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“Despidos, precariedad, desahucios y tratar al lector como si fuera tonto es violencia”
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Marta Sanz habla 'amor fou', novela censuradA

“Despidos, precariedad, desahucios y tratar al lector como si fuera tonto es violencia”

'Amor Fou' es una novela prohibida dos veces, por dos editoriales distintas, que aparece ahora, diez años después de su escritura, en una España arruinada

Foto: Marta Sanz, autora de 'Amour Fou', un libro prohibido dos veces antes de ser publicado... en Miami. (DANIEL MUÑOZ)
Marta Sanz, autora de 'Amour Fou', un libro prohibido dos veces antes de ser publicado... en Miami. (DANIEL MUÑOZ)

La felicidad es cobarde y lamenta los cambios. Es la paradoja del revolucionario feliz. Es el corazón de esta novela, Amor Fou, cuyo camino hasta su publicación ha estado plagado de minas que trataron de silenciarla. Este periódico dio a conocer el caso de la censura de Planeta sobre el libro El cura y los mandarines, de Gregorio Morán -que finalmente publicará Akal en una semana-, pero ahora conocemos la historia de este libro de Marta Sanz, escrito en 2004, comprado por dos editoriales distintas (RBA y Destino), no publicado por ninguna de ellas. Es decir, dos “gregoriomoranes”. Diez años después, la novelista –y colaboradora de El Confidencial- ha acudido a una pequeña editorial de Miami, La Pereza, para poder colocar entre las lecturas imprescindibles de las librerías españolas.

La autora de Daniela Astor y la caja negra, de Black, Black, Black, de Un buen detective no se casa jamás, todas ellas publicadas en Anagrama, su actual editorial, ha visto las consecuencias de la que, probablemente, es su mejor novela y, sin duda, la más molesta con la historia reciente de España, un país que se derrumba moralmente. El libro es una anomalía en todos los sentidos, dirigida “al bando ciego”, a los que no quieren mirar o se excusan: “Sabemos que las otras fotos existen –las de los apaleamientos públicos, las de gente con la cabeza metida dentro de un saco de arpillera rasposa- y, sin embrago, elegimos mirar las fotos bonitas”, le hace pensar Sanz a su protagonista, mientras lanza una declaración de principios literarios. Lo demás, impostura.

Es una novela que afronta el doble riesgo de la literatura política: el de plantear temas incómodos que aparentemente no existen o sobre los que no tenemos muchas ganas de pensar

P. ¿Por qué este libro es la oveja negra de su producción?

R. Supongo que porque es una novela que afronta el doble riesgo de la literatura política: el de plantear temas incómodos que aparentemente no existen o sobre los que no tenemos muchas ganas de pensar, y hacerlo a través de una propuesta formal que contradice los moldes previsibles de la literatura canónica. Es decir, de la literatura comercial y/o espectacular. De las formas ideológicas del neoliberalismo. Amour Fou responde a ese “Hablar feo de lo feo”, que es la poética con la que trato de experimentar, años más tarde, en Perra mentirosa. Ese hablar oscuro de lo oscuro que, sin embargo, no utiliza la oscuridad como excusa para esconder las situaciones que son realmente fáciles de entender y responden a la relación causa-efecto. En todo caso, este libro es la oveja negra porque la situación de incomodidad que se genera en el lector se multiplica por dos y eso desde el punto de vista comercial implica asumir un riesgo muy grande.

P. ¿Por qué creeque no se publicó cuando lo entregó a la primera editorial?

R. Porque no respondía a las expectativas del tipo de escritora que yo debía ser. No encajaba con los intereses y el discurso de lo que, por aquel entonces, algunos llamaban el dream team de la literatura femenina. Creo que esperaban de mí algo muy diferente. Algo mucho más vendible y mucho más rentable. A mí fue un libro que me hizo perder lo poco que me quedaba de inocencia respecto al funcionamiento del mundo en general y de las industrias culturales en particular.

P. ¿Hay diferencias entre la censura económica-comercial y la censura institucional?

R. A mí me da la impresión de que acaban siendo la misma. Se retroalimentan. Las instituciones, incluso los países, han asumido lógicas empresariales. Nos han vendido la moto de que los estados son empresas, y las culturas y las economías nacionales marcas exportables. A partir de ahí lo que no se puede decir, el tabú, siempre es una cuestión de rentabilidad. Hasta el escándalo y la provocación se convierten en una cuestión de rentabilidad. Por eso, creo que Amour Fou es una novela que apunta directamente a la línea de flotación de muchas de las fantasías y los espejismos de nuestra cotidianidad: es una novela que en el año 2004, cuando está escrita, contaba que España no era ni iba a ser un país moderno. Hablaba de brutalidad policial, de torturas institucionalizadas, de la impunidad del poder económico y de la vulnerabilidad de un sistema democrático asentado en una simbología tan rancia como estremecedora. Es una novela que habla de la renuncia de muchos, en un momento de euforia. Y de la demonización de los críticos o de los que desconfiaban y estaban tristes con toda la razón.

