Catalina celebrará el casamiento más atípico en 'La Promesa': "Eso no es una boda ni es nada"

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Suenan campanas de boda en La Promesa, la serie que La 1 de Televisión Española emite entre semana a las 17:30 horas. Aunque podría suceder que no fuese una boda al uso, como los marqueses de Luján están acostumbrados a frecuentar. En el episodio de este jueves, el personaje de Catalina se ha mostrado dispuesto a imponer su particular criterio a la hora de casarse con el conde de Añil, pese a las burlas de Cruz ante sus extrañas ideas.

Sin embargo, no es el único casamiento que queda en el aire. En episodios anteriores de la ficción de época protagonizada por Ana Garcés, Arturo García Sancho y Eva Martín, entre otros, Salvador se atrevió a pedirle permiso directamente a Alonso para poder casarse con María Fernández. El gesto levantó la furia del marqués, quien avisó a Rómulo de que su lacayo se había propasado, y más teniendo en cuenta que tenía prioridad la boda de su hija con Pelayo.

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En el capítulo de hoy, María Fernández ha encontrado desanimado a Salvador. "Haz de tripas corazón, así lo querría Feliciano", ha expresado su novia, aunque el lacayo se refería a que estaba pensativo todavía por la prohibición de Pía y Rómulo de casarse. María ha opinado que tenían que pedirles personalmente a los marqueses el poder casarse, pero Salvador le ha explicado que ya se había adelantado.

"Te has saltado todas las jerarquías y los protocolos", ha instado esta vez María. Salvador le ha explicado que Alonso se lo tomó fatal, pero que creía que le había pillado en un mal momento. "No nos casamos y encima he conseguido irritar al señor marqués", ha dicho el desilusionado criado. María ha deseado que la estupidez cometida no fuese a mayores.

Catalina ha anunciado el tipo de boda que Pelayo y ella deseaban tener

Cruz ha echado en cara a Pía lo mucho que le había molestado que Alonso hiciese caso al doctor Bueno, y hubiese decidido aislar a Curro en su habitación, con el único contacto de Abel y Jana. La marquesa le ha recordado al ama de llaves que ella era la única que tenía potestad sobre el servicio, y que se le debía consultar cada cambio.

Además, Cruz ha protestado sobre el episodio de Salvador con Alonso. "¿Qué pasa ahí abajo? ¿No saben que existen unas normas?", ha preguntado la marquesa, enojada porque el servicio se distrajese con ideales, y no estuviese completamente centrado en la boda de Catalina y Pelayo.

Una boda diferente

Durante la cena familiar, en compañía del conde de Ayala, Cruz ha hecho un brindis por la visita de su viejo amigo. Catalina ha aprovechado para anunciar el tipo de boda que Pelayo y ella deseaban tener. "Que sea desenfadada, diferente, poco ortodoxa", ha comenzado a describir la muchacha, quien ha generado la intriga de todos los comensales. "Para empezar, lo organizaremos de manera que el servicio al completo pueda asistir a la boda", ha aclarado la prometida del conde de Añil.

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El capitán De la Mata se ha mofado de aquella decisión, diciendo que podían ser ellos quienes les sirvieran a los criados. También ha añadido que tendrían que hacer malabares para que el servicio estuviese sirviendo y atendiendo a la boda al mismo tiempo. "Los haremos", ha asegurado Catalina, quien también ha añadido que deseaba que asistiesen todas las mujeres de Luján que habían ayudado en la elaboración de mermeladas.

La sorprendida Martina ha señalado que era una idea "curiosa", y Manuel, que era "un gesto muy bonito". "Eso no es una boda ni es nada", ha protestado, al fin, la marquesa, quien ha pensado que sería un bochorno, en lugar de un día de amor y risas. Ignacio ha finalizado la conversación con una de sus agrias bromas, diciendo que podían invitar también a algún bandolero.

Cruz le ha dicho a Alonso que debían evitar aquel tipo de celebración a toda costa

Al marcharse el fastidioso conde a su viaje de negocios, Cruz le ha dicho a Alonso que debían evitar aquel tipo de celebración a toda costa, pues serían el hazmerreír de toda la región. Tras mucho debatir, la marquesa ha convencido a su marido para que desviase a Catalina de aquella atípica idea, con la condición de que le dejase obrar a él. "Mejor, a mí no me haría caso nunca", ha dicho Cruz antes de marcharse.

La gran pillada de Catalina

En los jardines, Pelayo se ha reunido con Jerónimo, quien le ha reprochado que su boda sería negativa para sus negocios con Mr. Cavendish, pues después se marcharía con Catalina de La Promesa. El conde ha pensado que aprovecharían los meses previos a la celebración para realizar el máximo de pedidos, y que quizás después llegaría el momento de poner fin al contrabando de armas.

A sus espaldas, Catalina ha aparecido, y parecía haber escuchado, al menos, parte de la conversación. ¿Se ha enterado de lo que se llevan entre manos su prometido y su amigo? ¿Será este el comienzo de una nueva fase de desconfianza entre el fututo matrimonio?