"Españoles, Franco ha muerto": el Generalísimo se despide de la televisión
44 años después, los restos de Franco han salido este jueves de la basílica del Valle de los Caídos y las imágenes han podido verse a través de las principales cadenas del país
"Españoles, Franco ha muerto". Tengo la suficiente edad para tener grabada en la retina la imagen de un desolado Arias Navarro anunciando la muerte de Franco. Confieso que desde la ignorancia infantil me acuerdo más de aquel par de orejas que del verdadero significado de la noticia. En noviembre de 1975 yo estaba convaleciente de una grave enfermedad pulmonar, para mí todavía no había comenzado el curso y de la agonía del entonces jefe de estado solo recuerdo que los médicos del hospital para animarme comparaban el parte médico y me decían que "tenía más doctores que el Generalísimo".
El domingo 23 de noviembre de 1975 Francisco Franco era enterrado con honores de Estado en el Valle de los Caídos, la ceremonia se transmitió en directo por la única cadena que existía en este país. Casi 44 años después, concretamente 43 años, 11 meses y dos días, gracias a la Ley de Memoria Histórica Franco ha salido del valle y reposa ya en el cementerio de Mingorrubio junto a su esposa, Arias Navarro, y Carrero Blanco, entre otros. Francisco Franco Bahamonde ha partido con todo el respeto que se le debe a un muerto y sin ningún tipo de honores como solicitó su familia. Sin ningún tipo de honores, sí, pero convertido en el Generalísimo de la televisión.
Si no fuera por el color de los micrófonos, resultaba imposible saber la cadena que tenía sintonizada
Confieso que me hubiera gustado tener un despacho, como los de los directivos, esos que visten una pared entera con pantallas para ver al unísono por lo menos las cuatro cadenas que han convertido la exhumación de Franco en la noticia del día. Que no digo yo que no lo fuera, sino que para escribir sobre el tema, lo de zapear y estar dando vueltas por la parrilla me ha resultado lo más parecido a subir una montaña rusa. He terminado con la cabeza como un bombo de darle al mando, de pasar de 'Los desayunos' a Ferreras y de Susanna Griso a Ana Rosa. Bueno, esta última me ha dado un respiro, porque en el momento en el que Félix Bolaño, secretario general de presidencia de Gobierno, llegaba al Valle de los Caídos, Ana Rosa andaba con el asunto catalán y una entrevista en plató con Albert Rivera. Lo dicho, una cadena menos con la que zapear.
Aunque la exhumación estaba prevista para las diez y media de la mañana, desde primera hora los programas de televisión ya calentaban motores. Mientras Ana Rosa dirigía una mesa de tertulianos protagonizada por las pasadas de Eduardo Inda que, apelando a las maldiciones de Tutankamón, sostenía que "podría surgir otra tras la exhumación de Franco"; Susanna Griso se apuntaba el tanto de emitir las primeras declaraciones del nietísimo Francis Martínez-Bordiú Franco. ¡Perdón! Franco Martínez-Bordiú. Hoy no hubiera sido necesario cambiar el nombre puesto que ya se puede escoger el orden de los apellidos. ¡Cosas de la democracia!
Parapetado por una bandera preconstitucional, la del aguilucho, el nieto de Franco ha alimentado el discurso de la profanación y de la venganza pírrica. "Por favor, bajen la bandera que me la voy a llevar", ha pedido al servicio. "Siento muchísimo el trato vejatorio que vais a tener los periodistas. El Gobierno quiere controlar la foto, no tienen nada que ver con nosotros y lo siento como un disparate". Envuelto entre micrófonos y cámaras, Francis Franco se ha subido al microbús con la dichosa bandera y una corona para su abuelo. "Estarán presentes todos los nietos y todos los bisnietos que en este momento están en España. Creo que lo que buscan es que parezca que mi abuelo está solo, cosa que no es verdad".
'Los desayunos' de La 1 optaban por convertirse en un espacio pedagógico. De manera que mientras el nieto soltaba sus soflamas, los tertulianos se han dedicado a dar explicaciones sobre lo que significa la exhumación de Franco y lo que debería ser el monumento a los Caídos una vez que el dictador salga. "Esperemos que se convierta en un espacio pedagógico para contar lo que supuso el franquismo. Esto no ha acabado aquí, es necesaria una resignificación y establecer un memorial para que no nos olvidemos que España sufrió una dictadura", ha matizado Emilio Silva, fundador de la Asociación de la Memoria Histórica.
