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Cuando lo bueno es malo: los bancos centrales se enredan en su propio laberinto monetario
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LA DIFÍCIL RETIRADA DE LOS ESTÍMULOS

Cuando lo bueno es malo: los bancos centrales se enredan en su propio laberinto monetario

Los bancos centrales tienen un problema. El primero en comprobarlo ha sido el más madrugador a la hora de aplicar los estímulos menos convencionales contra la

Los bancos centrales tienen un problema. El primero en comprobarlo ha sido el más madrugador a la hora de aplicar los estímulos menos convencionales contra la crisis: la Reserva Federal (Fed) estadounidense. Su simple alusión a que comenzará a reducir la impresión de dólares “a finales de 2013” ha bastado para agitar los cimientos financieros del mundo. Y eso ya evidencia que algo falla, al tiempo que anticipa que los señores del dinero no tendrán nada fácil salir del laberinto monetario que ellos mismos han creado.

En el fondo, esa dificultad emana de sus asimétricos poderes. Porque los bancos centrales son muy efectivos cuando se trata de enfriar la economía y la inflación –subir los tipos de interés genera efectos inmediatos-, pero no tienen tanto éxito cuando se trata de impulsar el crecimiento porque, en ese caso, su influencia es mucho más limitada. No tienen seguro que unos tipos de más bajos se traduzcan en más crédito y más barato –esa decisión corresponde a las entidades financieras- ni que el dinero que inyectan se canalice hacia la economía real y fluya por ella –puede quedarse en el circuito cerrado de los mercados financieros-.

Una mala reacción a un buen síntoma 

Esta realidad conduce a otra. Como no tienen el resultado asegurado, en los últimos años tanto la Fed como el Banco de Japón, el Banco de Inglaterra o el propio Banco Central Europeo (BCE) han ido más lejos que nunca a la hora de activar iniciativas monetarias contra la crisis para ver si así conseguían su propósito. Y para incrementar el potencial de esas medidas, no sólo las han acompañado con volumen -la Fed, por ejemplo, ha inyectado ya 3 billones de dólares mediante el QE1, QE2 y QE3-, sino con el compromiso de que iban a permanecer mucho tiempo. "Tanto como sea necesario", ha sido el mensaje común. 

Esa política genera un efecto secundario que ayer quedó claro que puede volverse en su contra: el de alimentar las expectativas de que lo extraordinario -esas medidas heterodoxas contra la crisis- es lo normal. Y como es lo normal, pues las decisiones de inversión se supeditan a esos estímulos, algo que desemboca en un peligroso bucle: quedan tan ligados los estímulos y los mercados que los bancos centrales están maniatados a la hora de retirar los primeros por el temor al impacto en los segundos. Esta complicación crece cuanto mayor ha sido la medicina monetaria aplicada. Y como los experimentos de los bancos centrales en los últimos años no tienen parangón, ahora están enredados en un laberinto monetario sin precedentes

La madeja es tan real que propicia paradojas formidables. "Deberían ser buenas noticias, pero los inversores han vendido en masa tras los comentarios de Bernanke", constata Keith Wade, economista jefe de Schroders. Y tiene razón. Porque la retirada de los estímulos sugerida por el presidente de la Fed el miércoles representa un buen síntoma. Anticipa que el enfermo evoluciona favorablemente y se le puede aplicar menos medicina. Es decir, un diagnóstico que concuerda con el pronóstico de la Fed de que en 2014 la economía crecerá más -entre un 3 y 3,5%- y tendrá menos paro -entre un 6,5 y un 6,8%-. Y como la situación mejora, anticipa que lo excepcional -la actual estrategia- puede dar paso a una progresiva normalización -retirar los estímulos-. 

Pero como los bancos centrales han enganchado tanto a los inversores a su liquidez, estos interpretaron ese síntoma positivo como algo negativo. "Los inversores deberían haber incrementado su confianza en la recuperación, pero a corto plazo el foco se centrará en la retirada de la liquidez", ratifica Wade. "Si hay mejora económica, más de lo esperado, los mercados lo deberían haber premiado. Pero ha ocurrido todo lo contrario. En este punto caben dos consideraciones. La primera, que el mercado ya ha anticipado realmente la mejora; y la segunda, que los precios han dependido hasta el momento más del dinero que de la economía. Probablemente es más lo segundo que lo primero, sin que la primera opción pueda ser descartada de plano", desgrana José Luis Martínez Campuzano, estratega de Citi en España. 

Problemas a la vista

Como remate, el nerviosismo desatado ayer se produjo por una alusión a lo que Bernanke podría hacer en unos meses, no porque vaya a actuar ya o a frenar en seco la maquinaria de los estímulos. "Simplemente se dedicó a preparar al mercado para el cambio gradual en la política monetaria. Se detuvo en explicar los planes de la Fed para la transición de la política, con su objetivo de moderar las compras del QE3 este año, continuar disminuyéndolas el año que viene, hasta que cesen a mediados de 2014 en caso de que la economía evolucione como se espera", argumenta Miguel Paz, de Unicorp Patrimonio. 

Esta hipersensibilidad es la que anticipa que los bancos centrales no lo tendrán fácil para dar marcha atrás a los estímulos. Primero, precisamente por el impacto que puede tener en los mercados y por las dosis de desconfianza que sus caídas volverían a generar. Y segundo, por cómo retirarán las actuales medidas, teniendo en cuenta toda la deuda pública y privada que han adquirido en los últimos años. Nunca antes normalizar las condiciones monetarias ha supuesto un reto mayor. 

Los bancos centrales tienen un problema. El primero en comprobarlo ha sido el más madrugador a la hora de aplicar los estímulos menos convencionales contra la crisis: la Reserva Federal (Fed) estadounidense. Su simple alusión a que comenzará a reducir la impresión de dólares “a finales de 2013” ha bastado para agitar los cimientos financieros del mundo. Y eso ya evidencia que algo falla, al tiempo que anticipa que los señores del dinero no tendrán nada fácil salir del laberinto monetario que ellos mismos han creado.