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Viajando a Rusia: el país más grande del mundo está aún por descubrir
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UN RECORRIDO QUE MERECE LA PENA CONOCER

Viajando a Rusia: el país más grande del mundo está aún por descubrir

Créenos: aún no conoces Rusia todo lo bien que crees. Si quieres volver a viajar, te descubrimos la ruta que hará que te enamores del país

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Los prejuicios son malos compañeros de viaje. Nos asaltan distorsionando la realidad e impidiendo disfrutar de todo lo bueno y fascinante que nos puede sorprender paseando por el mundo. Las facilidades para viajar a Rusia son cada vez mayores, borrando del ideario popular la sensación de que el país más grande del mundo tiene sus puertas semicerradas al viajero. Los visados se tramitan ahora en 15 días e, incluso, de forma urgente, en solo 48 horas. Pese a ello, Rusia no deja de ser un destino por descubrir. Un lugar donde el pasado histórico reciente ha marcado su presente y que, a día de hoy, evoluciona poco a poco.

Ese ambiente soviético es patente en Moscú. La capital rusa, con más de 15 millones de habitantes, puede llegar a abrumar a quien se decide a visitarla. Sin embargo, nunca defrauda. Esta ciudad es perfecta para una primera toma de contacto con Rusia. Los expertos de la agencia de viajes Pangea informan de que, a pesar del enorme tamaño de su urbe, las zonas más interesantes se concentran en su zona centro. Los viajes a Moscú deben empezar por su imponente Plaza Roja. Flanqueada por las murallas del Kremlin y la catedral de San Basilio —cuyas torres y pináculos son la postal más reconocible de la ciudad—, en su centro se levanta el Mausoleo de Lenin. En su interior, dos militares ataviados de gala custodian los restos momificados del líder comunista.

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Viaje a Rusia (Pangea)

El histórico centro de poder moscovita tiene su máximo exponente en el Kremlin. Dos kilómetros de murallas, fortificadas con 20 torres, limitan este espacio. Merece la pena dar un paseo por ellas, caminando en paralelo junto al río Moscova y el jardín Alesksandrovskiy, que, hace años, cumplía funciones de foso. Sus dimensiones son propias de una ciudad dentro de esta megalópolis, resaltada aún más por su ubicación en una de las colinas que circundan Moscú. En su interior se puede viajar al pasado de la Rusia de los zares con construcciones realmente impresionantes como el Arsenal, la catedral del Arcángel San Miguel o la de la Anunciación, que fue capilla privada de los emperadores rusos.

Por las ‘entrañas’ del suelo moscovita

Para moverse por Moscú —las distancias son grandes—, lo mejor es coger el metro. Adentrarse en las profundidades del suburbano moscovita es todo un espectáculo. Es el sistema de transporte más utilizado de la ciudad —también hay autobuses y trolebuses—, y sus estaciones no dejan indiferente al viajero. Los vestíbulos principales de paradas como Komsomólskaya son más propios de un teatro que de una estación pública.

Llegando hasta Park Pobedy, podrás entrar en uno de los museos más impresionantes y desconocidos de Moscú: el de la Gran Guerra Patriótica. En él se encuentran una serie de dioramas que representan distintas escenas de la Segunda Guerra Mundial, como homenaje a los 26 millones de víctimas que las autoridades rusas cifraron durante la contienda.

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Lejos del pasado bélico, la cultura se manifiesta en Moscú como un nexo de unión entre distintas épocas. Dando un paseo por la avenida de Marx se llega a la Plaza Teatral, centro cultural de la sociedad moscovita. El famoso Teatro Bolshói, con sus lujosos interiores de terciopelo rojo y oro, acoge un completo programa con los principales nombres del mundo de la ópera, orquestas de todo el mundo y, por supuesto, el mejor ballet. Arbat, por su parte, es una de las zonas más concurridas para disfrutar de la vida urbanita de Moscú, con establecimientos más modernos, tiendas y cafeterías bufé —una alternativa más económica que los restaurantes—.

Para los amantes de los viajes en trenes, desde Moscú parte el más famoso del mundo junto con el Orient Express: el Transiberiano. Su recorrido hacia Vladivostok traza un viaje de más de 10.000 kilómetros que permite ver, de oeste a este, todo el país, descubriendo no solo su paisaje sino también el crisol de formas de vida de los rusos.

San Petersburgo y su Hermitage

Fue el sueño del joven zar Pedro el Grande: abrir Rusia a Europa y, por ende, al mundo. San Petersburgo abre los brazos al viajero como una ciudad fascinante. Pese a haber sufrido uno de los asedios más largos de la Segunda Guerra Mundial —más de 900 días—, se ha conservado como una de las urbes más espectaculares a nivel internacional. Su historia como ciudad imperial ha legado una arquitectura palaciega única que se extiende incluso por su periferia. En ella se encuentra el denominado ‘Versalles ruso’: Petergoff. Se puede llegar hasta él en barco.

