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El 3D se pega el tortazo
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FITCH VATICINA LA CAÍDA INTERNACIONAL DE UN FORMATO QUE YA SE DESPLOMA EN ESPAÑA

El 3D se pega el tortazo

Cada vez que una agencia de calificación abre la boca, sube el pan (y toca echarse a temblar). Sólo que ahora Fitch no ha hablado sobre

Foto: El 3D se pega el tortazo
El 3D se pega el tortazo

Cada vez que una agencia de calificación abre la boca, sube el pan (y toca echarse a temblar). Sólo que ahora Fitch no ha hablado sobre la prima de riesgo española, menos mal, sino sobre el cine en tres dimensiones. Y la cosa, para variar, no pinta nada bien. Fitch Rating acaba de presentar un informe donde vaticina la primera caída anual del 3D desde el espectacular renacimiento del formato vía Avatar (James Cameron, 2009). Una tendencia a la baja que en España no tiene nada de hipotética: es una realidad confirmada.  

La excitación inicial ha declinado. Los consumidores, que se han vuelto a centrar en la calidad en general de los filmes, lo sopesan más a la hora de pagar extra por una entrada en 3D”, dice el informe de Fitch. La muerte del efecto sorpresa.

Paradójicamente, una de las claves de la futura caída de la recaudación del 3D es… el alto precio de las entradas. Una inflación que no sólo amenaza con matar a la antigua gallina de los huevos de oro (el 3D), sino al resto de películas: “Ir al cine sigue siendo uno de las actividades de ocio más baratas. No obstante, el incremento del coste, debido sobre todo a los filmes en tres dimensiones, puede acabar erosionando esta percepción a medio plazo”, remata Fitch, que vaticina que la taquilla del 3D caerá en 2013 en EEUU y a nivel internacional.

La marca España

Se podría alegar que las agencias de calificación fallan más que una escopeta de feria y que el informe de Fitch no es más que una predicción. No obstante, todo apunta en esa dirección, sobre todo en nuestro país. España como vanguardia del desplome de lo tridimensional. 

Un ejemplo reciente. Los Croods (Chris Sanders y Kirk DeMicco, 2013), nueva cinta de animación de DreamWorks, se ha convertido esta semana en la película más vista en España este año al superar los 11 millones de euros recaudados. Lo que esconde este titular es su pobre resultado en salas 3D, donde el filme recaudó el  20% de total en su primer fin de semana, cifra ridícula si se compara con el 78% alemán, el 74% ruso o el 72% brasileño. España a la cola de la recaudación mundial en 3D de Los Croods.

El 20% logrado por Los Croods contrasta también con el 73% alcanzado por Avatar en España. De los estratosféricos 75 millones de euros recaudados por el filme de James Cameron en nuestro país, 55 se lograron en salas 3D. Eran otros tiempos.

Un pinchazo tridimensional español que se ha repetido con otros blockbusters recientes como Oz. Un mundo de fantasía (Sam Raimi, 2013) y El hobbit: un viaje inesperado (Peter Jackson, 2012). Juan Herbera, analista de la industria del cine y autor del blog Desde la taquilla, lo explica así: “Es una consecuencia de los excesos cometidos al inicio de la llegada del 3D, cuando los cines de nuestro país (con la aprobación tácita, cuando menos, de las grandes distribuidoras) decidieron ponerse a la cabeza del mercado mundial” en lo relativo al precio de las entradas.  

Precios escandalosos

En efecto, en ningún otro país hubo tanta diferencia entre el 3D y el 2D. Según un estudio publicado por Facua-Consumidores en Acción el pasado septiembre, el precio medio de una entrada de 3D en España era de 9,21 euros, un 30,1% más que un ticket normal (7,08 euros). Una entrada para ver 3D valía 11,50 euros en Barcelona (tres euros más que el 2D) y 10,51 euros en Madrid (2,31 euros más que el 2D). 

Cada vez menos espectadores están dispuestos a pagar estos precios. Menos aun cuando hay que pagar la entrada a toda la familia. El éxito del 3D como diversión familiar parece tener los días contados.  

“Se podría aducir que el coste de la digitalización era muy elevado y que había que recuperar esa inversión antes de que pasase el efecto novedad. Pero las cosas no siempre funcionan así. Quizás otra política de precios hubiese permitido mantener más alto el consumo del 3D y tener, por tanto, más años para amortizar esas inversiones. En menos de tres años hemos pasado de ver estrenos con salas dedicadas exclusivamente al nuevo sistema de proyección que reunían a la mayoría de los espectadores  a ver cómo abundan las salas que simultanean sesiones entre 3D y 2D por falta de demanda”, zanja Herbera. 

Pero las señales de agotamiento también se ven en Hollywood. Uno de los géneros que fracasó en taquilla en 2012 fue el de los clásicos populares reestrenados en 3D. Títulos como La bella y la bestia (Gary Trousdale y Kirk Wise, 1991), Buscando a Nemo (Graham Walter, 2003) y Monstruos S.A (Peter DocterLee Unkrich y David Silverman, 2001) no alcanzaron las cifras deseadas en taquilla. Curiosamente la única cinta de este subgénero que reventó la taquilla fue… Titanic (1997), de James Cameron, que sumó 260 millones de euros más a su abultadísima cuenta histórica, como si todo lo que tocase el director de Avatar se convirtiera por arte de magia en taquillazo tridimensional.

El declinante fenómeno de los reestrenos en 3D nos dice al menos dos cosas. Que Hollywood ha exprimido sin miramientos el filón tridimensional (con reestrenos y películas hinchadas precipitadamente a un  3D chapucero, rompiendo así la magia envolvente del formato). Y que es más que probable que el 3D nunca vuelva a proporcionar las cifras millonarias de antaño. Siempre y cuando no estrene película James Cameron, claro.

Cada vez que una agencia de calificación abre la boca, sube el pan (y toca echarse a temblar). Sólo que ahora Fitch no ha hablado sobre la prima de riesgo española, menos mal, sino sobre el cine en tres dimensiones. Y la cosa, para variar, no pinta nada bien. Fitch Rating acaba de presentar un informe donde vaticina la primera caída anual del 3D desde el espectacular renacimiento del formato vía Avatar (James Cameron, 2009). Una tendencia a la baja que en España no tiene nada de hipotética: es una realidad confirmada.