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Lágrimas a cambio de audiencia: "MasterChef Junior no es para niños"
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ESTA NOCHE ACABA LA SEXTA EDICIÓN

Lágrimas a cambio de audiencia: "MasterChef Junior no es para niños"

Psicólogos, pedagogos y expertos en comunicación cuestionan el tratamiento que reciben los concursantes de la edición infantil y que realmente esté dirigido a los más pequeños

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Mauro (12 años) se pone a llorar delante de los fogones porque se ha pasado con el aceite y no le sale bien el sofrito. "Estaba agobiado y no sabía qué tenía que hacer. Es una semifinal y me juego mucho". A su lado, Teresa (9 años) se vuelve un mar de lágrimas porque el agua de la sartén no le reduce. "¡Me está quedando un arroz caldoso!", clama desconsolada. Después le toca a Manuel, que no puede contenerse cuando el chef Pepe Rodríguez le dice que se le ha pegado la paella. "Me he derrumbado", reconoce a cámara.

En poco más de dos minutos, tres concursantes de MasterChef Junior sollozan por cocinar un plato que la gran mayoría de los españoles serían incapaces de sacar adelante de manera decente. El programa de televisión, que esta noche emite la final de su sexta edición en TVE, cuenta con cerca de dos millones de audiencia, tanto de niños como de adultos. Sin embargo, para psicólogos, pedagogos y expertos en comunicación, el programa no es el mejor ejemplo para los más pequeños. Ni para los que participan, ni para aquellos a los que supuestamente se dirige.

"Es un programa para adultos, aunque los protagonistas sean los niños, no hay más que ver la hora a la que se emite, a las diez de la noche", explica la psicóloga especializada en infancia, Ana Saro, de Bliss Psicología. "Lo que buscan es mostrar a un niño pequeño comportándose como un adulto o un famoso. Económicamente lo entiendo, pero psicológicamente no, porque al final lo que hacen es presionarle para conseguir audiencia".

Es un programa para adultos, aunque los protagonistas sean los niños, no hay más que ver la hora a la que se emite

A lo largo de todas sus ediciones, es complicado encontrar a concursantes que no se hayan echado a llorar en algún momento del programa, ya sea por la presión de no acabar un plato a tiempo, por los comentarios de los jueces, o por no ser tan buenos como sus compañeros y acabar expulsados. "El contenido no consiste en que aprendan a cocinar, de hecho llegan ya sabiendo mucho más que tú o que yo. Se basa en quedar el primero y, si no lo haces perfecto, te quedas fuera. Es una contradicción con la educación que damos a los niños. Por un lado, a nivel de sociedad les estamos diciendo 'esfuérzate aunque salga mal porque estás aprendiendo una serie de habilidades que te servirán para el futuro', y por otra queremos que queden los primeros, que sean competitivos, que ganen", añade Saro.

"No es un programa de aprendizaje", considera también la doctora en Comunicación e infancia de la Universidad de Navarra, Charo Sádaba. "Es entretenimiento dirigido al público adulto porque les gusta ver la espontaneidad de los niños pequeños. Un protagonista adulto se autocontrola, no dice lo que le pasa por la cabeza, como sí hacen ellos. Es un poco catártico para ellos en ese sentido. Además, igual que en publicidad, los contenidos con niños y animales siempre son garantía de éxito".

Tensión y autoexigencia

No parece propio de su edad, por ejemplo, que una niña de ocho años se queme una mano cogiendo una olla caliente y, entre lágrimas, quiera seguir cocinando para no perder una prueba a pesar del dolor. Ocurrió en la tercera temporada, y es un ejemplo de la elevada "autoexigencia" que ve la también psicóloga —y seguidora del programa— María Sánchez Rodríguez, del gabinete Aitta: "Para los niños de esa edad todo está o bien o mal, no hay punto medio, por lo que ellos mismos se exigen muchísimo. Pero no saben gestionar esa presión, no tienen las herramientas y necesitan de un adulto que les acompañe. Y eso la mayoría de las veces no se hace".

