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El espectáculo televisivo detrás de 'El caso Wanninkhof-Carabantes' (Netflix)
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CRÍTICA

El espectáculo televisivo detrás de 'El caso Wanninkhof-Carabantes' (Netflix)

El documental de Netflix demuestra cómo la prensa y la televisión pueden contribuir, sin pretenderlo, a declarar culpable a un inocente y mandarlo directamente a prisión

Foto: Imagen promocional de 'El caso Wanninkhof-Carabantes'. (Netflix)
Imagen promocional de 'El caso Wanninkhof-Carabantes'. (Netflix)

La "pornografía del dolor" ante dramáticos sucesos dispara la demanda de información en las televisiones y demás medios de comunicación. No nos equivoquemos, los crímenes y desapariciones más inquietantes y escabrosas, sobre todo si son de jóvenes o menores, despiertan un extraño y oscuro interés en el público, ávido porque se escarbe más y más en lo sórdido del asunto.

Esquivar la delgada y peligrosa línea roja que separa la obligación de informar del morbo, la sangre y la "casquería" fina, que hurga sin miramientos en la herida del dolor, no es fácil. Con frecuencia esta tarea se sortea y se traspasa sin vergüenza ni pudor. El circo mediático tras el asesinato, en octubre de 1999, de la joven Rocío Wanninkhof en La Cala Mijas (Málaga) franqueó todos los límites en los platós, con una sensacionalista cobertura del caso; en la prensa, a través de demoledores titulares que faltaban a la verdad; y lo que es peor, en los tribunales.

placeholder Imagen de 'El caso Wanninkhof-Carabantes'. (Netflix)
Imagen de 'El caso Wanninkhof-Carabantes'. (Netflix)

Más allá de la tragedia, el mayor y más rocambolesco error judicial y policial de los últimos años no solo acabó con el asesinato de Rocío Wanninkhof y Sonia Carabantes, sino que 'mató' y enterró en vida a Dolores Vázquez. Toda una sociedad la señaló, la insultó y la vilipendió públicamente, mientras un jurado popular y un tribunal, indiscutiblemente influenciado por la calle y las surrealistas conjeturas en medios y televisiones, la condenaba injustamente y sin pruebas a 15 años de prisión.

20 años después, el extraordinario documental 'El caso Wanninkhof-Carabantes', en Netflix, analiza con la ayuda de varios de sus protagonistas, uno de los episodios más negros, bochornosos y mediáticos de la España de comienzos del siglo XXI.

Presunto crimen pasional entre mujeres

El morbo que despertaba el crimen de Rocío, envuelto en suculentos ingredientes del más digno culebrón, resultaba demasiado tentador, no podía ser más apasionante. En aquel misterioso tablero de ajedrez entraban tristemente en escena, además de una bella joven asesinada, una madre indignada y combativa en los platós de TV exigiendo justicia, una sociedad crispada en busca del culpable y la expareja de esta, Dolores Vázquez, detenida al año de aparecer el cadáver y acusada de haber matado a la joven, de 19 años, movida por los celos.

Los investigadores echaban el cierre al caso, con un crimen pasional entre mujeres, y sin prueba alguna en su contra, Dolores Vázquez, dos años después de su detención, acababa sentada en el banquillo, rodeada de público, prejuicios, mentiras y cámaras de televisión de todo el país.

placeholder Imagen de 'El caso Wanninkhof-Carabantes'. (Netflix)
Imagen de 'El caso Wanninkhof-Carabantes'. (Netflix)

Interminables colas de curiosos intentando acceder a la sala y cientos de cámaras y periodistas a las puertas de los juzgados marcaron el juicio contra Dolores, desde el mismo día que arrancó, en septiembre de 2002 en Málaga. Con nada a favor de Dolores, daba comienzo el mayor espectáculo mediático de aquel año.

El delirio mediático de la prensa de la época se había encargado de sentenciarla desde el mismo día de su detención, presentándola como una mujer fría, malvada, rencorosa, vengativa, autoritaria, calculadora, despechada y, además, lesbiana. Todo ello contribuyó, sin lugar a dudas, a que un jurado popular, más pendiente de la televisión que de lo que ocurría en el estrado, la declarara culpable sin miramientos, condenándola a 15 años de prisión.

Foto: Carteles de las desapariciones de Rocío y Sonia. (Netflix)

Tuvo que morir un año después otra joven, Sonia Carabantes (17 años), para que su inocencia quedara probada para siempre. Los restos de ADN encontrados en su cadáver coincidían con los hallados en la escena del crimen de Rocío Wanninkhof. Gracias a la incriminación de su exmujer, Tony Alexander King, un delincuente sexual con un largo historial delictivo en su país (Reino Unido), era detenido, acusado de ambos crímenes.

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Imagen del documental 'El caso Wanninkhof-Carabantes'. (Netflix)

Para entonces, Dolores Vázquez ya lo había perdido todo: su trabajo, sus amistades y su vida, convirtiéndose, sin quererlo y gracias a la prensa y la televisión, en uno de los personajes más populares de España. Dolores pasó 519 días, con sus noches, en prisión por un crimen que nunca cometió. Buscando el anonimato, se refugió en Inglaterra hasta hace dos años, cuando decidió volver a su Galicia natal. Nunca ha querido hablar, rechazando ofertas millonarias para sentarse en un plató. A día de hoy, nadie la ha indemnizado por todo lo ocurrido y, lo más triste, nadie le ha pedido perdón.

La "pornografía del dolor" ante dramáticos sucesos dispara la demanda de información en las televisiones y demás medios de comunicación. No nos equivoquemos, los crímenes y desapariciones más inquietantes y escabrosas, sobre todo si son de jóvenes o menores, despiertan un extraño y oscuro interés en el público, ávido porque se escarbe más y más en lo sórdido del asunto.

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