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Florentino quiso ser Santiago Bernabéu y ha terminado pareciéndose a Jesús Gil
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el fracaso de su madrid, una rÉplica de ese atleti

Florentino quiso ser Santiago Bernabéu y ha terminado pareciéndose a Jesús Gil

El presidente del Madrid emula a Gil: no confía en los profesionales, gasta dinero en fichajes sin pensar, no cuida a los históricos, hace del club un carrusel de entrenadores...

Foto: Fotomontaje: Enrique Villarino
Fotomontaje: Enrique Villarino

Despidió a su entrenador porque el equipo no estaba, según él, físicamente bien. Hizo todos los fichajes sin consultar a los expertos deportivos, incluido el de una estrella portuguesa. No encontró la solución para un banquillo que cambiaba cada temporada. El médico era un problema, pues los jugadores se lesionaban demasiado. La inversión en fichajes fue millonaria, todo un récord en el fútbol español. Jugadores históricos de la casa salieron tarifando por su mala relación con el presidente, quien acusó a la plantilla de falta de entrega. Mientras tanto, el eterno rival volaba y hasta establecía récords de partidos consecutivos sin perder.

No, no es Florentino Pérez, aunque todo lo relatado es fácilmente aplicable a lo que ocurre hoy en su Real Madrid. El análisis de este fracaso corresponde a Jesús Gil, presidente del Atlético de Madrid, y está desmenuzado en el diario 'ABC' del domingo 16 de octubre de 1988. El segundo proyecto Gil, llamado a comerse el mundo, había resultado un fracaso sin paliativos. Los motivos del fallo global, leídos hoy, suenan familiares. La diferencia es que el equipo no lleva rayas rojas en la camiseta...

Finales de los ochenta, Jesús Gil, un constructor -otra similitud más- de escasos escrúpulos en los negocios se hizo con la presidencia del Atlético. Llegaba al fútbol como empresario de cierto éxito y con la idea de darle la vuelta a la historia. El equipo estaba a la altura del Barcelona, aunque aún lejos del Real Madrid, dominador en España desde décadas antes. Como reclamo para abrir fuego a su proyecto fichó a Paulo Futre, que venía de ganar la Copa de Europa con el Oporto y de ser Balón de Plata en el 87. Era uno de los dominadores futbolísticos del continente y estaba llamado a pilotar la delantera rojiblanca. Florentino tiene un ramillete de Futres, pues la norma de la casa es fichar cada año un galáctico, sin mirar demasiado si cabe en la plantilla y dónde puede jugar. Cristiano es portugués y estrella indiscutida, como lo era Futre, aunque la lista aquí en el Madrid de Florentino es casi inacabable.

Los fichajes son cosa del presidente

Gil contrató para el banquillo a César Luis Menotti, pero tampoco se fio mucho del saber hacer del técnico argentino. Ser campeón del mundo con su país, y un referente futbolístico, no le dio siquiera para poder pedir jugadores de su agrado. “El primer error es que todos los fichajes fueron realizados por el presidente”, contaba el diario madrileño sobre la escasa planificación del club. En aquellos días, la figura del director deportivo no estaba muy extendida, pero era común que la última palabra fuese cosa del técnico. No en aquel Atlético, como tampoco lo es hoy en el Real Madrid.

Menotti no llegó a una temporada en el banquillo y fue despedido junto a su preparador físico. Gil, lenguaraz, le fulminó en la jornada 29 aduciendo que el equipo no trabajaba físicamente y el estado de los futbolistas era pésimo.

De nuevo gritan las similitudes, Carlo Ancelotti, que como Menotti era uno de los técnicos más estimados de su tiempo, salió en su segunda temporada como técnico. Para más inri, había ganado una Copa de Europa. Los portavoces mediáticos de Florentino salieron en tromba para decir que el equipo no trabajaba lo suficiente y estaba falto de energía. El presidente blanco es mucho más sibilino que Gil, pero en varias ocasiones ha hablado de “los meses de desgaste que vivió el equipo desde enero al final de temporada”, una manera como otra cualquiera de defenestrar a un entrenador con la preparación física como excusa.