P. ¿Por qué cree que no es tan habitual la denuncia de la violencia en la novela contemporánea?

R. Porque la violencia se está ejerciendo desde los mismos esquemas retóricos que aparentemente sirven para denunciarla: la violencia se convierte en un aderezo espectacular, en un tema atractivo, en un lugar desde el que mostrar el cuerpo en escorzo. La violencia se estetiza: se presenta en sus facetas más coloristas. Y se neutraliza. Se desactiva como instrumento de transformación de la Historia, mientras que se aplica sistemáticamente en la vida cotidiana y en las maneras de escribir los libros. Hay que repetirlo hasta la saciedad: los despidos son violencia, la precariedad es violencia, la falta de techo es violencia, el desahucio es violencia, dar dinero a los bancos es violencia y las maneras de contar ciertas historias, tratando a los lectores como si fueran tontos, también son violencia.

P. ¿Lo considera un libro prohibido?

R. En cierta medida, sí. Es un libro que me hizo sufrir mucho y que me ayudó a entender que para las personas que escribimos, a veces, encontrar ese punto de equilibrio entre el encastillamiento en el proyecto personal y la permeabilidad a las críticas es muy, muy complicado. Es un libro en el que tuve que empeñarme sin obcecación, con una gran inseguridad, y que no hubiese sido posible sin los lectores amigos que lo acompañaron a lo largo de un proceso doloroso que ha durado diez años. Por ejemplo, Isaac Rosa que ha escrito un prólogo excelente hablando de Amour Fou como la novela de amor que, sin duda, es.

P. De haberse publicado cuando fue escrita y contratada, ¿cómo habría afectado a su carrera?

R. Creo que los editores que la compraron y que no la publicaron en su momento me hicieron un favor sin saber que me lo estaban haciendo. Es posible que Amour Fou me hubiese cerrado muchas puertas. O que me las hubiera abierto de par en par antes de tiempo nunca se sabe. En cualquier caso, a veces, los rechazos en el mundo editorial, en el campo cultural y literario, aunque joden enormemente, a veces pueden ser el síntoma de que uno no lo está haciendo del todo mal.

P. ¿Por qué diría que Amor Fou no es parte del “totalitarismo del mercado”, como explica en No tan incendiario?

R. Porque no responde a los preceptos de una ideología de prestigio, que cristaliza en unos esquemas retóricos recurrentes. Porque no es un libro que sirva para dar falsas esperanzas. Porque no es un libro ni cursi ni piadoso ni equidistante. Porque nos retrata en una postura que no nos favorece demasiado. Porque es un libro que no ha sido escrito para tranquilizar, sino para sembrar incertidumbre, tratar de entender y no resistir, sino intervenir. Porque es un libro que no llegará a más de cinco mil lectores y pondrá de manifiesto la brecha abierta entre el experimentalismo a menudo elitista de los escritores y la necesidad de cumplir con la dimensión comunicativa de la literatura sin la que es imposible sustentar visiones transformadoras del arte.

P. No me cabe duda de que esta es la novela más dolorosa que ha escrito, ¿a qué cree que se debe, por qué en ese momento?

R. Porque creo que en ese momento vivíamos en una especie de embriaguez colectiva que ahora se ha convertido en una resaca venenosa. Y porque creo que las tristezas domésticas, cotidianas, las pequeñas y grandes depresiones, el mal humor, el malestar, la melancolía de los gestos íntimos son casi siempre el reflejo de que la comunidad a la que pertenecemos está sistémicamente enferma. En Amour Fou me parece que esa idea cobra forma en el personaje de Esther, esa niña gorda, dominada por su madre, que hace listas sobre todo lo que en la vida produce cáncer. Y sobre cosas aún peores. Es un personaje moralmente enfermo porque ha vivido una biografía enferma en una sociedad enferma.

P. ¿Lo considera uno de sus libros más arriesgados, en el sentido en que adelanta muchos recursos que luego volverá a emplear en novelas posteriores?

Amour Fou es un texto del que aprendí muchas cosas mientras lo escribía y muchas más después de escribirlo por cómo fue su recepción editorial. Es verdad lo que dices: reformula y lleva al extremo recursos que ya había empleado y a la vez anticipa otros que tendrán un tratamiento más exhaustivo en otras novelas. Es importante, por ejemplo, la idea del relato como depravación. Y su simétrico opuesto: si el relato deprava, también puede construir, ayudar a ver, iluminar: por eso, creo que para mí son tan importantes los cuentos infantiles como metáfora y en mis novelas casi siempre aparecen las aulas, estudiantes, alumnos…

P. Aparece el contrapunto tan habitual en sus últimas novelas.

En Amour Fou se utiliza un contrapunto de voces y miradas, pero también un contrapunto de géneros distintos dentro de la misma novela: Lala piensa y Raymond escribe un diario. Ambos se expresan desde puntos diferentes del tiempo y la entrega del diario de Raymond a Lala, no el diario en sí, es una forma de expiación. En novelas posteriores he vuelto a jugar con los discursos que rebotan: en Daniela Astor y la caja negra la novela de aprendizaje se contrapuntea con el falso documental. También con los géneros autobiográficos: en Black, black, black aparece interpolado el diario de Luz y La lección de anatomía es una novela autobiográfica o una autobiografía novelada… Por otra parte, me he dado cuenta de que el embrión de Arturo Zarco estaba en un personaje como Raymond de Amour Fou, un personaje culturalista, que utiliza su opción sexual como una forma de manipular a los demás.

