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"Los huesos que aquí estamos por los vuestros esperamos": recorriendo las catacumbas más extrañas
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Miedos subterráneos

"Los huesos que aquí estamos por los vuestros esperamos": recorriendo las catacumbas más extrañas

El hacinamiento en los espacios funerarios fue habitual hasta hace relativamente poco, especialmente en las grandes ciudades y en algún momento se tornó casi espectáculo, uno de los más grotescos

Foto: Catacumbas de la Basílica de los Capuchinos, en Palermo. Fuente: Wikipedia.
Catacumbas de la Basílica de los Capuchinos, en Palermo. Fuente: Wikipedia.

Bajo tierra, la muerte parece menos real, menos certera. La asumimos escondida, oculta, como si el suelo conformara un trazo lejano, y en la única forma de apartarnos de la incomprensión nos situamos sobre ella y su acecho se acaba convirtiendo en sombra. Hay quien se ha acostumbrado a ella, quien ha construido en la penumbra de lo subterráneo un mundo bastante extraño, sosteniendo a la muerte, coleccionándola, con el mismo terror, con una mirada… ¿Más aterradora?

Existen, al menos, desde la Roma del siglo II, pero los cementerios subterráneos más curiosos para los ojos actuales, en realidad, se remontan al siglo XVII. Es su disposición, su apariencia, y no tanto la idea a la que señalan. El hacinamiento en los espacios funerarios fue habitual hasta hace relativamente poco, especialmente en las grandes ciudades y en algún momento se tornó casi espectáculo, uno de los más grotescos.

Foto: Fuente: Wikimedia

Durante siglos, las enfermedades constantes y los problemas de saneamiento, entre otros grandes inconvenientes, fueron deviniendo en una transformación del modo de esconder la muerte. Sobre ello tenemos el claro relato acontecido en la capital francesa. Ahora, a los pies de la ciudad de la luz, varios kilómetros de túneles conectan antiguas canteras de piedra que acabaron reutilizándose como criptas.

Se cree que más de seis millones de personas fueron enterradas en este laberinto subterráneo. Hay tantos cuerpos, tantos restos de lo que algún día fueron cuerpos, que a veces los huesos y los cráneos se alinean trepando por las paredes. Entre las simientes de aquel lugar, de hecho, muchos dan forma a intrincadas obras de arte. Podría ser un suceso único (a veces, la narrativa turística explotada de París genera esa impresión), pero las catacumbas están por todas partes.

Catacumbas de San Calixto (Roma, Italia)

placeholder Fuente: Wikipedia.
Fuente: Wikipedia.

Lo que actualmente conocemos como catacumbas no fueron otra cosa que los cementerios habituales de los cristianos de la Antigua Roma, cuando las familias ricas, convertidas a la nueva doctrina religiosa, pusieron sus tierras a disposición de la Iglesia. Por supuesto, las prácticas anteriores eran tanto o más curiosas, pero esta corriente derivó en formas peculiares que, ligadas con el propio pensamiento cristiano, los miedos que devienen de él, han conformado la imagen misma del bien y del mal.

De todas las catacumbas encontradas en esta ciudad italiana, no es por gusto que las de San Calixto sean las más asombrosas: forman parte de un complejo que ocupa una extensión de 15 hectáreas, con una red de galerías de casi 20 kilómetros a lo largo, recorridos en distintos pisos, y a profundidades de hasta más de 20 metros.

Según explican desde la propia web de las mismas, fueron el cementerio oficial de la Iglesia de Roma en el siglo III. Aquí fueron enterrados hasta entonces más de un millón de cristianos, incluyendo docenas de mártires y dieciséis Papas.

Cripta del Monasterio de los Capuchinos (Palermo, Italia)

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Fuente: Wikipedia.

También en Italia, destaca otro conjunto de criptas bizarro donde los esqueletos yacen colgando de las paredes, uno al lado del otro. Se trata de las catacumbas del Monasterio de los Capuchinos, en Palermo.

Desde el exterior puede parecer un edificio cualquiera. Sin embargo, al cruzar sus puertas sabrás que bajo él hay casi 8.000 cadáveres, cada uno vestido con su mejor ropa para acudir durante décadas o siglos a su propia exposición clavados a las paredes, sentados en bancos y estantes y escondidos en ataúdes abiertos.
No hay tierra de por medio, no hay cristales ni paredes que impidan de frente con ellos. En estos sótanos nada se interpone entre los vivos y los muertos, excepto quizás una cuerda con un letrero que pide respeto a quien entre en la sala.

placeholder Fuente: Wikipedia.
Fuente: Wikipedia.

Aquí descansa ante la mirada atónita de los turistas Rosalía Lombardo apodada como "La Bella Durmiente". Fallecida a los dos años en 1920, fue embalsamada siguiendo un proceso que se perdió durante décadas, y que consiste en "formalina para matar bacterias, alcohol para secar el cuerpo, glicerina para evitar que se seque demasiado, ácido salicílico para matar hongos y el ingrediente más importante, sales de zinc para darle rigidez al cuerpo", lo que han mantenido su aspecto durante todas estas décadas prácticamente intacto.