Menotti fue el primero de una rueda casi imposible que llevó a Gil a convertirse en un devorador de técnicos. El presidente rojiblanco llamaba desde el Club Financiero y empezaba el desfile de entrenadores hasta convertir el banquillo atlético en una zona de alto riesgo. Florentino tampoco se ha encontrado nunca cómodo con los entrenadores. Le pasa algo similar a Gil, ve la figura del técnico como algo prescindible y cree que cualquiera, muy especialmente él mismo, podría sobresalir en esa función. En solo dos temporadas Gil encadenó a Menotti, Ufarte, Maguregui, Atkinson y Addison. Florentino es algo más paciente, pero ha demostrado sobradamente que para él los entrenadores son aves de paso. Y de paso corto.

En dos años, Jesús Gil se gastó 1.200 millones de pesetas, para la época una fortuna. Fueron muchos jugadores los que desfilaron por la plantilla rojiblanca, y no pocos salieron sin haber completado más de un año en el club. Salinas, por ejemplo, se fue con la misma velocidad con la que entró, y Alemao, clave en el Atlético, fue enviado al Nápoles a cambio de 350 millones porque estaba mayor, según el dirigente.

La relación de Gil con los buques insignia del club nunca fue sencilla, más bien al contrario. Nada más entrar en la casa despidió a Luis Aragonés, que ya por aquel entonces era el gran emblema del club del Manzanares. También expedientó en dos ocasiones a Arteche, hasta despedirle en el año 1989 cuando llevaba ya 11 temporadas en la plantilla. Le echó, además, con alevosía, después de abrirle dos expedientes y acusarle de deslealtad. Su marcha fue triste, se iba un histórico por la puerta de atrás. Como se fue Casillas del Madrid, que se despidió entre llantos, sin nadie a su alrededor y después de que los últimos pasos de su carrera blanca fuesen una concatenación de zancadillas. Florentino no salió a acusar al portero de deslealtad, pero para eso estaban sus altavoces mediáticos, repitiendo en bucle que se llevaba muy bien con los jugadores del Barcelona o que no estaba en forma.

El físico fallaba

La entrega era otro caballo de batalla para Gil. Acusó publicamente a los suyos de no dejarse la piel en el campo, de forma parecida a como los voceros de Florentino hoy señalan a futbolistas como Isco o James de dejarse ir.

El tema físico fue otro de los problemas de ese primer Gil, que terminó fulminando -él tenía tendencia a fulminar- al doctor Enrique Ibáñez, que por aquel entonces llevaba 20 años a cargo de los servicios médicos del club. El motivo que cuenta 'ABC' es este: “Se le culpó de no saber eliminar con rapidez algunas lesiones musculares y se dudó de su honestidad”. No parece que el doctor Olmo, bien guardado gracias a ser familiar de un directivo, corra riesgo de perder su empleo en un futuro cercano, pero si algún día eso sucede, bien podrá el Madrid culparle de “no saber eliminar con rapidez algunas lesiones musculares”.

La desdicha atlética de aquellos días se veía acrecentada por un factor muy doloroso para el club: el Madrid era imparable. El equipo estaba en plena Quinta del Buitre, las ligas blancas se encadenaban y en Europa eran candidatos siempre. Es más, el artículo del 'ABC' en el que se narra la peripecia del gilismo coincide con la mejor racha de imbatibilidad histórica del Madrid, esa de Beenhakker que ahora es historia por el empuje del Barcelona de Luis Enrique.

Florentino Pérez soñó con ser Santiago Bernabéu, convertirse en una figura legendaria para el Real Madrid. Puso todos sus esfuerzos en que así fuese y, durante un tiempo, llegó a convencer a muchos de que su paso por el club había supuesto la reinvención de una institución centenaria. Hoy, a la luz de los acontecimientos, su legado es más dudoso. Las comparaciones con Bernabéu, las que él querría tener, escasean. Involuntariamente, se ha terminado pareciendo a Jesús Gil.

Despidió a su entrenador porque el equipo no estaba, según él, físicamente bien. Hizo todos los fichajes sin consultar a los expertos deportivos, incluido el de una estrella portuguesa. No encontró la solución para un banquillo que cambiaba cada temporada. El médico era un problema, pues los jugadores se lesionaban demasiado. La inversión en fichajes fue millonaria, todo un récord en el fútbol español. Jugadores históricos de la casa salieron tarifando por su mala relación con el presidente, quien acusó a la plantilla de falta de entrega. Mientras tanto, el eterno rival volaba y hasta establecía récords de partidos consecutivos sin perder.

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