P. ¿Estamos ante una novela netamente contra la Cultura de la Transición?

De algún modo, a mí me parece que en casi todas mis novelas hay una mirada crítica sobre la Cultura de la Transición que es la vez una mirada crítica a nuestro crecimiento y a nuestro papel como actores de la Transición. Me refiero a la generación de los españoles nacidos a lo largo de la década de los sesenta. A nuestra responsabilidad en el proceso histórico. Es evidente en Amour Fou, pero también es evidente en Los mejores tiempos, La lección de anatomía y Daniela Astor y la caja negra donde se utiliza la idea de la pubertad, la transformación física, el tránsito de la niñez a la juventud para identificar a Daniela con la llegada de la democracia a nuestro país. Creo que esa metáfora histórico-biológica funciona en casi todos mis libros.

P. Ahora se publica en una editorial pequeña de Miami, ¿por qué no la ha rescatado Anagrama?

R. Si hay dos editores a los que aprecio por distintas razones y a los que no tengo nada que reprocharles, sino todo lo contrario, es a Bértolo y a Herralde. De modo que no lo voy a hacer. Solo aventuro la hipótesis de que, si como dice Herralde, la obra de un editor es su catálogo, es posible que el capítulo del Amor Fou no le cuadrase en el proyecto general. Lo respeto.

P. ¿Qué es lo que más le molesta del amor en el discurso tradicional de la literatura?

El azúcar y la destrucción. En este sentido, como me hizo notar el crítico David Becerra, Amour fou dialoga con mi primer texto El frío. Si en este libro el amor era un amor de bolero, vampírico, un amor de posesiones demoniacas y de enfermedad que deja anémico al que lo sufre y helado al que lo pierde. En Amour Fou, el amor se presenta como compañía, solidaridad, ayuda mutua, compromiso… Se presenta en las antípodas de la pasión comercial y de los anuncios de perfumes: de la pornografía como banalización de la sexualidad en el capitalismo. Ese amor tranquilo, que se refleja sobre todo en el momento en que Lala y Adrián se bañan y ella le sostiene sobre el agua y le enseña a nadar, resulta provocador en una sociedad donde todos los sentimientos de prestigio se relacionan con la espontaneidad, la violencia, los fuegos artificiales y una visceralidad que se confunde con lo auténtico.

P. Parece que ese fuera el amor “verdadero”.

R. Parece. Luego, no deberíamos extrañarnos de la proliferación de los casos de violencia machista. Todo forma parte del mismo saco ideológico. De una cultura aprendida que tiene que ver con el instinto menos de lo que pensamos. Por otro lado, el amor también me interesa porque es un sentimiento donde se activa la idea de la mirada: la necesidad que todos tenemos de que nos miren, de que nos “objetualicen” hasta cierto punto y el punto justo al que debe llegar esa mirada para no transformarse en vigilancia, espionaje, anulación, invasión de la intimidad.

P. Avanza también los difusos límites entre lo íntimo y lo público.

R. Sí y de cómo se manipula lo íntimo para el desprestigio público. De qué papel desempeña la prensa en la demolición ideológica de los personajes incómodos. De quién mueve los hilos. De los tentáculos del poder económico en la construcción de una opinión pública que confundimos con nuestra libertad. De la legitimidad de esos procedimientos y de la pertinencia de predicación con el ejemplo. De la intolerancia ante la contemplación de la felicidad ajena. En definitiva, el Amour y el Fou.

La felicidad es cobarde y lamenta los cambios. Es la paradoja del revolucionario feliz. Es el corazón de esta novela, Amor Fou, cuyo camino hasta su publicación ha estado plagado de minas que trataron de silenciarla. Este periódico dio a conocer el caso de la censura de Planeta sobre el libro El cura y los mandarines, de Gregorio Morán -que finalmente publicará Akal en una semana-, pero ahora conocemos la historia de este libro de Marta Sanz, escrito en 2004, comprado por dos editoriales distintas (RBA y Destino), no publicado por ninguna de ellas. Es decir, dos “gregoriomoranes”. Diez años después, la novelista –y colaboradora de El Confidencial- ha acudido a una pequeña editorial de Miami, La Pereza, para poder colocar entre las lecturas imprescindibles de las librerías españolas.

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