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El Frank de la Jungla del fútbol que quiere instaurar el 'cholismo' en Tailandia
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un entrenador español en bangkok

El Frank de la Jungla del fútbol que quiere instaurar el 'cholismo' en Tailandia

Una lesión le impidió ser jugador. Optó por los banquillos. A sus 26 años, Carlos Sánchez lleva año y medio en Bangkok dirigiendo a la cantera del Muangthon United

Foto: Carlos Sánchez posa junto a sus chicos después de un torneo. (Foto: Carlos Sánchez)
Carlos Sánchez posa junto a sus chicos después de un torneo. (Foto: Carlos Sánchez)

Carlos Sánchez (Madrid, 1988) era un diablo con el balón en los pies. En el patio del colegio, todos le recuerdan rompiendo cinturas y dejando sentados a los rivales con una habilidad pasmosa. Un canchero con percha de jugón a quien el fútbol, el deporte que siempre amó por encima de todas las cosas, le dio una bofetada en forma de rotura del ligamento cruzado anterior de la rodilla derecha. Una lesión que en 2005 le hizo rebajar sus ambiciones y aparcar de forma definitiva su carrera como jugador. Carlos sabía que su vida tenía que estar ligada a su pasión. Después de seis años en la Escuela del Atlético de Madrid, en mayo de 2013, con el título de entrenador nacional en la maleta, y ante la falta de miras dentro de nuestras fronteras, decidió embarcarse en una aventura apasionante. Un avión rumbo a Bangkok le abrió las puertas de un sueño: triunfar como entrenador a 12.000 kilómetros del madrileño barrio de Moratalaz que le vio nacer.

Tras el amargo trago que supuso la lesión, su entonces entrenador, Javier Canal López, le ofreció irse con él al Atlético de Madrid como ayudante. Javier es la persona encargada de despertar en Carlos una irrefrenable pasión por la pizarra. Juntos pasaron seis años en los que, además de la factoría rojiblanca, este madrileño de 26 años forma parte del staff técnico del Atlético de Madrid Feminas, el equipo femenino de la A.D. Gigantes, los juveniles de la A. D. Santa Eugenia y la C. P. Parla Escuela en Primera Regional Senior. En este tiempo, se licencia en INEF y se saca el título de Técnico Deportivo de grado superior en Fútbol en la RFEF. Es decir, se convierte en entrenador nacional de fútbol. En 2010 tiene lugar un hecho clave que marcará un punto de inflexión en su porvenir. El equipo del Manzanares firmaba un acuerdo con el equipo tailandés del Muangthong United. Un convenio que incluía la potenciación de la imagen de ambos clubes, la celebración de giras y partidos amistosos o la captación conjunta de patrocinadores.

Dos años más tarde, se ofrece a los entrenadores la posibilidad de viajar al país asiático para formar parte de la Academia del club. Carlos no lo duda. “En España es imposible llegar a ser entrenador profesional a no ser que seas ex jugador profesional. De ahí mi motivación por salir de España. Mi objetivo es ser entrenador profesional. Tengo claro que aquí en mi club voy a conseguirlo si trabajo duro en la base. Es un equipo que juega la Champions Asiática, y siempre pelea por ganar la liga”, reconoce en conversación telefónica con El Confidencial. Así las cosas, en mayo del año pasado se pone manos a la obra y se hace cargo del equipo sub-12 del Muangthong. Con esos mismos chavales pasa a la categoría sub-13 y el pasado mes de abril le llaman para ser entrenador del filial del primer equipo durante la segunda parte de la temporada, con quienes termina el año en sexta posición.

Pero al margen de su cameo en los mayores, su trabajo diario está con los niños. Carlos es un miembro destacado de una familia que trabaja con ahínco para pulir talentos que el día de mañana lleguen al primer equipo. Un conjunto reputado dentro del país tailandés que en el último lustro ha conseguido levantar la Thai Premier League en tres ocasiones (2009, 2010 y 2012). Los chicos, con edades comprendidas entre los 11 y los 13 años, viven en la residencia del club, ubicada en la ciudad deportiva. Con ellos pasa muchas horas y muchos ven en él a los padres que no pueden ver todos los días. “Esa convivencia diaria establece lazos afectivos muy fuertes por ambas partes. Si están enfermos, tienen libre, o necesitan de cualquier cosa somos mi segundo entrenador y yo quienes les cuidamos o atendemos”.

