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Juan Muñoz, renovador de la escultura, por fin tiene la retrospectiva que se merece en España
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Juan Muñoz, renovador de la escultura, por fin tiene la retrospectiva que se merece en España

La Tate Modern de Londres y el Guggenheim unieron sus esfuerzos hace unos meses para poner a Juan Muñoz (Madrid, 1953-Ibiza, 2001), uno de los artistas

Foto: Juan Muñoz, renovador de la escultura, por fin tiene la retrospectiva que se merece en España
Juan Muñoz, renovador de la escultura, por fin tiene la retrospectiva que se merece en España

La Tate Modern de Londres y el Guggenheim unieron sus esfuerzos hace unos meses para poner a Juan Muñoz (Madrid, 1953-Ibiza, 2001), uno de los artistas contemporáneos más importantes de las últimas décadas, en el lugar que se merece. El resultado se pudo ver primero en la capital británica y ahora llega a Bilbao a un espacio que según Carmen Giménez, encargada del montaje que trabajó en estrecha colaboración con Cristina Iglesias, viuda de Muñoz, engrandece a las figuras, sobre todo en la sala grande del recorrido donde los altos techos y la luz natural "hacen que la instalación respire".

La segunda planta ha sido invadida por las 80 obras entre esculturas, instalaciones, dibujos, obras radiofónicas y escritos de este artista que estudió arte en Londres y Nueva York tras interrumpir sus estudios de arquitectura. Y la muestra es una cita importantísima con un creador que no fue convenientemente reconocido hasta muy tarde en nuestro país, ya que mientras en los 80 y 90 empezaba a ser alabado en tierras anglosajonas en España no se le otorgaría el premio Nacional de las Artes Plásticas hasta el 2000.

En la obra de Muñoz resulta muy importante la tensión entre lo ilusorio y lo real. Sus piezas son por lo general muy figurativas: escaleras, ventanas, escenarios; pero al ser desubicadas y privarles de sus funciones crean una tensión que se torna en sensaciones de desasimiento, sentimientos estos que el espectador absorbe con solo pasearse también junto a sus agrupaciones de figuras o sus esculturas colgadas.

Comisariada por Sheena Wagstaff, Curator Jefe de la Tate Modern, esta muestra, se implementa con nuevas obras en la presentación de Bilbao, favoreciendo lecturas inéditas de la compleja naturaleza de su proyecto artístico. Desde sus primeras obras arquitectónicas —escaleras, balcones y pasamanos— situadas en ubicaciones imposibles, pasando por sus suelos ópticos en los que se desdibujan los límites del espacio y el tiempo, hasta sus instalaciones, dramáticas y teatrales, formadas por grupos de figuras humanas que evocan la soledad del individuo ante la sociedad, las obras de Muñoz juegan con el espectador, invitándole a relacionarse con ellas, aun creándole sentimientos de desasosiego y aislamiento.

Nuevas formas de contemplación y reflexión

Muñoz se definía a sí mismo como “un narrador”, y su capacidad para proponer nuevas formas de contemplación y reflexión, para crear tensión entre lo ilusorio y lo real, le ha convertido en uno de los renovadores de la escultura contemporánea.

El público que se acerque a ver la que será la exposición principal de la temporada estival del Museo Guggenheim, podrá ver piezas tan conocidas y relevantes de este artista formado en Londres, como Many times (Muchas veces), de 1999; Escenas de Conversación, de 1994; Trece riéndose los unos de los otros, de 2001 y que recibe a los visitantes en las escalinatas exteriores de acceso, y la Figura colgante, de 2001.

Además de estas obras representativas de su trabajo, la exposición que se verá en Bilbao incluye dos piezas que no figuraban en la de Londres, como son Figuras sentadas con cinco tambores, de 1999, que representa lo que su nombre indica, y Descarrilamiento, una obra que llegó a Bilbao el pasado viernes gracias a las gestiones realizadas por la viuda del artista, la también escultora guipuzcoana Cristina Iglesias.

Recorrido de la muestra

La muestra se inicia con los primeros trabajos de su carrera, efectuados en 1984 y que están conformados por una sucesión de escaleras de caracol, balcones de estilo español y pasamanos situados en ubicaciones ajenas a las funciones para las que fueron creados, que ocupan las salas clásicas de la segunda planta.

Las salas más amplias y luminosas, por contar con sendas claraboyas en sus techos, acogen las obras más "dramáticas" y numerosas del escultor, las formadas por decenas de esculturas a tamaño natural, de hombrecillos de rasgos asiáticos en aparente actitud de conversación.

Uno de los rasgos fundamentales de la obra de Juan muñoz, el humor y la fina ironía, quedan reflejados en la exposición con una pieza en la que dos pequeñas figuritas humanas charlan en un "pequeño" rincón del Museo situado enfrente de la gran sala que acoge las gigantescas esculturas de Richard Serra La materia del tiempo.

También es visible esta ironía en la Figura que escucha que representa a una persona con la oreja pegada a la pared en actitud de escucha, o en la titulada Viviendo en una caja de zapatos en la que cuatro pequeñas figuritas realizan un viaje sin fin sobre raíles, montados en sendas cajas de zapatos a modo de vagones de tren.

La comisaria de la exposición, Sheena Wagstaff recuerda que Muñoz "se catalogaba a sí mismo como un mago que engañaba al público creando realidades ficticias" y que esto, y el trabajar a contracorriente de las tendencias que imperaban en su época, fue "lo que le hizo diferente a los demás artistas de su generación".

La Tate Modern de Londres y el Guggenheim unieron sus esfuerzos hace unos meses para poner a Juan Muñoz (Madrid, 1953-Ibiza, 2001), uno de los artistas contemporáneos más importantes de las últimas décadas, en el lugar que se merece. El resultado se pudo ver primero en la capital británica y ahora llega a Bilbao a un espacio que según Carmen Giménez, encargada del montaje que trabajó en estrecha colaboración con Cristina Iglesias, viuda de Muñoz, engrandece a las figuras, sobre todo en la sala grande del recorrido donde los altos techos y la luz natural "hacen que la instalación respire".