La pequeña concursante que se quemó, Laura, fue finalmente expulsada en ese programa por no poder terminar su plato, después de enfrentarse al juicio de los chefs, otro de los puntos polémicos del programa. "No es que no debamos prepararles para los juicios, pero es que el discurso está construido para un adulto: desde la expresión facial, las palabras que eligen… Y tú a un adulto, si le atacas la autoestima, la tiene ya construida, y puede seguir adelante, pero un niño todavía no se conoce bien", considera María Esther Galicia, presidenta de la Asociación de Pedagogos de Andalucía. "Además, la autoridad de un adulto para un niño es mucho mayor que la de un adulto hacia otro adulto. No entienden que eso es un juego y al final los chefs no hacen más que cumplir su papel en el programa. No hay que olvidar que no son profesores y que su papel es buscar audiencia, aunque se vista de academia", añade Galicia, quien cree que sería mejor tener en cuenta otras cuestiones como la creatividad, el trabajo en equipo o la limpieza y no solo el sabor final de la receta para que se trate realmente de algo constructivo y adaptado a su edad. "Bajo presión el aprendizaje está condicionado, la motivación y sentirse participe es lo que te hace aprender".

A un adulto, si le atacas la autoestima, la tiene ya construida, y puede seguir adelante, pero un niño todavía no se conoce bien

Después de cada juicio, llega la parte de las expulsiones. De pie, frente a los jueces/chefs, los niños aguardan varios segundos de tensión hasta que les comunican si finalmente pasarán a la siguiente fase. En esta última temporada ha sido un enorme huevo el encargado de comunicar a los agraciados quién era seleccionado en la primera tanda, alargando la espera hasta que se abría… O no. "Se está utilizando la tensión y el sufrimiento de los niños para aumentar la audiencia. Es terrible", considera la experta en ansiedad y estrés de la universidad Complutense, Cristina Mae Wood. "Además, si sacas a 25 niños y al final solo participan en el programa 16, les estás sometiendo a la comparación y la exclusión y eso nunca es bueno". También fue muy cuestionado, por ejemplo, que se obligase a un niño de 10 años a matar a un ser vivo para cocinar un plato, como ocurrió hace un año con una anguila. "Decimos a los niños que no tiren piedras a un perro o un gato y luego les ponemos eso en televisión… No tiene sentido", añade Galicia.

"No sé qué hacen detrás de las cámaras, pero en televisión lo que se ve es que lloran, y enseguida les dicen 'venga, venga deja de llorar y sigue cocinando'. Pero son niños, no adultos y se tienen que recuperar", comparte también Saro. "Con los tiempos de un programa de televisión es difícil de gestionar eso. Hay que zanjar el llanto y, por ejemplo, el regalo de consolación que les dan cuando les expulsan es una manera rápida de hacerlo".

Detrás de las cámaras, desde el programa de MasterChef Junior aseguran que lo que muestra finalmente la televisión no representa las dinámicas que viven los concursantes durante los casi dos meses que están grabando y aprendiendo en la academia de cocina. Además, defienden que el programa sí se adapta a las necesidades de los menores, y que no es una copia literal de la versión adulta. "Aunque comparte la estructura de tres pruebas y algunos retos son similares, la realidad es que los niños están aprendiendo más que jugándose su futuro. Los jueces en el programa son más didácticos y enseñan a los niños cómo desarrollar las pruebas, además de que los veredictos cambian y dejan de ser de exigencia para ser más divulgativos y educativos". También reconocen que los momentos de tensión son una cuestión de "contenido del programa" y que no hay psicólogos en plató para atender los picos de mayor estrés que sufren los pequeños, pero sí un equipo sanitario encargado de asistir, por ejemplo, sofocos como el que sufrió Dani: un concursante que tuvo que sentarse en el suelo mientras las cámaras le grababan debido a las críticas que le lanzaban sus compañeros en una prueba de equipo. "Siempre se busca el fallo, el momento en el que lo hacen mal, o en el que se derrumban, para enfocarles", se queja la psicóloga Sánchez.

Los jueces son más didácticos y enseñan a los niños cómo desarrollar las pruebas

Según la productora, Shine Iberia, los concursantes cuentan en todo momento con la asistencia de dos tutoras que se encargan de cubrir sus necesidades o entretenerles en las horas muertas de rodaje. "MasterChef Junior se produce en la actualidad en 30 territorios y gracias a todas esas producciones, el programa cuenta con una formación y un manual de actuación de cómo hacer las grabaciones con los niños, que se traslada a todo el equipo y reciben la formación adecuada para que el trato con ellos sea excelente", añade José de Isasa, el director de comunicación de la productora.

Lidiar con la exposición pública

A finales de diciembre, en uno de los programas de la edición que acaba este domingo, una niña expulsada recibió como premio de consolación una muñeca 'reborn'. No tardó mucho en encenderse la polémica en Twitter, auspiciada por un tuit del PSOE que afeaba que a sus compañeros varones les hubiesen tocado dispositivos tecnológicos. "Ahí me enfadé bastante, pero no con el programa, sino con la gente que habla sin saber", reconoce la madre de la niña, Eva Agüado, quien pidió al programa que emitiese un comunicado dejando claro que el regalo era elección de su hija. "La mantuvimos al margen, pero es verdad que cuando le paran por la calle y va con ella le dicen que si es la de la famosa muñeca".

