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Los nuevos Rodríguez están deseando quedarse solos en casa pero no para ligar
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Los nuevos Rodríguez están deseando quedarse solos en casa pero no para ligar

Una de las escenas más inolvidables de la historia del cine es aquella de La tentación vive arriba (The Seven Year Itch, Billy Wilder, 1955) en

Foto: ¿Qué es lo que prefieren hacer los hombres cuando se quedan solos en casa? (Corbis)
¿Qué es lo que prefieren hacer los hombres cuando se quedan solos en casa? (Corbis)

Una de las escenas más inolvidables de la historia del cine es aquella de La tentación vive arriba (The Seven Year Itch, Billy Wilder, 1955) en la que Marilyn Monroe, pizpireta, evitaba que el aire que emergía del metro de Nueva York levantase sus faldas. Un testigo de excepción observaba la escena: Richard Sherman, personaje interpretado por Tom Ewell. El Rodríguez definitivo.

Sherman reunía todos los rasgos de lo que tradicionalmente se ha conocido como “Rodríguez”, aquel hombre que se quedaba en la gran ciudad trabajando mientras su mujer e hijos disfrutaban de las vacaciones en la playa. La “tentación” del título hacía referencia a una de las situaciones a las que esta soledad daba lugar: la independencia y la relajación de costumbres del verano permitirían, a priori, la posibilidad de echar una canita al aire en forma de affaire extramatrimonial. Esa figura del varón con dinero, mucho tiempo en sus manos y liberado del yugo de la mujer terminó creando uno de los grandes estereotipos de la cultura contemporánea. ¿Pero de qué manera se corresponde con la realidad?

Un 37% reconoce que ser Rodríguez es un privilegio

Una encuesta titulada “El nuevo Rodríguez”, realizada para Procter & Gamble, pone de manifiesto de qué manera ha cambiado la figura de este hombre solitario. Si es que podemos hablar de “hombre”, claro está, puesto que la mujer que se queda trabajando mientras el marido se marcha de vacaciones con los niños, algo casi impensable hace apenas unas décadas, representa ya el 27%. ¿Es positivo o negativo ser Rodríguez? Un 37% lo percibe como un privilegio, mientras que un 21,4%, como una tortura. ¿A qué dedican su tiempo? En un 38%, reconocen que a ver la televisión (en un momento en el que la programación seguramente no invite a ello) y a quedarse “tirados” en el sofá.

El mito sugiere que el Rodríguez es un hombre no particularmente interesado por la higiene. Un 33% de los consultados considera que el Rodríguez tiene la casa desordenada y un 10% admite la acumulación de platos sucios en el fregadero. Sin embargo, los consultados reconocen en su práctica totalidad (un 98,3%) realizar cada día las tareas del hogar, y alrededor del 80% señala que se cuidan lo mismo que de costumbre.

El final de un mito, ¿el advenimiento de otros?

Los datos de la encuesta, pues, ponen en tela de juicio el estereotipo de ese Rodríguez “ligón” que el cine ha ayudado a conformar. Como indica Antonio López Peláez, catedrático en el departamento de Trabajo Social de la Facultad de Derecho de la UNED, los cambios sociales y del mercado laboral han ido derrumbando poco a poco la leyenda. “Hay que referirse, en primer lugar, a la manera en que ha cambiado el mercado laboral y la familia”. Como recuerda, los usos y costumbres que eran comunes hace unas décadas, o apenas unos años, en los que la familia al completo pasaba un mes en la playa, son cosa del pasado. “Ahora, quién puede permitirse tener una segunda residencia en la costa o marcharse un mes completo”.

Cada vez es más complicado escapar al control de la pareja

Incluso en el caso de que la mujer se marche a la costa con los niños, el estado de independencia del hombre es mucho más limitado que en el pasado, debido a que la inmediatez en la comunicación que permiten las nuevas tecnologías (internet, smartphones) provoca que estemos constantemente localizables. O, como indica López Peláez, “resulta muy complicado justificar que hayas estado dos días sin coger el móvil”. Los Rodríguez cada vez lo son menos, entre otras razones, porque los períodos vacacionales apenas suelen superar las dos semanas, y estas se destinan a otro tipo de actividades y ocio.

