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El Siri de 1939 resucita: así es Pedro The Voder, la primera máquina capaz de hablar
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El Siri de 1939 resucita: así es Pedro The Voder, la primera máquina capaz de hablar

Cuando los asistentes virtuales nos han acostumbrado a ver dispositivos hablando, Bell Labs reconstruye el primero de todos: un órgano que se paseó por ferias de medio mundo.

Foto: No, Siri no es ella sino el organillo que tiene delante (Bell Labs)
No, Siri no es ella sino el organillo que tiene delante (Bell Labs)

Siri, Cortana y demás asistentes virtuales han logrado que el ser humano vea con total normalidad eso de que una máquina hable y, lo que es aún más sorprendente, nos responda con cierta coherencia (e incluso algo de sentido del humor). Sin duda, ayuda que tras las bambalinas se encuentren las grabaciones de voces humanas reales y guionistas de carne y hueso. Pero no siempre fue así.

Foto: Lens lleva la inteligencia artificial a la cámara del móvil. (Google)

Construir un mecanismo capaz de imitar la capacidad humana de hablar fue durante siglos una de las obsesiones del mundo de la ciencia. Hasta que a finales de la década de los años 30, los prestigiosos Bell Telephone Laboratories lo lograron: el ingeniero y pionero de la electrónica Homer Dudley lo patentó en 1938 para la compañía hoy propiedad de Nokia. Su nombre era Pedro The Voder y es uno de los abuelos de Siri.

"The Voder genera palabras. Es la primera máquina del mundo que hace esto", rezaba la nota de prensa publicada por la compañía el 6 de enero de 1939 desde su sede en Nueva York. Cuando este artilugio que asombró al mundo está cerca de cumplir 80 años, Bell Labs ha reconstruido este prodigio de la tecnología que nunca llegó a ponerse en venta. "Fue utilizado en ferias de todo el mundo y en conferencias durante años", explica el responsable del archivo de Bell Labs, Ed Eckert, a Teknautas. "Fue una entretenida demostración de las primeras comunicaciones entre el hombre y una máquina. Era un signo de las cosas que estaban por venir", resume.

En realidad, The Voder no hablaba por sí solo. De hecho, para que funcionara era indispensable que un humano (la mayoría de veces, una operadora llamada Helen Harper) se sentara ante este artilugio "con aspecto de pequeño órgano pasado de moda con un teclado y un pedal", tal y como lo describían en las crónicas de los primeros meses de 1939.

placeholder Circuito de funcionamiento del Voder (Bell Labs)
Circuito de funcionamiento del Voder (Bell Labs)

Si nosotros emitimos unos sonidos u otros en función de la posición de boca, lengua y labios y dependiendo de qué cuerdas vocales hagamos vibrar, The Voder imitaba la voz humana a partir de la creación de ondas eléctricas convertidas en sonidos a través de unos altavoces.

Qué ondas fueran emitidas dependía de las teclas pulsadas por la operadora: las negras hacían que sonaran la 'g', la 'p' o la 't', mientras que las blancas se encargaban de la 'th' y la 'f', en función de si se pisaba o no el pedal de este singular órgano reconocido como uno de los antepasados de Alexa y compañía. "Combinados, The Voder, el lenguaje por ordenador y el reconocimiento de voz componen las raíces de lo que usamos hoy en día en asistentes como Siri y Cortana", explica Eckert.

Uno de los mayores reclamos en las actuaciones de The Voder era su pronunciación de palabras complejas. "Antiflogistina (…), onomatopoyética o el deletreo de Missisippi eran algunas de las favoritas", se explica en la crónica de una de las ferias por las que pasó el invento. Un 'show' que, como cualquier espectáculo circense, se basaba en el más difícil todavía.

Un nombre con historia

Sin embargo, este hito no llegó a hacerse un nombre propio en la historia y, a día de hoy, no es ni tan siquiera una pieza de museo. Si bien en solo un año sus habilidades fueron contempladas por más de cinco millones de visitantes en distintas ferias de la época, The Voder no ha llegado a nuestros días en su formato original.

placeholder El Voder, en pleno funcionamiento (Bell Labs)
El Voder, en pleno funcionamiento (Bell Labs)

"Se conservó en los archivos de AT&T [la compañía matriz de Bell Labs en origen]. Sin embargo, recientemente se descubrió que faltaba un componente esencial en su configuración", cuenta Eckert.

Precisamente por ello, Bell Labs se ha decidido a fabricar una réplica que sigue los esquemas de la máquina original y que funciona de igual manera. Todo, siendo fieles al principal reto del Voder creado por Dudley: fue construido por completo (salvo las teclas) con componentes utilizados de forma habitual en el servicio de telefonía de los años 30. "También requiere de un operador entrenado para producir los diversos sonidos usando una consola con teclas parecidas a las de un piano y pedales", explica el responsable del archivo de la compañía.

Su nombre también es un trozo de historia. Por una parte, la denominación oficial (The Voder) no es sino una forma de abreviar la descripción del propio artilugio: 'Voice Operation Demonstrator'. Sin embargo, también se le otorgó el más cercano y humano sobrenombre de Pedro. La causa: una de las confusiones telefónicas más regias de la historia.

Sucedió en la Exposición Universal de Filadelfia de 1876 y el protagonista fue Pedro II, último emperador de Brasil. Al utilizar el teléfono que Bell presentaba en aquella exposición, el mandatario no pudo evitar mostrar su sorpresa y exclamó, tal y como recordaban desde Bell Labs cuando pusieron nombre a su invento, un sincero (aunque equivocado) "¡Dios mío! ¡Habla!".

Así, cuando la compañía logró crear una máquina que, efectivamente, sí podía hablar, la bautizó como Pedro The Voder en homenaje al emperador brasileño que creyó estar ante un aparato que podía expresarse como un humano a finales del siglo XIX. Un adelantado a su tiempo, sin duda.

Siri, Cortana y demás asistentes virtuales han logrado que el ser humano vea con total normalidad eso de que una máquina hable y, lo que es aún más sorprendente, nos responda con cierta coherencia (e incluso algo de sentido del humor). Sin duda, ayuda que tras las bambalinas se encuentren las grabaciones de voces humanas reales y guionistas de carne y hueso. Pero no siempre fue así.

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