'The Architect' (Filmin) es la serie que te hará reír si te han subido el alquiler

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En cuestión de distopías futurísticas, la serie Black Mirror en Netflix acostumbra a dar en la diana con las principales preocupaciones humanas que se desatan a raíz de un mundo tecnológico, democrático y postmoderno. Sin embargo, más allá de la popularidad, hay otras series que también contemplan mundos imaginados que, en realidad, no distan demasiado del plano en el que vivimos, y que abren notables debates sobre las circunstancias a las que se expone el ciudadano. La noruega The Architect, disponible en Filmin, es una de ellas.

Con solo cuatro episodios de poco menos de veinte minutos cada uno, Kerren Lumer-Klabbers dirige una sátira brutalista (y también brutal), sobre la depravación inmobiliaria, el alto coste de la vida y las oportunidades profesionales. En ella, la joven Julie (Eili Harboe) busca desesperadamente un lugar donde vivir. Endeudada por sus estudios de arquitectura, el banco le ha rechazado un préstamo para buscar un hogar, y no tiene otro remedio que alquilar una plaza de garaje donde pernoctar. Recién cumplidos sus 30 años, sigue ejerciendo de becaria en un lujoso despacho de arquitectura, al que su exnovio, un afamado arquitecto, acaba de llegar buscando también una oportunidad económica para formar una familia.

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Julie tendrá que pisar unas cuantas cabezas para poder prosperar en una sociedad asfixiante, que no deja espacio alguno para respirar, y cuyo capitalismo despiadado provoca la inestabilidad hasta a las clases medio altas. Inspirada por su caso personal, la joven arquitecta convence a su exnovio para llevar a cabo un proyecto inmobiliario en el centro de Oslo, en el que transformar un parking en una mega-comunidad de viviendas de cuatro metros cuadrados.

Humor absurdo y dudas morales

La comedia es la vértebra principal de la serie de Lumer-Klabbers, que se permite llegar hasta absurdos que cuestionan garantías como los seguros de vida, la brecha salarial e incluso los derechos laborales de las mujeres. Ello no evita dejar algo de espacio al drama, que reflota en una resolución final en el que Julie debe decidir entre el egoísmo o el altruismo.

Kerren Lumer-Klabbers dirige una sátira brutal sobre el alto coste de la vida

La serie, que pasó por la pasada edición del Festival de Berlín (Berlinale Series), está rodada en un formato de falso documental, en el que la cámara sigue a los personajes y busca ansiosa sus reacciones. La técnica del zoom de cámara es algo habitual en The Architect, pues proporcionan mayor humor a los gags de sus increíbles situaciones, al mismo tiempo que ofrecen la sensación de estar viviendo el declive moral de la humanidad urbanita en primera persona.

The Architect es una fábula necesaria, concisa y sin rodeos. Su corta duración casi parece participar en ese consumo rápido que parece reinar en los medios de comunicación y el entretenimiento. No obstante, esta producción de Viaplay mantiene una factura cuidada, desde su elenco interpretativo (mención especial para Harboe y su magistral secuencia de rap al final del segundo episodio), hasta su puesta en escena más minimalista.

Su sentido del humor y su concienciación política y social se acerca al cine del sueco Robert Östlund, en el que los planteamientos de la serie sobre el estado de la calidad de vida media en Europa bien merecería una tertulia tras su visionado.