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La décima parte de potra que necesita un periodista para hacer historia
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UN LIBRO ANTOLÓGICO REÚNE LA TRAYECTORIA FOTOGRÁFICA DE ENRIQUE MENESES

La décima parte de potra que necesita un periodista para hacer historia

Así solía referirse a la parte que no controla un periodista, pero que hace de una noticia un acontecimiento histórico: “La décima parte de potra que

Foto: La décima parte de potra que necesita un periodista para hacer historia
La décima parte de potra que necesita un periodista para hacer historia

Así solía referirse a la parte que no controla un periodista, pero que hace de una noticia un acontecimiento histórico: “La décima parte de potra que necesita un periodista”. La parte que le corresponde a quien la sigue, el golpe de suerte que hizo que después de tres semanas siguiendo a Dominguín se encontrara con la recompensa. Más de veinte días haciendo fotos de toros y toreros, “una mierda de fotos”, porque él no era fotógrafo de plazas. “Aquel día alguien llamó a la puerta y Dominguín me dijo que abriese. Era Picasso con el perro”, cuenta en el pie de foto de la imagen que abre la antología que acaba de publicar La Fábrica sobre el trabajo del “fotoperiodista español más importante de la segunda mitad del siglo XX”, Enrique Meneses (1929-2013).

Es una foto de interior, oscura. Al torero le ayudan a vestirse mientras habla con alguien que calza boina y abrigo. Nos da la espalda, pero no hace falta que se gire y nos mire para saber que se trata del pintor malagueño. La severidad y el silencio de la escena queda rota por la irrupción del personaje atado a un perro cachorro de dálmata. Un elemento extraño que hace de la instantánea un testimonio mítico de dos mundos encarados y, de alguna manera, vinculados. En otras tomas vemos cómo el torero, satisfecho, agarra al cachorro y lo acaricia mientras Picasso le cuenta, quién sabe, alguna anécdota simpática del chucho.

Una breve y estúpida pincelada de una vida insaciable y valiente que le ha meneado allá donde se hacía la historia “para sentirla” -como le recuerda el periodista Sindo Lafuente en el primer texto del volumen- “en mis carnes”. Efectivamente, su apasionante trayecto le mantuvo en danza por medio mundo desde los años cincuenta a finales de los noventa. Empezó con un viaje de locos en 1954, en el que recorrió el continente africano durante cuatro meses junto con su amigo Jaime Cavero, y del que todavía se escuchan anécdotas en las reuniones segovianas del Premio Cirilo Rodríguez. Sólo había una cosa que sabía hacer mejor que fotografiar y era contar las historias que le llevaron a las fotos, como cuando viajó a Linares con 17 años para cubrir una corrida de Manolete y se encontró con la última y fatídica corrida del torero.

Con los rebeldes

La primera pedrea le tocó en La Habana, en 1957, cuando viaja en mayo y logra subir a la Sierra Maestra, donde combatían los revolucionarios comandados por Fidel Castro. Realiza para el Paris Match el reportaje de su vida y retrata al líder, Raúl, Camilo Cienfuegos, Vilma Espín y Che Guevara. Probablemente este fuera el primero de una serie de reconocidos trabajos por el que hoy podemos calificarle como el reportero español más internacional de la segunda mitad del siglo XX. 

La “bendita potra” que necesita todo periodista se le presentó mientras perseguía el amor de una prima hermana con la que se había escapado en un viaje por Europa y a la que la policía había devuelto a su familia, en Costa Rica, donde su padre acababa de ser nombrado embajador. Así que llegó a Cuba para saltar de ahí a Puerto Limón, con un encargo de Paris Match para hacer un reportaje sobre un túnel que una empresa francesa construía en la bahía. En el avión supo por la prensa local de aquel grupo de rebeldes que se enfrentaba al Gobierno de Batista. Una vez allí logró colarse con los insurrectos, cuenta Lafuente gracias a su don de gentes.  

Triunfó como periodista, logró imágenes exclusivas, publicó en los medios más importantes del momento, que no estaban en España. En Meneses. La vida de un reportero se dibuja una panorámica por el recorrido vital del trepidante sueño imparable de un periodista en bodas reales que retrató la lucha por los derechos civiles, la marcha sobre Washington, con Martin Luther King, el esplendor y la muerte de John Fitzgerald Kennedy, la mafia o el Ku Klux Klan, e inmortalizó los retratos de Cassius Clay, Dalí, Aznavour, Henry Fonda, Marlon Brando, Alfred Hitchcock, Tippi Hedren, etc. Hasta que llega el momento a finales de los sesenta en que inaugura y cierra decenas de proyectos periodísticos hasta el final de sus días. Pasa por la televisión (TVE), por los medios impresos (ABC, Cosmópolis, Playboy, Cambio 16), las agencias (Fotopress, Lumefa) y la radio (Radio Nacional). Y en sus últimos años de vida vuelca su actividad en internet, con varios blogs y con Utopía TV, inspirada en el movimiento del 15-M.

El renacer del fotoperiodismo

Enrique Meneses no renunció nunca a la décima parte de potra que tiene un periodista. Se la llevó toda él y reformó una tradición que había desaparecido en un país que consideró este oficio como una mirada incómoda y molesta, al que castigó por inmiscuirse en la mentira y revelar la verdad. Meneses refundó la tradición de la que tuvieron que desaparecer sus precedentes por miedo a las represalias. Fue el primer fotoperiodista que devolvió a la normalidad al periodismo gráfico y de la que hoy disfrutamos gracias a Gervasio Sánchez o Alfonso Armada, y otros jóvenes que inician ahora sus carreras con el aval de premios internacionales.

Él devolvió a los fotógrafos a su sitio, allá donde la noticia se vuelve mito. Allá donde Fidel, forrado de cartucheras e ideas, guerrillero con gafas de pensionista, empuña una pistola con menos de 30 años y apunta a la revolución. Enrique, con tres años menos que el líder de la Revolución de los barbudos, pasa once meses trabajando entre ellos y gana tres millones de pesetas por cubrir la intimidad de una sedición para Paris Match. Pero al poco se presenta en los sesenta y se cuela entre la pompa de campaña, el protocolo capitalista, los aeropuertos, las conferencias, las manifestaciones, las firmas de los tratados, los apretones de manos, la Guerra Fría, la tensión diplomática y las sonrisas aterradoras.  

¿Era Enrique un buen fotógrafo o un buen periodista, un buen intérprete de la actualidad o alguien con reflejos para adelantarse a la noticia? Un tipo escurridizo, camaleónico y valiente que definió las ilustraciones de los libros de historia.  

Así solía referirse a la parte que no controla un periodista, pero que hace de una noticia un acontecimiento histórico: “La décima parte de potra que necesita un periodista”. La parte que le corresponde a quien la sigue, el golpe de suerte que hizo que después de tres semanas siguiendo a Dominguín se encontrara con la recompensa. Más de veinte días haciendo fotos de toros y toreros, “una mierda de fotos”, porque él no era fotógrafo de plazas. “Aquel día alguien llamó a la puerta y Dominguín me dijo que abriese. Era Picasso con el perro”, cuenta en el pie de foto de la imagen que abre la antología que acaba de publicar La Fábrica sobre el trabajo del “fotoperiodista español más importante de la segunda mitad del siglo XX”, Enrique Meneses (1929-2013).