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El mito del 'padre coraje' se tambalea
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ACUSADO DE HABER INTERVENIDO EN UN TRIFULCA FAMILIAR

El mito del 'padre coraje' se tambalea

Aquel mes de marzo de 2008, cuando desde los aledaños del Puerto de Huelva se corrió la voz hasta llegar a El Torrejón, Juan José Cortés,

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El mito del 'padre coraje' se tambalea

Aquel mes de marzo de 2008, cuando desde los aledaños del Puerto de Huelva se corrió la voz hasta llegar a El Torrejón, Juan José Cortés, padre de la pequeña Mari Luz, ya hacía horas que sentía un pálpito especial. En efecto, 54 días después de haber desaparecido, el cuerpo de su hija era encontrado con visibles signos de descomposición en un estero. La noticia le llegó a Juan José con el mismo efecto que la onda expansiva de una explosión te empuja hacia el vacío. Bajó los brazos, abrió las manos y miró al cielo esperando una respuesta… Tres años después, en ese mismo lugar del mismo barrio de El Torrejón, Juan José era detenido por la Policía Nacional acusado de haber intervenido en una trifulca familiar en la que se sacaron escopetas.

La sorpresa mayor de quienes desde cualquier lugar de España miraban hace tres años la figura de Juan José Cortés estaba en su aparente sangre fría. Esa manera de aceptar la mayor desgracia que a un padre se le puede presentar sin estallar en la locura. Juan José sacaba cada día su silla para comparecer delante de su casa ante decenas de cámaras que después derramaban sus palabras, sus gestos y su imagen por todas las cadenas. Se fue convirtiendo en padre coraje, en “ciudadano Cortés”, y mientras seguía sacando su silla cada día para dar la cara sin romper el gesto, se incorporaron a su lado compañeros evangelistas de cuya iglesia es pastor, asesores de comunicación y toda una parafernalia que a punto estuvo de cambiarlo.

De Juan José Cortés, como si del palo mayor de un barco se tratase, cuelga la figura de su padre, Juan, colérico y violento en su pesar; la de su hermano Diego, siempre a punto de cualquier cosa; la tristeza espesa marcada en el rostro y la mirada de su esposa, Irene, que nunca olvidará aquella tarde de enero en la que dejó salir a la niña al kiosco de la plaza… Y el estigma de un barrio como El Torrejón, un contexto marginal de Huelva, en el que una familia gitana como los Cortés sobrevive junto a la droga y la delincuencia.

¡Que pasen a cuchillo al asesino!

En ese escenario, la figura de Juan José se ha elevado con frecuencia pidiendo calma a quienes querían justicia rápida y eficaz con el asesino de su hija; ha pronunciado palabras de comprensión cuando la gente esperaba que el culpable, Santiago del Valle, fuera pasado a cuchillo en la cárcel; cuando junto a él se comentaba que había quienes querían delinquir para entrar en prisión y ocuparse del asesino, cuando su mujer se desmayaba una y otra vez en las manifestaciones. Y sobre todo, cuando había quienes le recordaban que ser gitano es no pasar por la deshonra de un payo.

Para saber qué sostiene a Juan José hay que escuchar uno de sus sermones como pastor evangelista ya sea en la localidad sevillana de San Juan de Aznalfarache ya en Huelva, bien en directo o por las televisiones que lo emiten. ”El que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá”. La imagen de la pequeña Mari Luz revolotea como una paloma por el mensaje de su padre pastor, y hasta se podría decir que hay momentos en los que Juan José habla con su hija olvidándose de sus feligreses. A pesar de todo, hay un cómputo que dice que con sus palabras ha conseguido atraer a más de mil quinientos conversos a la Iglesia Evangélica de Filadelfia.

Religión, política, platós… un cóctel explosivo

Y es aquí precisamente donde está el principal misterio de la personalidad de este hombre convertido en icono de la lucha contra los asesinos pederastas. Su profunda creencia religiosa, su trayectoria como personaje de los platós de televisión y su relación con la política conforman un coctel demasiado explosivo como para que no haya quienes lo miren con sospecha.

Cuando Cortés entró en política, se lo disputaban socialistas y populares en Huelva mirando hacia una campaña electoral de las municipales en la que se esperaba una dura batalla por el sillón consistorial. Cortés abandonó el PSOE, en el que había militado, y tras un breve salto por UPyD, recaló en los aledaños del PP como asesor en materia de Justicia. Se dejó guiar por su instinto pensando que los populares podrían estar más cerca de su reivindicación de cadena perpetua para los pederastas asesinos.

