'Las cintas de Ted Bundy', la otra cara del mayor asesino de mujeres en EEUU (Netflix)

La serie documental 'Las cintas de Ted Bundy', recientemente estrenada en Netflix, así como la película protagonizada por el joven actor Zac Efron sobre uno de los asesinos en serie más letales de la historia de Estados Unidos, con 30 mujeres brutalmente asesinadas a sus espaldas, han puesto sobre la mesa una pregunta de difícil respuesta: ¿por qué sigue despertando tanto interés este terrorífico criminal tres décadas después de ser condenado y ejecutado en la silla eléctrica?

Bundy murió el 24 de enero de 1989 en la prisión de Florida, tras años de espera en el corredor de la muerte. Su ejecución, al igual que su juicio, fue seguida por periodistas de medio mundo. A pesar de las acusaciones, en el juicio tan solo se pudo demostrar que asesinó a tres mujeres, una de ellas una menor. Sin embargo, no hubo pruebas suficientes para incriminarlo en el resto de las muertes. Fue el propio Bundy quien, poco antes de morir, confesó su relación con todos los asesinatos.

Son varios los elementos que hacen de la serie de Netflix un documento único. El primero, las espeluznantes e inéditas cintas hasta ahora desconocidas, más de 100 horas de conversación mantenidas por Bundy con dos periodistas, Stephen Michaud y Hugh Aynesworth, que han visto la luz por primera vez. Se trata de entrevistas realizadas en 1980, cuando esperaba en el corredor de la muerte.

Su risa nerviosa, sus pausas, sus silencios y, sobre todo, sus respuestas en tercera persona a preguntas tan comprometidas como por qué alguien puede llegar a matar dejan al espectador sin palabras tras escucharlas.

Pero no solo eso. Tan interesante o más que el contenido de las cintas es el testimonio de quienes, no sin grandes dificultades, investigaban a conciencia las desaparaciones de mujeres a diestro y siniestro por el país. La policía de entonces no contaba ni de lejos con los medios de hoy en día.

Durante cinco años logró eludir a la Justicia y cometer 30 atroces asesinatos. Sus víctimas, jóvenes y guapas entre 21 y 30 años

En los setenta, una mujer desaparecía y, tras la oportuna denuncia, caía en el olvido. No había internet, ni bases de datos de violadores ni información centralizada de criminales con las que realizar una investigación exhaustiva. A veces, se invertían meses en dar con una pista. De todo ello, el hábil Bundy se aprovechó oportunamente para asesinar con impunidad y a su antojo.

El placer de matar

El placer de matar o la búsqueda de la perfección en el siguiente asesinato, como él mismo reconocería en una de las cintas, le llevaría a cometer semejantes atrocidades. Bundy trajo de cabeza al FBI, hasta ser detenido y juzgado tras una fuga en la que incluso volvió a matar.

Sin embargo, Bundy cometió varios errores. Una joven a la que no logró quitar la vida escapó de sus garras y lo identificó. Era la primera testigo que lograba escapar con vida. Escucharla, 30 años después, es toda una lección de entereza. Durante el juicio tuvo el valor, además, de sentarse frente a él. No fue solo su aterrador testimonio el que lo llevó a la silla eléctrica. Unos mordiscos a unas víctimas coincidentes con su mandíbula terminaron declararándole culpable.

¿Qué le hacía diferente?

Aunque parezca mentira, una vez comenzado el juicio, cientos de mujeres llegaron a concentrarse a diario a las puertas de la sala para verlo, fascinadas por sus encantos, locas por tocarlo, besarlo e incluso por hacerle llegar declaraciones de amor a través de su abogado. ¿Qué tenía y tiene Ted Bundy para atraer de ese modo a las mujeres, a sabiendas de que se trataba de un despiadado asesino?

La respuesta es muy sencilla. No era el prototipo de asesino en serie, sino más bien todo lo contrario, un joven atractivo, inteligente como pocos, seductor, culto, universitario, con dos carreras (psicología y derecho) y que incluso había hecho sus pinitos en el mundo de la política. En definitiva, el chico perfecto, que aparentemente no había roto un plato.

Bundy tuvo varias relaciones a lo largo de los años. Sus compañeras sentimentales parecían no saber nada sobre el lado siniestro de su personalidad, aunque una de sus novias, antes de terminar con él, fue quien alertó a las autoridades sobre su peligrosidad.

Cada día se agolpaban cientos de mujeres a las puertas del juicio para ver y tocar a Ted Bundy, un auténtico 'sex symbol'

Entre las mujeres más involucradas sentimentalmente en su vida se encuentra su esposa, Carole Ann Boone. En la serie no aparece hasta bien avanzado el último capítulo. Para aquellos que no estén familiarizados con los detalles de la historia de amor entre ambos, ella nunca dudó de su inocencia y menos todavía durante el juicio. Es más, tuvieron un hijo durante su estancia en prisión. Carole fue su relación más íntima y profunda.

No es un caso aislado. Por ejemplo, Richard Ramírez, condenado por 14 asesinatos, se casó en la cárcel con una periodista llamada Doreen Lioy, que aseguró que se suicidaría cuando se ejecutara a Ramírez. Al final, este asesino falleció por insuficiencia hepática en 2013 en la cárcel.

El atractivo que en su dia despertó Ted Bundy se ha vuelto a repetir entre gran parte del público femenino, tras el estreno de la serie. Y es que para parte de la audiencia aquel monstruo, aquel ser sin escrúpulos y obsesionado con las mujeres, les parece sexy. A tal punto ha llegado este interés por él que la plataforma de 'streaming' ha manifestado su preocupación al respecto, lanzando este mensaje en Twitter:

"Hemos visto a muchas personas idealizando el aparente 'sex appeal' de Ted Bundy. Queremos recordarles que existen miles de hombres guapos en el mundo y la mayoría de ellos no son convictos asesinos en serie", llegó a publicar hace unas semanas la cuenta oficial de Netflix en Estados Unidos.

Sea como fuere, e independientemente de todo, Netflix ha vuelto a hacerlo. Este 'true crime' no viene si no a poner de manifiesto que la plataforma de 'streaming' es la gran maestra en este género. Ya lo demostró en su día con 'Making a Murderer', cuya segunda temporada se estrenó recientemente, o con 'The Keepers', la fascinante serie documental de siete capítulos sobre el asesinato sin esclarecer de una monja de Baltimore.