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El creador del último pelotazo artístico
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LOUIS K. MEISEL INVENTÓ, DEFENDIÓ Y DIFUNDIÓ EL 'FOTORREALISMO' Y LE HA FUNCIONADO

El creador del último pelotazo artístico

Hace algo más de 40 años el galerista Louis K. Meisel (Nueva York, 1942) ideó un término artístico que daría la vuelta al mundo, le reportaría

Foto: El creador del último pelotazo artístico
El creador del último pelotazo artístico

Hace algo más de 40 años el galerista Louis K. Meisel (Nueva York, 1942) ideó un término artístico que daría la vuelta al mundo, le reportaría grandes beneficios y originaría un movimiento que definiría a los pintores que se sirven de fotografías como base de su proceso pictórico: Fotorrealismo. “Lo inventé para definir a los pintores que utilizaban la cámara fotográfica”, explica el propio Meisel a El Confidencial. La palabra se le apareció mientras respondía a un crítico que quería saber cómo llamaría a este tipo de artistas.

A diferencia de otros grupos, como los impresionistas o los surrealistas o los cubistas o los expresionistas abstractos, que compartían ideas similares sobre la pintura y el arte de su tiempo, que escribían manifiestos en los que definían su postura, los fotorrealistas, como los integrantes del Pop Art o del arte minimalista, son fruto del juicio de críticos, comisarios o galeristas que descubren similitudes y coincidencias entre artistas de distinta procedencias y disponen una etiqueta que los agrupa. ¿Se sintieron Andy Warhol o Roy Lichtenstein como artistas pop después de que el conocido crítico Lawrence Alloway acuñara el término?

La comitiva de pintores que visita esta semana la capital con motivo de la exposición Hiperrealismo. 1967-2012, en el Museo Thyssen-Bornemisza, ya ha pasado por Casa Lucio y El Prado. Un día antes de su marcha nos sentamos a desayunar con el creador de uno de los pelotazos más notables en el mercado del arte contemporáneo. Queremos entender su criatura. A la conversación se une el pintor español Bernardo Torrens y el norteamericano Don Jacot, notable y fiel pintor del estilo que alaba Meisel. Ambos representados en la muestra, el primero con veto y rectificación incluidos. 

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“En un principio utilicé una descripción breve y bastante superficial. Me limité a decir que se trataba de artistas que no tenían ningún reparo en utilizar la cámara fotográfica para sus pinturas. La cámara es un instrumento legítimo, pero ellos se sirven de los colores y los pinceles para crear cuadros de ilusión fotográfica y, a menudo, van más allá de lo que su cámara es capaz de captar”, trata de resumir.

Estrategia comercial

Entonces, ¿qué fue antes el Fotorrealismo o los fotorrealistas? Los artistas, tal y como cuenta, aceptaron su invento aclarando que él podría usar esa palabra para definirles, pero que  ellos sabían lo que eran. “Me hicieron ver que lo que hacía era importante para todos. He dado a los 13 artistas de la exposición del Thyssen algo que ellos nunca podrían haber alcanzado por sí solos”, por si había alguna duda.

Para Meisel gracias a su ocurrencia a estos pintores se les entiende y se les contextualiza, “les hace visibles y comprensibles para ser vendidos como exposición”. No le cuesta sacar pecho, es directo, es claro, es atrevido y bravucón, en resumen, un excelente vendedor de sus productos. Asegura que tiene 300 exposiciones “moviéndose por el mundo” bajo el mismo epígrafe. La popularidad del estilo no tiene fronteras. “La idea funciona y vende. He inventado el concepto y la estrategia promocional. Soy el primer marchante, y no crítico como hasta ahora, en inventar una palabra. Hago historia para mí y para mis artistas. Por cierto, prefiero hacer historia que tener audiencia”, las cosas claras.  

Habla de otro de esos términos que inventó: Ilusionismo abstracto, “y se hicieron millonarios”. También les representaba a ellos. “Hasta que decidieron salirse de la nomenclatura alegando que eso era una invención mía. Ahora ya no consiguen vender cuadros”. Conclusión, en el nombre está el origen y el ocaso del negocio, la vida y promoción de un movimiento artístico. Sin etiqueta no hay grupo, ni exposición, ni ventas. Pero, ¿y sin un promotor como Meisel? La nulidad lucrativa más rotunda. No hay un galerista similar a Meisel en este país, nadie cuyo lema sea tan poderosamente comercial: “Si sales a hacer dinero sin pensar en el dinero y eres bueno en lo que haces, el dinero vendrá solo”.

El Fotorrealismo es el gran sueño de Louis K. Meisel y esta gira europea de su espécimen la culminación de un proyecto vital. “He ayudado a crearlo, a inventarlo, a promoverlo y a convertirlo en una parte importante de la historia del arte”. Ahora está orgulloso y seguro de su labor, pero en sus orígenes las cosas no eran tan fáciles. Era un estilo amado por todo el mundo excepto por los críticos de arte, que creían que era volver a una época pasada. “Sinceramente, no hace falta la crítica. Nadie tiene que venir a explicarnos que esto es fantástico. Pueden hacer dos cosas: o criticarlo y ponerse en contra al público o callarse e ignorarlo que es lo que suelen hacer”, apunta envalentonado.

Cámara con pinceles

Para estos pintores la cámara digital y el ordenador son dos herramientas tan importantes como el acrílico y el aerógrafo. De hecho, Don Jacot que ha bajado de la habitación del hotel en el que se hospedan estos días con su cámara digital colgando del cuello. Reconoce que siempre sale con ella. Quizá por eso el Fotorrealismo sea, más que un movimiento artístico, una manera de mirar, basado en el empleo de las herramientas tecnológicas de la imagen. Torrens avisa que el peligro de la evolución de este estilo es que la tecnología mate al arte. Incluso, que evolucione para engañar al mercado. Recordemos que ahora la impresión digital puede hacerse en todo tipo de superficies.  