Al tiempo, 'Supergarcía Ferreras', en La Sexta, palpitaba con vehemencia, con pasión, con virulencia. Incluso con la exhumación de Franco, su 'Al rojo vivo' brota heredero de la tensión, el ritmo y las maneras ochenteras del Butanito. "09:26. Atención, esta es una decisión de la democracia, el poder legislativo, el ejecutivo y el judicial han dicho exhumación", sentenciaba tajante.
Como estaba previsto, todo el proceso se ha realizado a puerta cerrada y de manera discreta para garantizar la intimidad de la familia. Una vez trancadas las puertas de Cuelgamuros, los programas de televisión se han visto obligados a mantener la tensión informativa. Cada uno lo ha hecho a su manera. Se trataba de seducir a la audiencia. Al final, visto uno vistos todos. Zapatero ha entrado por teléfono en 'Al Rojo vivo' y en directo en La 1. La salida oficial de Francisco Franco (nieto) reaparecía en el programa de Ana Rosa con otro tiro de cámara.
Las mesas se han llenado de políticos de todos los colores, de tertulianos y tertulianas ávidos por vender sus libros, deseosos y deseosas de narrar sus experiencias personales, su conocimiento de la Historia y la importancia (o no) del hecho. Si no fuera por el color de los micrófonos, resultaba imposible saber la cadena que tenía sintonizada.
Hemos conseguido que la exhumación de Franco se mostrara ante el mundo como un circo catódico que ha dejado cierto sabor agridulce
¡Menudo show hemos montado los periodistas! Entre los platós, las imágenes de Mingorrubio, las oficiales de Cuelgamuros, la patética llegada del golpista Antonio Tejero al cementerio y los 15 minutos de gloria de los diferentes actores de este vodevil televisivo Berlanga y mi querido Rafael Azcona, con el que mantuve una correspondencia cibernética maravillosa, habrían escrito un guion soberbio.
Impagable, imagino, esa escena introduciendo el ataúd en el helicóptero no sin cierta dificultad. Sí, nosotros, por el mero hecho de querer ganar la batalla de la audiencia, por entrar al trapo y querer rizar el rizo, por buscar el quién da más hemos conseguido que la exhumación de Franco se mostrara ante el mundo como un circo catódico que ha dejado cierto sabor agridulce. No puedo olvidar que en el valle todavía quedan 33.000 cadáveres, procedentes en gran parte de fosas comunes que se fueron trasladando desde 1959 hasta 1983, en muchas ocasiones de forma clandestina y sin el consentimiento de las familias.
Es cierto, todo ha salido como estaba previsto, se han cumplido los tiempos, pero este jueves, en algún instante de mi frenética mañana, he regresado a aquel domingo de 1975, a la infancia. Me he visto sentada frente a un televisor en blanco y negro, atenta al entierro de Francisco Franco. "Se acabó. El muerto al hoyo y el vivo al bollo", espetó mi padre en el instante en el que los cuatro enterradores ayudados por cuerdas suspendían con delicadeza el ataúd. Aquella frase lapidaria se me quedó marcada para siempre en la memoria. Ingenua, cándida y enferma, muy enferma todavía, me asustó su falta de respeto. No, aquello no se había acabado. Tampoco tengo muy claro que se haya acabado con la exhumación. Quizá la única certeza posible sea que la de hoy ha sido la última actuación oficial de los Franco.
Todavía nos queda mucho por ver. Tenemos por delante una anoréxica campaña electoral en la que se me antoja se va a mascar el aire, por no hablar de aquel que fue familia y ya no lo es, que probablemente se pasee por unos cuantos platós antes de que se apague el ruido de la exhumación. Y cuantos más como él. Como dijo Miguel de Unamuno, "procuremos ser más padres de nuestro porvenir que hijos de nuestro pasado".
"Españoles, Franco ha muerto". Tengo la suficiente edad para tener grabada en la retina la imagen de un desolado Arias Navarro anunciando la muerte de Franco. Confieso que desde la ignorancia infantil me acuerdo más de aquel par de orejas que del verdadero significado de la noticia. En noviembre de 1975 yo estaba convaleciente de una grave enfermedad pulmonar, para mí todavía no había comenzado el curso y de la agonía del entonces jefe de estado solo recuerdo que los médicos del hospital para animarme comparaban el parte médico y me decían que "tenía más doctores que el Generalísimo".