Además, Carlos complementa su actividad impartiendo clases en distintos centros educativos de la zona. “El club organiza estas clases y los entrenadores de la escuela, conmigo a la cabeza, organizamos entrenamientos que acerquen a los niños al mundo futbolístico. Se trata de una labor social muy enriquecedora”, confirma. Como no podía ser de otra manera, todos quieren ser como Messi o Cristiano. En el plano económico, todas estas actividades le permiten vivir sin apuros. “Tengo la suerte de vivir en una de las casas del club, muy europeizada. En el contrato que firmé me corresponde un sueldo, una casa y un coche, con lo que el club cubre las necesidades básicas. Tengo la gran suerte de que hasta día de hoy el club me trata especialmente bien”, señala.

España, lejos de momento

Carlos vive en Nonthaburi, localidad situada a unos 25 kilómetros del bullicioso centro de Bangkok. “Es un lugar muy tranquilo que cuenta con prácticamente todas las comodidases para tener una vida similar a la que tenía en España”, dice. Al tener coche propio evita el calvario que supone la deficitaria infraestructura de transporte público tailandesa. Lo que sí nos confirma es que Tailandia tiene se ha ganado a pulso el sobrenombre de ‘país de la sonrisa’. “Siempre sonríen. En el trato son gente que está dispuesta ayudar, no siempre pueden por las jerarquías, pero quieren evolucionar, sobre todo la gente joven. El budismo Theravāda que profesa el 95% de la población queda reflejado la forma de vida reflexiva y sosegada que llevan. No ven más problemas de los que hay y eso me gusta”, expresa. En materia de lenguaje, para comunicarse con la gente y los chavales usa el inglés, aunque poco a poco intenta aprender algo de tailandés, una lengua “complicada”.

Como no podía ser de otra manera, desde que se levanta hasta que se acuesta en la rutina de Carlos predomina el fútbol. Por las mañanas hace trabajo de oficina, una labor analítica donde, junto a su ayudante, trata de limar asperezas tácticas de los jugadores. Por la tarde, toca ponerse las botas y saltar al césped. “A las cuatro de la tarde empiezo a entrenar con el equipo sub-12, y a las cinco y media con el sub-13. Entreno todos los días de la semana y los fines de semana organizamos partidos amistosos. Termino mi día sobre las ocho de la tarde”, nos detalla.

Más allá de los terrenos de juego, la llegada de Carlos a Tailandia supuso un giro radical a su vida. Con tristeza, dejaba a sus familiares y amigos. Hay días grises en los que el sol se oculta detrás de las nubes. Es ahí cuando Carlos recuerda más a su gente. “Voy una vez al año a España, de momento, aunque mi familia me visita anualmente también Lo que más echo de menos son mis sobrinos. Si algo estoy pagando por trabajar fuera es perderme su niñez. Pero bueno, creo que mis hermanas, mis cuñados y mis padres hacen que tengan bastante presente a sus ‘tíos tailandeses’”, suelta con una sonrisa. Este Frank de la Jungla del fútbol quiere seguir dando guerra en la otra punta del globo. Entre sus planes no figura regresar a Madrid en una temporada larga. “Mi idea es estar fuera de España el mayor tiempo posible. Mis objetivos están en Tailandia ahora mismo”, insiste.

Y lo están porque España no le ofrece las garantías de victoria que se le dibujan en Tailandia. En este sentido, le preguntamos sobre cómo ha vivido toda la polémica surgida en nuestro país en torno Zinedine Zidane y su falta de cualificación para entrenar al Castilla en Segunda ‘B’. “Los ex jugadores de fútbol cuentan con las mejores oportunidades que ofrecen los clubes, no sólo a nivel profesional, sino también en el fútbol de base. Los entrenadores profesionales que no tenemos nombre y que estamos muy capacitados para ejercer nuestra profesión quedamos relegados a un segundo o tercer plano. El problema no es solo Zidane, el problema son todas aquellas personas que ejercen como entrenador sin la titulación requerida y que llevan muchos años desempeñando esas funciones. Al igual que nadie contrataría a un abogado sin su correspondiente título, nadie debería contratar entrenadores sin la titulación necesaria”, expone visiblemente indignado.

Afortunadamente en Bangkok no está solo. Su novia, el pilar básico donde se apoya diariamente, pudo pedir una excedencia en su trabajo y le acompañó en su periplo. Un hecho que permitió que fuera en la capital tailandesa y no en Madrid donde la pareja se enterara de que iban a ser padres. Sin duda, la mejor noticia de sus vidas: “Ser padre es la mejor noticia que te pueden dar. Me hacía muchísima ilusión poder formar una familia”. El año pasado, la futura mamá su pareja dio clases de inglés al hoy jugador del Almería, Teerasil Dangda. Sí, el jugador del Muangthong que a principios del 2013 estuvo a prueba en el Atlético en una maniobra con más de mediática que deportiva. Entrenó durante un par de semanas que quedaron en nada y regresó a Tailandia, donde es considerado toda un referente.

