Ni la superioridad de los 'leones' en la grada consiguió abrumar a un gran Barcelona

El Barcelona logró un más que merecido triunfo en la final de la Copa del Rey (0-3) ante un Athletic incapaz de plantar sombra ante un conjunto muy superior. Pero lo cierto es que los culés no estuvieron excesivamente arropados en la grada o, mejor dicho, no llegaron al nivel del equipo 'león'. Más de 75.000 espectadores viajaron hasta Madrid para apoyar a su equipo, aunque el partido no tuvo el final esperado para ellos.

El conjunto vasco ha vuelto a despertar la ilusión de sus aficionados casi tres décadas después de que lograran su último título, desde que lograra Liga y Copa del Rey en 1984. Desde entonces, el combinado rojiblanco no ha gozado de demasiadas ocasiones para aumentar su palmarés, y esta temporada pintaba más que bien, después de lograra la clasificación a la final de la Liga Europa y del torneo de 'KO'.

Pero, a pesar de todo, el Athletic no consiguió ganar ninguna de las dos finales que disputó, un palo muy duro para su afición, que no dudó en acompañar a su equipo haya donde fuera. Si ya en Bucarest la afluencia de la hinchada vasca fue más que numerosa, el viaje a Madrid superó todas las expectativas, pues hasta 75.000 seguidores del Athletic viajaron a Madrid.

Sin embargo, a pesar de tal magnitud de aficionados del conjunto rojiblanco, tan sólo 20.000 tuvieron acceso al Vicente Calderón, que no dudaron en jalear a su equipo a pesar de la dura derrota sufrida a manos del todopoderoso Barcelona. La respuesta de la afición fue unánime, y todo Bilbao se volcó con su club en busca de lograr tan deseado título, que finalmente viajó en dirección al Camp Nou.

Mención aparte también merece la hinchada del Barcelona, que pudo ver cómo su equipo daba a Pep Guardiola un nuevo título el día de su despedida como técnico azulgrana. Hasta 20.000 aficionados del conjunto culé se desplazaron hasta Madrid, y se calcula que algo más de la mitad pudo entrar al Vicente Calderón para disfrutar de la victoria de su equipo.

Así, el feudo rojiblanco vivió una proporción de 4 aficionados rojiblancos por cada 1 de los azulgrana. Al término del choque, Sandro Rosell alabó la hermandad vivida entre ambas hinchadas, marcándolas como ejemplo de deportividad. Lo cierto es que no hubo incidentes entre aficionados de ambos equipos, pero la imagen triste también la protagonizaron las dos, al silbar el himno de España y al Príncipe Felipe.