Torrens cuenta que antes recurría a un fotógrafo para que le hiciera las fotos, “pero era como si perdiese un paso”. Así que ahora con las cámaras digitales se siente capacitado para controlar el proceso de instantánea que le ha llamado la atención. “Ahora con las digitales aprieto un botón y lo tengo. Eso me ha hecho variar mi estilo”, reconoce el pintor español que tuvo el polémico placer y envenado encargo de retratar al expresidente del Congreso de los Diputados, José Bono.    

El galerista neoyorquino, a quien pertenecen la práctica totalidad de las piezas que girarán por Europa en los próximos años en la citada exposición, reconoce que este género es admirado por la habilidad de los artistas al representar la realidad en todo su detalle. “Todos cambiamos mucho la foto original”, señala Torrens al quite.

Torrens, esencial y vetado

Acaba de regresar a la mesa en la que charlamos de la creación y desarrollo de su idea, y baja de la habitación con unas galeradas del que será su cuarto libro dedicado al Fotorrealismo. Mira a Bernardo Torrens y le dice que finalmente la portada no podrá ir con una de sus obras, porque le prohíben publicar un desnudo en la cubierta. “Pero sí irá en la contracubierta”, señala y de repente aparece la esencia de un país contradictorio. Para Meisel Bernardo Torrens es una figura capital del movimiento que él se inventó. “No hay nadie como él en figuración”, dice.

“Places, faces, thnigs”, es decir, “lugares, caras, cosas”. Acaba de diseccionar a su propio hijo en los tres géneros que suele tratar: retratos, paisajes y naturalezas muertas. ¿Si Bernardo es uno de los grandes representantes de una de las tres patas del Fotorrealismo, entiende por qué lo vetó Guillermo Solana, el director del Museo Thyssen-Bornemisza? “Todavía no lo entiendo. Hace tres meses me enteré de que Bernardo no iba a estar en la exposición de Madrid, en su ciudad, y me dio aquellas tres razones. Esta es mi exposición, está basada en mis libros y en algo que me he inventado yo… Obviamente hay varios artistas como Antonio López, pero son más academicistas y técnicamente no están tan avanzados. Hacen pintura bonita y decorativa. Además Solana decía que no quería que los hiperrealistas españoles aspiraran a entrar en su museo. ¿Pero cómo? En Nueva York los pintores aspiran a estar en el MoMA y en París en el Louvre”, explica el galerista.  

Asegura que ha hecho muchas exposiciones con Bernardo en Nueva York, Japón o Alemania, y “nunca ha pasado nada así”. Además, se queja de que no discutieran con él el recorte que han hecho de su exposición, ni de poder reajustar las obras o adecuarlas al espacio. “En el Thyssen querían una exposición de los años setenta y yo no quería porque eso se ha hecho cientos de veces. Quería mostrar que el Fotorrealismo avanzaba y que hay nuevos artistas que lo alimentan”, cuenta. De todas maneras es se muestra reconciliador y se alegra del resultado final y de la rectificación que tomó solana el primer día de montaje.

Un tipo especial

Meisel es una figura capital para entender el mercado del arte contemporáneo, así como para relatar la conversión del SoHo, el bajo Manhattan, en lo que es hoy, un barrio sofisticado donde las galerías de arte han encontrado su hueco. La fuente de riqueza de Meisel proviene de las inversiones inmobiliarias, su hijo mantiene la tradición. Empezó su carrera vinculado al expresionismo abstracto, a Rothko y Klein, fue amigo de Andy Warhol y de Roy Lichestein, trató con Leo Castelli (impulsor de otro gran pelotazo artístico, el Pop Art) y se define como un coleccionista insaciable, voracidad que alimenta con su propia galería de arte.  

En los setenta sólo había 8 galerías en el Soho y no podías encontrar restaurantes, ni tiendas. Sólo talleres y almacenes. Las galerías abrían los sábados para los coleccionistas, “nada de público”. Hacían fiestas y eventos, la zona hervía. No necesitaban publicidad, porque todo el mundo estaba allí y el Soho explotó y se convirtió en la zona de moda. Diez años más tarde el fenómeno se multiplicó y aparecieron 350 galerías. Ahora el alquiler de una galería como la suya cuesta 100.000 dólares al mes, pero él la tiene en propiedad. “Si no, no podría pagarlo”, indica.

Así fue como los negocios se marcharon al East Village, a Tribecca y a Chelsea buscando mejores precios y espacios más grandes. Pero a Meisel no le gusta este barrio, porque han reformado los garajes como lugares insípidos, en los que todo el mundo va de punta en blanco, la gente habla en susurros y trato de guante blanco, “como si se creyeran especiales”. Él mantiene su galería como hace 40 años, con suelos de madera. “Yo recibo y hablo con todo el mundo, el ambiente es mucho más distendido. Y no me considero especial, aunque sé que soy especial para el mundo del arte”.  

Hace algo más de 40 años el galerista Louis K. Meisel (Nueva York, 1942) ideó un término artístico que daría la vuelta al mundo, le reportaría grandes beneficios y originaría un movimiento que definiría a los pintores que se sirven de fotografías como base de su proceso pictórico: Fotorrealismo. “Lo inventé para definir a los pintores que utilizaban la cámara fotográfica”, explica el propio Meisel a El Confidencial. La palabra se le apareció mientras respondía a un crítico que quería saber cómo llamaría a este tipo de artistas.