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Se busca novia, ocupación y vivienda
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Se busca novia, ocupación y vivienda

Santiago Lorenzo vuelve a la dirección con otra obra tan ambigua, indefinida e inclasificable como su ópera prima, Mamá es boba; una desternillante y a la

Santiago Lorenzo vuelve a la dirección con otra obra tan ambigua, indefinida e inclasificable como su ópera prima, Mamá es boba; una desternillante y a la vez truculenta historia contada con mala baba y con la que el realizador vallisoletano se consagró como un fustigador estridente y opaco de una sociedad que merece, a su juicio, latigazos de coherencia e ironía crítica.

Diez primaveras han pasado desde que Lorenzo dirigiera aquella cinta, probablemente el producto más original y estrambótico que surgió de esa hornada de nuevos directores que España vio nacer en los 90. Algunos de los cuales, por cierto, como Santiago Segura y Alex de la Iglesia, se han sentido probablemente influenciados por el único trabajo de Lorenzo a la hora de confeccionar los guiones de sus comedias posteriores.

Por muchas primaveras que hayan pasado desde aquella primera película (1997), el humor desenfadado, desconcertante y perturbador de este realizador nada comercial y atípico sigue gozando de buena salud y se muestra imperturbable ante la avalancha, a veces improductiva, de las modas pasajeras. La misma estética, los mismos contrastes argumentales, la misma simplicidad, los mismos fallos en la construcción del guión, en la confección de los planos... le sirven a Lorenzo para elaborar otra fábula moderna, esta vez sobre los avatares del azar a la hora de conseguir casa, trabajo y amor.

Una nueva comedia perversa sobre la mentira, la inocencia y la buena voluntad, que cuenta con Diego Martín (Aquí no hay quien viva) y María Ruiz (El camino de los Ingleses) como protagonistas, y con la aportación ‘extracómica’ de un genial Antonio Quintana en su papel de octogenario hiperactivo, obligado a lidiar con un protagonista, un antihéroe, que se le cuela en casa aprovechando las prestaciones de un programa de interacción y ayuda entre jóvenes y ancianos.

No es ésta, por cierto, una comedia española al uso. Lorenzo se ha sacado de la manga unos personajes inéditos, un argumento insospechado, y se ha inventado lo que probablemente puede ser calificado como un nuevo género, para confeccionar una historia muy de nuestros días, pero que indudablemente deja un regusto final al mejor Berlanga.

Santiago Lorenzo vuelve a la dirección con otra obra tan ambigua, indefinida e inclasificable como su ópera prima, Mamá es boba; una desternillante y a la vez truculenta historia contada con mala baba y con la que el realizador vallisoletano se consagró como un fustigador estridente y opaco de una sociedad que merece, a su juicio, latigazos de coherencia e ironía crítica.