estuvo a punto de viajar a Siria junto con otros tres miembros del grupo. No lo hizo porque sus compañeros consideraron que desplazarse con un menor podría traerles problemas. Pero Alberto los escondió en su casa cuando estos sospecharon que la Policía les controlaba. Mientras permanecieron ocultos, el joven hacía labores de vigilancia y actuó como correo entre estos y el resto de miembros de la célula. Los tres yihadistas, finalmente, emprendieron su viaje, pero fueron detenidos en Bulgaria cuando trataban de entrar en Turquía para dar el salto a Siria.

Fue entonces cuando el grupo cambió de estrategia. Ante el acoso policial, el líder propuso cometer un atentado terrorista en Barcelona. Entre los objetivos barajados inicialmente se encontraban una librería judía, una sinagoga y algún negocio regentado por miembros de esa religión, y Alberto se ofreció voluntario para visitar esos locales e inspeccionar los dispositivos de seguridad con los que contaban.

Otros de los lugares en los que pensaron atentar fue una comisaría de los Mossos d’Esquadra, el Parlamento de Cataluña, el centro comercial Les Arenes, en la antigua plaza de toros, o el hotel Arts, en las torres Mapfre. El joven, junto con otros miembros de la célula, tomó fotos de todos esos edificios que luego encontraron los agentes durante los registros tras detener a todos sus integrantes.

Aprendiz perfecto para el islamismo radical

A lo largo del procedimiento penal se ha tratado de averiguar cómo un chaval latinoamericano sin vínculos previos con el islam pudo radicalizarse de esa forma. Según los informes de los psicólogos y trabajadores sociales, esa evolución tuvo mucho que ver con su falta de adaptación e integración social y educativa que lo condujo a la marginalidad. Antes de ser captado, Alberto había abandonado sus estudios tras un largo historial de fracaso escolar y también consumía drogas. Todo ello, unido al entorno islamista en el que se había introducido, lo convirtió en el aprendiz perfecto del yihadismo internacional.

Tras su detención e ingreso en un centro de menores, la evolución de Alberto ha sido “muy favorable”, tal y como, durante el juicio, puso de manifiesto el fiscal. “Ver cómo a pesar de que el Estado Islámico tiene un objetivo claro en el aleccionamiento de jóvenes, cuando alguno de estos menores ha podido salir de ese entorno de captación y puede desarrollar una actividad normalizada, es muy gratificante”, mantuvo el Ministerio Público, que aseguró que el internamiento en ese establecimiento social había “dado sus frutos”. Esa evolución, según el fiscal, podría conducir a modificar su sanción a final de curso para permitir que la cumpla en su entorno familiar.

Los hechos cometidos por Yassin y Hassan son de menor importancia. Además de las alabanzas al terrorista Coulibaly, los jóvenes colgaron un vídeo de la matanza del Charlie Hebdo con el comentario “Alá es grande”. “Que descansen en paz los hermanos Kouachi, espero que Dios les abra la puerta del paraíso”, escribieron en su muro de Facebook. Entre otras publicaciones en esa red social de los dos hermanos se encuentran frases como “los infieles deben ser sacrificados” o “que Dios dé la victoria a los muyahidines en Siria, Afganistán, Chechenia y Palestina”.

Progresiva desvinculación del yihadismo

Aparte de los de Alberto, Yassin y Hassan, el Juzgado Central de Menores de la Audiencia Nacional instruye otros dos casos más de terrorismo islamista. Uno de ellos es el de los dos hermanos gemelos de 16 años que fueron detenidos en Badalona junto a su madre el pasado marzo cuando ésta estaba a punto de enviarlos a Siria. El juez José Luis de Castro decretó en un principio como medida cautelar su internamiento en régimen cerrado por seis meses, aunque ahora ha sustituido esa medida por la libertad vigilada a petición del fiscal debido a su progresiva desvinculación del yihadismo.

Se trata de un caso similar al de otra chica de 14 años que fue detenida en Melilla en agosto de 2014 cuando presuntamente estaba a punto de emprender viaje hacia Irak tras una radicalización casi tan fulgurante como la de Alberto. El pasado abril, la joven aceptó una condena de dos años de internamiento en régimen cerrado por integración en organización terrorista por reclutar a otras chicas como concubinas para los soldados de la yihad. Tras meses en el centro de menores, el pasado 16 de noviembre tuvo que declarar de nuevo ante el juez. Solo dos días antes, el ISIS había atacado la sala Bataclán de París, causando decenas de muertos. La reintegración de niña había sido excepcional. Durante su comparecencia, pidió participar en el minuto de silencio que esa misma mañana se había organizado en memoria de las víctimas. De pie, junto al juez y el resto del personal del juzgado, participó en el homenaje.

Fue una conversión en tiempo récord. En menos de un año, Alberto, un joven de 17 años, hijo de inmigrantes procedentes de un país latinoamericano, pasó de no haber pisado una mezquita en su vida a transformarse en uno de los miembros más activos de una de las células yihadistas mejor organizadas y estructuradas de las desarticuladas en España los últimos meses. Llegó a señalar objetivos como una comisaría de policía, un centro comercial de Barcelona o un conocido hotel de esa ciudad para realizar un atentado. Y justificaba las decapitaciones del Estado Islámico. “Son un acto de piedad”, llegó a decir.

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