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La domesticación 'estropeó' a tu perro, la genética puede salvarlo
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La domesticación 'estropeó' a tu perro, la genética puede salvarlo

Razas como el bulldog acumulan tantas mutaciones dañinas en su genoma que su continuidad es cuestionada, pero técnicas como CRISPR podrían eliminar el problema de raíz

Foto: El bulldog es una de las razas menos sanas. (EFE)
El bulldog es una de las razas menos sanas. (EFE)

Desde el pequeño chihuahua al gigantesco lobero irlandés, las más de 300 razas de perro pertenecen a la misma subespecie domesticada del lobo: 'Canis lupus familiaris'. El ser humano moldeó a estos animales a su gusto mediante la selección artificial, según características como tamaño, pelo y obediencia. En el camino se acumularon mutaciones dañinas en el genoma de nuestro mejor amigo. Hoy, algunas razas se encuentran en peligro, pero la genética moderna puede arreglar el estropicio causado por miles de años de domesticación.

"No hay duda alguna de que la mayoría de razas de perro sufren una falta de diversidad genética y que tienen una incidencia mucho mayor de mutaciones deletéreas [dañinas]", asegura a Teknautas el investigador de la Universidad de California en Davis (EEUU) Niels Pedersen. El año pasado, un estudio suyo alertó sobre el estado de una de las razas menos sanas del mundo: el bulldog inglés. Las conclusiones, publicadas en la revista de acceso abierto 'Canine Genetics and Epidemiology', eran poco optimistas sobre la posibilidad de mejorar la salud de estos perros debido a la baja diversidad genética existente.

"Hay muchas razas que desaparecerán o deberían hacerlo, o que necesitan con urgencia aumentar su diversidad genética mediante cruces"

"El ejemplo del bulldog es interesante porque cada una de las características que han sido seleccionadas por el ser humano para dar forma a la raza son deletéreas", añade Pedersen. Como su nombre indica, estos perros se usaban hace siglos en Inglaterra en un deporte nacional en el que el animal debía morder el morro de un toro para forzar su caída al suelo. Esto requería un cuerpo bajo y fornido, cabezas grandes, mandíbulas fuertes y ferocidad.

No se extrañen si no logran imaginar a un bulldog tumbando a un toro: cientos de años de endogamia han hecho que el animal del siglo XIX diste mucho del actual. La raza actual tiene una esperanza de vida media de unos ocho años, aunque los individuos que requieren cuidados veterinarios intensivos de jóvenes rara vez superan los seis años de vida. En comparación, y aunque varía mucho entre razas, esta cifra suele alcanzar la década. ¿Qué le pasa al bulldog? Respuesta corta: todo.

Los bulldogs sufren problemas desde el mismo principio, hasta el punto de que muchos necesitan inseminación artificial —y luego cesáreas— para reproducirse. Esta raza es la segunda con más enfermedades congénitas —solo por debajo del Terranova, según este estudio [PDF]—, y defectos como un pecho plano, piernas demasiado abiertas, anasarca y paladar hendido aumentan la mortalidad de los cachorros. Síndrome braquicefálico, condrodisplasia, prognatismo en la mandíbula inferior, una lengua demasiado grande que obstruye el paladar... La lista es tan larga como terrorífica.

Este perro es un ejemplo extremo, pero no es el único. "Hay muchas razas con grandes problemas que desaparecerán o deberían desaparecer, o que necesitan con urgencia cruces externos para aumentar su diversidad genética", lamenta Pedersen. El artículo del blog 'Science and Dogs' titulado "Cien años de 'mejora' de razas" —nótese el sarcasmo de las comillas simples— se viraliza cada año. En él se recopila la evolución de ocho razas gracias a las fotos de un libro de 1915: un siglo ha bastado para que el bonito bull terrier inglés adquiriera una extraña mutación en su cráneo junto a sordera, persecución compulsiva del rabo y alergias, entre otros problemas.

Los problemas del bulldog, según Pedersen, se han acrecentado en las últimas décadas debido a que los criadores deben gestionar su baja diversidad genética lo mejor que pueden. Sin embargo, un interesante estudio publicado en la revista 'PNAS' en 2016 desterraba la idea de que la consanguinidad reciente es la responsable de la acumulación de mutaciones negativas. Según este trabajo, los cuellos de botella poblacionales [por los que unos pocos animales dan lugar a toda la raza] son los culpables. Es decir, que los problemas comenzaron en el origen mismo de la domesticación.

Gracias a la secuenciación en 2004 del genoma del perro, hoy los dueños pueden detectar los cientos de mutaciones relacionadas con enfermedades hereditarias para evitar aumentar la frecuencia de estos genes en la población. Servicios como el de la Universidad Complutense de Madrid analizan la presencia de las patologías más comunes, desde la degeneración de los conos y las cataratas a la osteogénesis imperfecta y la narcolepsia.

Para Pedersen, este sistema no funcionaría en razas tan dañadas como el bulldog, en que impedir que los animales con mutaciones se reproduzcan solo disminuiría aún más el 'pool' genético. Introducir sangre nueva es la solución más lógica para fortalecer las razas cuya genética es más frágil. "Por desgracia, la mayoría de criadores lo hacen por dinero, aunque lo nieguen, y no tienen intención de cambiar o mejorar sus razas mientras haya gente dispuesta a comprarlas", añade el investigador.

Edita a tu mascota

Hoy en día, ningún artículo de genética está completo sin mencionar CRISPR. Como no nos gusta decepcionar a nuestro público, allá vamos. Para atajar de raíz el problema de la baja diversidad genética en los perros, las técnicas modernas de edición genética —como CRISPR, guiño, guiño— tienen en su mano el destino de los pobres bulldogs. La ausencia de regulación hace que su aplicación todavía esté lejana.

David Ishee trabaja en una perrera de Misisipi (EEUU) y, en sus ratos libres, colabora en el movimiento 'biohacker'. A comienzos de 2017, envió a la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) su plan para salvar a los dálmatas: reparar su genoma con CRISPR para 'borrar' las mutaciones que causan enfermedades como hiperuricemia. Incluso se había montado un laboratorio en su cobertizo, según relata la revista 'MIT Technology Review'.

Foto: EFE

La teoría está clara: siglos de consanguinidad han hecho que no haya un dálmata con una copia normal del gen que elimina el ácido úrico, lo que puede llevar a bloquear la uretra hasta el punto de que la vejiga explote. Insertando el gen 'correcto' en esta raza mediante la edición con CRISPR se podría eliminar el problema.

La FDA respondió a Ishee en forma de indirecta, publicando una propuesta para regular la edición de animales domésticos. La agencia ya regula los animales transgénicos que incluyen material genético de otras especies, pero en este caso el material genético sería solo de perros. "Creo que será más fácil enseñar CRISPR a los criadores de perros que explicarles por qué la crianza pura es mala", aseguraba Ishee a la revista con optimismo o pesimismo, según se mire. Es poco probable que la salvación del bulldog salga de su cobertizo pero, una vez las nuevas tecnologías se popularicen, los genetistas podrían arreglar el desaguisado causado por los criadores.

Desde el pequeño chihuahua al gigantesco lobero irlandés, las más de 300 razas de perro pertenecen a la misma subespecie domesticada del lobo: 'Canis lupus familiaris'. El ser humano moldeó a estos animales a su gusto mediante la selección artificial, según características como tamaño, pelo y obediencia. En el camino se acumularon mutaciones dañinas en el genoma de nuestro mejor amigo. Hoy, algunas razas se encuentran en peligro, pero la genética moderna puede arreglar el estropicio causado por miles de años de domesticación.

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