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Alemania se aferra al 'tiqui-taca' pese al atasco sufrido ante el 'muro' polaco
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se estrelló ante una disciplinada defensa

Alemania se aferra al 'tiqui-taca' pese al atasco sufrido ante el 'muro' polaco

Joachim Löw se inspiró en el Barça de Guardiola y la Roja para volver a situar a Alemania en la cima de la pirámide. Y a ese estilo se aferra aunque no funcionó ante Polonia

Foto: Polonia edificó un muro alrededor de su guardameta que ningún jugador alemán pudo derribar (Reuters)
Polonia edificó un muro alrededor de su guardameta que ningún jugador alemán pudo derribar (Reuters)

Quién la ha visto y quién la ve. La dulce transición que ha llevado a Alemania de practicar un fútbol marcado por la potencia física y los contraataques fulgurantes a otro completamente en las antípodas, pausado, de toque y marcado por las altas dosis de talento técnico de sus actores estelares, empieza a descubrir el lado oscuro de una manera de sentir y vivir el juego que su seleccionador, Joachim Löw, fotocopió del Barça de Guardiola y de la Roja, ambas fuente de inspiración de un balompié, el teutón, que sólo ha necesitado ocho años de transformaciones radicales para volver a situarse en la cima de la pirámide.

Al igual que hizo Holanda con el equipo de Vicente del Bosque en Brasil, Polonia se encargó de bajar de su dorado pedestal a los vigentes campeones del mundo forzando algo más que un simple empate, el primero sin goles de esta Euro. Un resultado que, a todo esto, no se daba desde la edición del 2008, precisamente con el combinado del este como uno de los protagonistas (0-0 ante Rumanía). El planteamiento ultradefensivo urdido por Adam Nawalka hizo inútil de todo punto el control que Alemania ejerció sobre el cuero. El 63% de posesión de la Mannschaft y el 89% de acierto en el pase no se tradujo en una sola ocasión de peligro manifiesta sobre la portería de un Fabianski que apenas tuvo que emplearse de verdad ante un disparo de Ozil desde el borde del área, ya en la recta final del choque. Sorprende especialmente el hecho de que, a lo largo de los muchos minutos que Alemania acorraló y asedió a su rival, ni uno solo de sus internacionales se planteara probar fortuna desde la media o larga distancia, uno de los distintivos que caracterizaban antaño al balompié que desplegaban los nibelungos.

La errática noche de Milik

En el once de Löw sólo hay espacio para las paredes rápidas, las combinaciones en corto o los cambios de juego de ruptura. Y todo ello buscando casi siempre una rendija por dentro. Sólo Hector, el lateral zurdo, intentó sin demasiada fortuna generar situaciones de desequilibrio desde su costado. El otro, con el comodín Höwedes, rara vez asoma la nariz más allá del medio campo.

La figura del ‘falso 9’, que tanta gloria diera a Del Bosque hace cuatro años, tampoco está resultando como esperaba el seleccionador alemán. Para empezar, Götze no es Cesc. El media punta del Bayern es claramente un jugador de banda. Es su hábitat natural y sacarle de él supone desperdiciar su talento para el desborde. Del mismo modo, resulta difícil de entender su insistencia en colocar a Thomas Müller pegado a la derecha, cuando el sagaz atacante bávaro podría asumir ese rol de atacante mentiroso, que conoce y domina a la perfección, como ha demostrado en más de una ocasión a las órdenes de Guardiola, la medida de todas las cosas en lo que al ‘tiqui taca’ se refiere.

Polonia, en cambio, supo generar más situaciones de gol valiéndose de rápidas salidas a la contra, sin apenas tener la pelota en sus pies. De no ser por la errática noche de Milik, es muy probable que Alemania estuviera ahora mismo contra las cuerdas y viéndose obligada a batir en la última jornada del grupo a Irlanda del Norte para aspirar a la segunda plaza.

El último pase

Las críticas al juego desplegado por la Mannschaft no se hicieron esperar. A Löw y sus internacionales no les quedó más remedio que admitir al poco de acabar el choque con sus vecinos eslavos que esa interminable sucesión de pases y el altísimo porcentaje de posesión de balón no había servido para poner en apuros al disciplinado y aguerrido once polaco. “Nos ha costado crear ocasiones porque ellos defendían con veinte por detrás del balón. Queríamos ganar, hemos salido a por el partido, pero por desgracia no hemos encontrado las soluciones adecuadas. El empate fue una decepción grande que nos obliga a ganar a Irlanda del Norte para acabar primeros de grupo. Es claro que tendremos que mejorar en el juego ofensivo para poder llegar arriba con peligro”, apuntaba Mesut Ozil.

El madridista Kroos se expresó en términos muy similares a los de su ex compañero en las filas del conjunto de Concha Espina. “Nuestros centros no les han creado problemas. Hemos controlado bien el juego y en defensa hemos estado muy bien, pero en ataque tenemos que hacerlo mejor. Esperemos que esto cambie en el próximo partido”.

Löw reconoció igualmente esas dificultades para llegar a los dominios de Fabianski, aunque no consideró que fuera un problema de estilo. “Tenemos que mejorar en el último pase, encontrar soluciones para poder crear ocasiones claras. Nada más. Nuestro estilo es este y no lo vamos a cambiar por un resultado”, sentenció.

Quién la ha visto y quién la ve. La dulce transición que ha llevado a Alemania de practicar un fútbol marcado por la potencia física y los contraataques fulgurantes a otro completamente en las antípodas, pausado, de toque y marcado por las altas dosis de talento técnico de sus actores estelares, empieza a descubrir el lado oscuro de una manera de sentir y vivir el juego que su seleccionador, Joachim Löw, fotocopió del Barça de Guardiola y de la Roja, ambas fuente de inspiración de un balompié, el teutón, que sólo ha necesitado ocho años de transformaciones radicales para volver a situarse en la cima de la pirámide.

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