Con un programa que se emite en la televisión pública y una audiencia que les convierte en líderes varias semanas por temporada, la exposición a las críticas y la gestión de la fama también son herramientas que los niños deben incorporar a su vida en tiempo récord. Según señalan los expertos depende mucho del menor y, sobre todo, de lo bien que les preparen los padres, aunque tampoco sea apropiado en esa etapa de su vida. "A esta edad no les toca gestionar el éxito, les toca preparase para saber hacerlo en el futuro, pero no de golpe. ¿Cuántas veces hemos visto a mayores que no saben gestionarlo?", se pregunta Saro.

A esta edad no les toca gestionar el éxito, les toca preparase para saber hacerlo en el futuro, pero no de golpe

Frank Díaz sabe bien lo que es lidiar con la fama a una edad temprana. Fue la ficha azul de Parchís, el popular grupo de música de los 80 que se coló en las pantallas de todo el país, y gran parte de Latinoamérica: "La fama en España es dura porque la gente es criticona y envidiosa. A mí me pasó, por ejemplo, que compañeros de colegio que se metían mucho conmigo con el paso de los años me reconocieron que escuchaban nuestros discos en casa".

En la edición de MasterChef de 2015, un comentario machista de uno de los participantes provocó gran indignación en redes sociales y varios periódicos se hicieron eco de la desafortunada ocurrencia. "Muchas veces estás cansado... y no dejas de ser un niño. Por ahí hay todavía algún articulo sobre mí diciendo que el niño simpático de Parchís no era tan simpático. Hombre, si llevas 14 horas de avión y te meten a una rueda de prensa es normal que no estés al 100%, pero la gente se olvida de eso cuando te ve por la tele", recuerda Díaz.

Saber llevar la fama o el éxito, reconocen los expertos, depende mucho de cada niño. Las madres de Mario (ganador de la 1ª edición), Dani o Carlota, (temporada 6), aseguran que su paso por el programa no les ha cambiado su personalidad y que todos lo valoran como una etapa positiva. "Para Mario fue muy buena experiencia. Era la primera edición y no sabíamos muy bien cómo iba a ser, pero él salió muy contento. Lo grabaron todo como un juego", explica Sonia Berrueco, su madre.

Al programa se presentan cerca de 8.000 candidatos y se celebran castings en varias ciudades

Al programa se presentan cerca de 8.000 niños, en castings que tienen lugar en varias ciudades. Después de dos pruebas de cocina y una entrevista personal donde valoran también sus habilidades sociales y carisma, un total de 25 llegan al primer programa, de los cuáles solo 16 consiguen el codiciado delantal para convertirse en concursante. "En casa lo veíamos porque yo soy muy aficionada a MasterChef", relata la madre de Carlota. "Sigo incluso la versión de Estados Unidos y ella siempre ha visto los programas conmigo, así que cuando salió la edición para niños la apunté y para mi sorpresa la cogieron".

Los participantes de MasterChef Junior se llevan, además del regalo final, un curso de cocina online y una remuneración que es confidencial. El ganador obtiene 12.000 euros y una beca para estudiar en una academia de cocina. Pero cuando las cámaras se apagan, tienen que lidiar también con la vuelta al mundo real, independientemente del resultado final: "El niño que pierde está claro que ha perdido, y eso lo han visto sus compañeros, sus familiares, sus amigos… Y el que ha ganado, durante unos meses lo tiene todo, se lo dan todo", considera Saro. "Pero eso también pasa, ya sea porque empiece otra edición o porque simplemente se acabe la ola de este tipo de programas. Y también tienen que enfrentarse a ello".

Mauro (12 años) se pone a llorar delante de los fogones porque se ha pasado con el aceite y no le sale bien el sofrito. "Estaba agobiado y no sabía qué tenía que hacer. Es una semifinal y me juego mucho". A su lado, Teresa (9 años) se vuelve un mar de lágrimas porque el agua de la sartén no le reduce. "¡Me está quedando un arroz caldoso!", clama desconsolada. Después le toca a Manuel, que no puede contenerse cuando el chef Pepe Rodríguez le dice que se le ha pegado la paella. "Me he derrumbado", reconoce a cámara.

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