El antiguo cementerio real de Melník (República Checa)

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Fuente: Dominio Público.

Destinado a ser un cementerio sagrado para las damas reales de Bohemia, el espacio al otro lado del suelo de la iglesia de San Pedro y San Pablo, en Melník (República Checa) acabó convirtiéndose en algo más. Durante la década de 1520, una epidemia de peste arrasó todos los pueblos y ciudades aquel territorio, lo que provocó una gran demanda de cementerios. ¿Cuál fue la solución más inmediata ante semejante caos? Desenterrar a los cadáveres que habían estado ocupando los cementerios que rodeaban el templo (se cree que fueron cerca de 15.000), limpiarlos y arrojarlos a las bóvedas de la realeza.

El cementerio quedó cubierto por pilas y pilas de huesos amontonados hasta que en 1780 fue declarado un riesgo para la salud. Se tapiaron todas sus entradas y allí quedó, olvidado, durante otros 230 años. Llegó el siglo XIX y, de pronto, un antropólogo natural de la zona, Jindrich Matiegka, decidió echar un vistazo a la historia de lo que había quedado cual leyenda popular. Fue en la década de 1910 cuando Matiegka reabrió la entrada a la cripta y comenzó a ensamblar los huesos en su propio osario. Poco a poco, fue apilándolos en montones ordenados siguiendo patrones reconocibles.

Aún le quedaban unos cuantos miles de huesos por recolocar, cuando se le ocurrió crear con ellos una gran cruz decorada con una hoja de palma, calaveras en forma de corazón que representan el amor y un túnel con los huesos de las piernas para representar la resurrección. En algunos de ellos puede leerse la inscripción en latín "Ecce mors" ("He aquí la muerte").

Capela dos Ossos (Évora, Portugal)

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Fuente: Wikipedia.

Mucho más cerca, la llamada Capela dos Ossos o Capilla de los huesos de Évora (Portugal) llama la atención a quien accede a ella. A su entrada, un mensaje bien claro: "Nós ossos que aqui estamos pelos vossos esperamos" ("Nosotros, los huesos que aquí estamos, por los vuestros esperamos").

Construida en el siglo XVI por iniciativa de tres monjes franciscanos que querían transmitir y expresar el carácter efímero de la vida, supone uno de los monumentos más extraordinarios y llamativos de la localidad.

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Fuente: Wikipedia.

Las paredes, las columnas y hasta el altar están decorados con más de 5000 calaveras y otros miles y miles de huesos. Se encuentra donde inicialmente estuvo el dormitorio y sala de reflexión de los frailes residentes. Formada por tres naves, la luz natural entra en ella estratégicamente por tres pequeñas grietas abiertas en uno de los muros de la fachada izquierda.

Osario de Wamba (Valladolid, España)

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Fuente: iStock.

Wamba es una localidad de Castilla y León con poco más de 300 habitantes y unas catacumbas con entre 1.000 y 2.000 restos de hombres, mujeres y niños fallecidos durante Edad Media. A unos 20 kilómetros de Valladolid, se trata de uno de los grandes misterios de esta práctica en la comunidad autónoma y en todo el país, pues se trata del mayor osario de España.

"Como te ves, yo me vi; como me ves, te verás. Todo acaba en esto aquí. Piénsalo y no pecarás", dicen sus paredes. Ubicadas en la iglesia de Santa María, datada del período mozárabe y románico transcurridos entre los siglos X y XII, cientos y cientos de huesos lo cubren todo colocados desde el suelo, unos sobre otros, hasta el arranque de la bóveda del techo. Según los antropólogos e historiadores que han estudiado el lugar, los restos fueron acumulándose desde el siglo XIII al XVIII.

Curiosamente, Wamba también es la única localidad en España cuyo nombre empieza con la letra W, aunque en realidad se pronuncia "bamba". Un pueblo que desde los años 50 del siglo pasado sigue esperando recuperar parte de este extraño legado. Fue por entonces cuando con el objetivo de estudiar el osario, el doctor Gregorio Marañón se llevó a la universidad Complutense de Madrid dos camiones llenos de sus restos. Si bien es cierto que gracias a su estudio se pudo certificar que los huesos y calaveras pertenecieron tanto a hombres y mujeres como también niños, aquellos esqueletos nunca volvieron a su sitio de origen.

Bajo tierra, la muerte parece menos real, menos certera. La asumimos escondida, oculta, como si el suelo conformara un trazo lejano, y en la única forma de apartarnos de la incomprensión nos situamos sobre ella y su acecho se acaba convirtiendo en sombra. Hay quien se ha acostumbrado a ella, quien ha construido en la penumbra de lo subterráneo un mundo bastante extraño, sosteniendo a la muerte, coleccionándola, con el mismo terror, con una mirada… ¿Más aterradora?

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