El PP quiso aprovechar la fuerza de Juan José convirtiéndolo en asesor del Grupo Parlamentario para la reforma de la Ley del Menor. Cortés confiaba incluso en ir en la lista al Congreso o al Senado, después de haber visto frustrada su intención de formar parte de la candidatura a las municipales.

El mensaje del pastor

La forma de ser político de Juan José era similar a su manera de ser predicador. El discurso siguió siendo el mismo; el público, un magma abstracto al que llega con el gesto, la voz y el sentimiento más que con la palabra y el mensaje. Y así, la influencia del pastor gitano fue creciendo de plató en plató hasta que consiguió un programa en una televisión local en el que podría oficiar de telepredicador.

La relación del colectivo gitano con la iglesia Evangélica es cada vez más acentuada. Algunas religiones inicialmente minoritarias han penetrando en la sociedad marginal arrancando a gente del mundo de la droga, y el colectivo gitano, como muchos otros, no ha sido ajeno a esta lacra. Sin embargo, ser pastor de una iglesia supone tener poder, influencia y capacidad de movilizar a gente. Los políticos te bailan el agua cuando van por tu barrio, te abrazan y sonríen para que los vecinos vean que se identifican contigo como líder social de ese distrito; te eriges en interlocutor y a cambio puedes administrar tu influencia sobre el colectivo al que perteneces.

A Juan José hay quien le disputa su poder en su iglesia, incluso dentro de su órbita familiar, y hay quien le odia y le maldice porque entiende que el padre de Mari Luz utiliza su presencia en los platós y su capacidad mediática para aumentar su poder en el colectivo religioso al que pertenece. 

Bailan, gritan y maldicen sobre la tumba

La religión y la política son malas compañeras, pero sobre todo, cuando el referente obligado es la muerte de un ser querido sobre cuya tumba unos bailan, otros gritan y algunos maldicen, aquel que sobre sus hombres lleva la mayor de las penas puede verse perdido en un remolino de sensaciones que lleguen a nublarle la razón. Juan José parecía estar harto de que le recordaran la ley gitana de la venganza por la deshonra de un payo, de ser coherente y de tener que llevar la cruz del ejemplo frente a los sospechas de una sociedad que aún tiene prejuicios con los gitanos, mira con desdén los suburbios donde no se atreven a entrar los taxistas, y envidian a los famosos que salen en pantalla sin preguntarse si son víctimas o verdugos.

La noche en que se llevaron a Juan José a los calabozos, el pastor gitano venía de oficiar de telepredicador en un programa de una televisión local.  Fue la primera emisión de un  espacio televisivo que le iba a permitir seguir envuelto en la vorágine de la imagen, un fenómeno que te puede convertir en héroe o villano en un instante. Juan José se vio envuelto en una trifulca familiar. Se sacaron escopetas y hubo disparos. Llegó la Policía y se lo llevó. Le acusaron de un presunto delito de agresión y amenazas a un familiar que resultó herido en el suceso.

Cuando Juan José compareció de nuevo tras el último suceso, en aquel mismo lugar en el que solía hacerlo mientras se buscaba a su hija desaparecida, apareció como político que hace autocampaña. Sorprendió a quienes esperaban una respuesta humana ante un hecho inexplicable, y no permitió preguntas excepto un aparte previo con una cadena de televisión en la que solía frecuentar platós viscerales.

A partir de ahora, millones de personas pondrán en cuarentena el mito del padre coraje, la imagen del luchador que pide la justicia que le negó el error de la Administración judicial que había dejado libre el asesino de su hija. Lo pasarán por el tamiz de la política y los partidos podrán despellejarlo por haberse metido en un territorio prohibido para gente no experta en la liturgia del poder. Así puede ser, si así parece. Habrá que estar atentos a los platós. Todo apunta a que se inicia un nuevo capítulo de la desgraciada historia que empezó en enero de 2008 con la desaparición de la pequeña Mari Luz, cuyo recuerdo sigue volando permanentemente por un mundo en el que se concitan todas las miserias.

Aquel mes de marzo de 2008, cuando desde los aledaños del Puerto de Huelva se corrió la voz hasta llegar a El Torrejón, Juan José Cortés, padre de la pequeña Mari Luz, ya hacía horas que sentía un pálpito especial. En efecto, 54 días después de haber desaparecido, el cuerpo de su hija era encontrado con visibles signos de descomposición en un estero. La noticia le llegó a Juan José con el mismo efecto que la onda expansiva de una explosión te empuja hacia el vacío. Bajó los brazos, abrió las manos y miró al cielo esperando una respuesta… Tres años después, en ese mismo lugar del mismo barrio de El Torrejón, Juan José era detenido por la Policía Nacional acusado de haber intervenido en una trifulca familiar en la que se sacaron escopetas.