Esa herencia constructiva, megalómana y abrumadora acoge el museo más famoso de Rusia: el Hermitage. Por sus grandes dimensiones —lo componen cinco edificios, entre los que destacan el Palacio de Invierno y el de Menshikov—, resulta imposible visitarlo entero en un solo día. Los expertos recomiendan elegir alguna de las secciones de un extenso itinerario que va desde el arte prehistórico hasta la vanguardia. Sin duda, una de sus salas más visitadas es la dedicada al arte impresionista, con un millar de obras de Monet, Renoir, Pissarro, Degas, Cézanne, Gauguin, Van Gogh, Matisse o Picasso, entre muchos otros.

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Para descubrir el ambiente cosmopolita de San Petersburgo, es necesario caminar por sus grandes arterias. La principal es la avenida Nevsky, en la que se encuentra la catedral de Kazán, famosa por su columnata semicircular. Además de su belleza, se trata de un verdadero prodigio de la arquitectura por estar levantada sobre un terreno semipantanoso que requirió reforzar sus cimientos con 24.000 pilotes bajo su suelo. Su cúpula está revestida de 100 kilos de oro macizo.

En esta misma zona se encuentra la catedral de San Salvador, con una estética muy similar a la catedral de San Basilio en Moscú. No menos imponente resulta la fortaleza de San Pedro y San Pablo, a la que se llega cruzando a pie el puente de San Juan.

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Auroras boreales en Rusia

Para quienes ya hayan visitado las dos principales ciudades de Rusia o, simplemente, para aquellos que quieran salirse de la norma, la parte más noroccidental del país ofrece otra serie de atractivos al viajero. Se trata de la Rusia más europea, fronteriza con Finlandia, en la que el paisaje se convierte en un elemento conquistador. La tundra y la taiga recubren esta vasta extensión de territorio cercana al Círculo Polar Ártico y, por ende, una de las mejores zonas del mundo para ver auroras boreales. Múrmansk es la ciudad más grande del Ártico y, pese a su importancia estratégica como enclave militar, ha sabido transformarse para acoger nuevas formas de hacer turismo.

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Parte de ese pasado militar queda representado en el monumento más famoso de la ciudad: el Alyosha. Se trata de una gigantesca escultura de 90 metros de alto que exhibe en su punta a un soldado soviético. La colosal estatua es un homenaje a la resistencia rusa durante la invasión nazi. También es posible visitar el primer barco rompehielos nuclear de la historia —en funcionamiento hasta 1989—. Sin embargo, el principal atractivo de este lugar es un agujero. Concretamente, el más profundo del mundo realizado por el hombre, una perforación de 13 kilómetros hacia las entrañas de la Tierra que se inició en 1962. La naturaleza ofrece otro tipo de espectáculos como el famoso sol de medianoche y sus ‘noches blancas’, que ocurren durante el mes de junio.

El paraíso de los deportes de invierno

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Rusia tiene rincones únicos para practicar deportes de invierno y extremos. El monte Elbrús, frontera natural entre Europa y Asia con sus 5.642 metros, es uno de los puntos más visitados del país para practicar escalada, tanto para aquellos que se inician en ella como para verdaderos expertos. Tras acoger los Juegos Olímpicos de Invierno en 2014, Sochi se ha convertido en otro de los lugares más atractivos para las modalidades invernales. El riesgo es también el reclamo de zonas como la República de Atai, al sur de Siberia, una orografía plagada de lagos y barrancos.

En Siberia también se pueden vivir otro tipo de experiencias únicas. Por ejemplo, poner los pies sobre el lago más profundo del mundo: el Baikal (-1.680 metros). Un reino de hielo cristalino que fascina a todo el que ha tenido la suerte de poder visitarlo. Está ubicado en una zona estrechamente relacionada con tribus nómadas por su proximidad a Mongolia, y en ella es fácil coincidir con etnias como la de los buriatos. En España, la agencia de viajes Pangea es la única que ofrece viajes al lago Baikal.

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Quienes se atrevan a llegar hasta el límite más occidental de Rusia, la península de Kamchatka espera al viajero amante de la naturaleza. Cerrada al turismo hasta 1991, esta zona volcánica tiene entre sus atractivos la contemplación de la vida salvaje del oso pardo. Se estima que está habitada por más de 15.000 úrsidos.

El principal problema para visitar la región es su complejo acceso, así que lo más habitual es recorrerla en helicóptero para ver volcanes como el Uzon, sus llanuras repletas de géiseres o el valle de la Muerte.

Los prejuicios son malos compañeros de viaje. Nos asaltan distorsionando la realidad e impidiendo disfrutar de todo lo bueno y fascinante que nos puede sorprender paseando por el mundo. Las facilidades para viajar a Rusia son cada vez mayores, borrando del ideario popular la sensación de que el país más grande del mundo tiene sus puertas semicerradas al viajero. Los visados se tramitan ahora en 15 días e, incluso, de forma urgente, en solo 48 horas. Pese a ello, Rusia no deja de ser un destino por descubrir. Un lugar donde el pasado histórico reciente ha marcado su presente y que, a día de hoy, evoluciona poco a poco.

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