El Rodríguez como espacio de redescubrimiento (o aburrimiento)

Lo que a grandes rasgos no ha cambiado en la condición de Rodríguez es que estos pueden seguir viviendo durante un limitado período de tiempo en un espacio de libertad, propicio para llevar a cabo todas aquellas actividades de las que el día a día nos aparta. Este tipo de soledad y liberación de las ataduras puede dar pie a un proceso de autodescubrimiento y reflexión que, muchas veces, no se lleva a cabo: como los propios datos demuestran, el calor no favorece la actividad y lo que podría haber sido un buen momento para cambiar de dinámica se termina convirtiendo en una excusa más para poner el cerebro en punto muerto frente a la llamada “caja tonta”.

Muchas parejas dedican el verano a retomar su relación donde la dejaron

Lo cual no quita que haya quien aproveche esa recién adquirida libertad, que puede expresarse de maneras muy diferentes,no únicamente flirteando con la vecina. En algunos casos, ya no debemos pensar únicamente en ser un Rodríguez de la pareja, sino de la pareja que es Rodríguez de los hijos. Como recuerda López Peláez, cuidar a los hijos durante el verano puede llegar a ser un “trabajo forzado” puesto que se trata de una época en la que estos no tienen ninguna ocupación escolar o extraescolar y pueden destinar toda su energía a agotar la de sus padres en diferentes destinos vacacionales. Por eso, muchas parejas aprovechan el verano para retomar su relación de pareja donde la dejaron en algún momento del pasado.

¿Un momento de tensiones?

Pero no son únicamente los padres los que pueden “librarse” de sus hijos durante un tiempo, sino también los abuelos, que suelen ser las niñeras que han de cuidar a los retoños de sus retoños mientras estos trabajan durante el año: una nueva tipología en crecimiento, como indica López Peláez. Si, en el pasado, el verano era la época en la que los abuelos podían disfrutar de los hijos de sus hijos, ahora se produce el efecto completamente contrario y es el momento en el que los abuelos pueden dedicarse a sí mismos. Sobre todo, teniendo en cuenta, como recuerda el profesor, “que cada vez más abuelos mantienen una buena condición física a una edad como los 75 años y otro tipo de aficiones”.

Un tercio de los divorcios se produce tras el verano

No todo es positivo y nos permite mejorar nuestras relaciones, claro está: como muestran las estadísticas –o una película como Antes del anochecer (Before Midnight, Richard Linklater, 2013)– y tal y como recuerda el profesor, el cambio de dinámica durante el verano y quedarse a solas con la pareja puede ser contraproducente en algunos casos: “A veces, es una fuente de conflictos que pueden hacer a la pareja darse cuenta de su situación”. Como indican los datos del Instituto de Política Familiar (IPF), uno de cada tres divorcios se produce justo después del verano.

Soledad, pero mayor posibilidad de conexión

El catedrático recuerda que, al igual que ocurre el resto del año, pero aún con más fuerza, la interconexión que permiten las redes sociales favorece las aventuras de esos “Richard Sherman” que ya no suben las escaleras para encontrarse con su vecina sino que acuden a las redes sociales para flirtear un poco y, si puede ser, toparse con esa relación prohibida durante el resto del año. Como recuerda el profesor, “en internet todos somos Rodríguez”.

Existe todo un mundo de ocio pensado para el nuevo Rodríguez

Aunque quizá no todo sea saltarse las reglas impuestas por la pareja. Como derivación de la mítica figura del ligón liberado se encuentra el juerguista incansable. “Ya no tiene que negociar su tiempo de ocio con la pareja o con los hijos, y puede salir hasta las tantas”, recuerda López Peláez, que añade que es en ese momento fuera de la vorágine del día a día cuando muchas personas pueden recuperar las relaciones de amistad que durante el año habían quedado aparcadas. En ese sentido, el nuevo Rodríguez, con nuevos y particulares hábitos de ocio –todo un mercado de oportunidades se abre ante él, de eventos deportivos a blockbusters cinematográficos– sería, como Richard Sherman, el único morador de su espacio de libertad, al menos hasta que la cerradura del hogar vuelva a sonar y sea demasiado tarde.

Una de las escenas más inolvidables de la historia del cine es aquella de La tentación vive arriba (The Seven Year Itch, Billy Wilder, 1955) en la que Marilyn Monroe, pizpireta, evitaba que el aire que emergía del metro de Nueva York levantase sus faldas. Un testigo de excepción observaba la escena: Richard Sherman, personaje interpretado por Tom Ewell. El Rodríguez definitivo.

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