Una mina de oro por explotar

La liga tailandesa se encuentra a años luz del nivel de las grandes ligas europeas. En este sentido, uno de los cometidos de Carlos es ayudar a explotar las habilidades y los recursos a fin de promover un crecimiento y un desarrollo sostenible de cara al futuro. “Actualmente, el fútbol tailandés se asemeja al español hace 30 años. Mi objetivo es ayudarles y apoyar en su evolución para que ellos puedan disfrutar de ello en el futuro. Por otro lado quiero es hacer ver fuera de Tailandia que este país tiene a nivel técnico grandes jugadores que con un trabajo bien desarrollado en la base, podrían a llegar a competir al nivel de los mejores países asiáticos”, comenta. En el horizonte, la idea de llegar al primer equipo o emigrar a un país con más potencial como Corea del Sur o Japón para seguir trabajando sigue copando sus sueños. Unos sueños que le fueron denegados en nuestro país.

Todo con la filosofía y la forma de entender el fútbol española. “Creo que Pep Guardiola durante su etapa en el Barcelona y la Selección han abierto la puerta a todos los entrenadores españoles. Ganar seis títulos en una misma temporada o dos eurocopas y un mundial de forma consecutiva ha sido determinante para que yo esté aquí. La imagen del fútbol español ahora mismo en Tailandia es la de jugar muy bien al fútbol. Ganar mientras se cuida la estética y se hace disfrutar al aficionado. Es lo que buscan todos los equipos y entienden que eso es gracias a seguir un modelo de fútbol español”, opina con convicción. Pero claro, la camiseta tira. El rojo y el blanco están grabados a fuego en su corazón. “Soy cholista. Simeone tiene algo fundamental para mí, que es la pasión que desprende en cada partido. Eso no se enseña. Es básico que el entrenador sea un apasionado del trabajo de campo diario. Algo que dota de una motivación extra a los futbolistas. Y en eso el Cholo es el mejor. No tiene rival”, sentencia.

“¡Fútbol, pasión de multitudes!”, repetía nuestro admirado Andrés Montes con su cautivadora voz en sus legendarias retransmisiones futboleras con las cámaras de La Sexta como testigos de excepción. Y tenía razón. La pelota y la portería son el opio del pueblo. El mejor anestésico para evadirnos de la cruel e insufrible realidad que nos invade. Para muchas personas se trata del único momento capaz de dibujar en su rostro una sonrisa con la que iluminar sus alicaídos y sufridores corazones. Un deporte universal presente en todos los países y culturas de nuestro planeta.

En este contexto, Tailandia no iba a ser menos. El país asiático vive el deporte rey con auténtica pasión. Un entusiasmo donde la Premier va por delante de la Liga. “La conocen y les encanta el Real Madrid, el Barça y el Atlético de Madrid, pero la diferencia horaria hace que los partidos de la liga española se jueguen a las dos, tres, cuatro y cinco de la madrugada (hora tailandesa). Un hecho que hace imposible seguir los partidos en directo. Consumimos liga española cuando repiten los partidos. Aquí siguen la Premier League, porque hace diez años es lo único que llegaba a los hogares tailandeses y porque sus horarios pillan mejor”, detalla. Gracias a gente como Carlos, el país del Sudeste asiático seguirá forjándose unos atributos que le permitan competir de tú a tú con los mejores equipos del continente.

Carlos Sánchez (Madrid, 1988) era un diablo con el balón en los pies. En el patio del colegio, todos le recuerdan rompiendo cinturas y dejando sentados a los rivales con una habilidad pasmosa. Un canchero con percha de jugón a quien el fútbol, el deporte que siempre amó por encima de todas las cosas, le dio una bofetada en forma de rotura del ligamento cruzado anterior de la rodilla derecha. Una lesión que en 2005 le hizo rebajar sus ambiciones y aparcar de forma definitiva su carrera como jugador. Carlos sabía que su vida tenía que estar ligada a su pasión. Después de seis años en la Escuela del Atlético de Madrid, en mayo de 2013, con el título de entrenador nacional en la maleta, y ante la falta de miras dentro de nuestras fronteras, decidió embarcarse en una aventura apasionante. Un avión rumbo a Bangkok le abrió las puertas de un sueño: triunfar como entrenador a 12.000 kilómetros del madrileño barrio de Moratalaz que le vio nacer.

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