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Un brote de rayos gamma provocó una extinción masiva hace 500 millones de años
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su carga energética destruyó la capa de ozono

Un brote de rayos gamma provocó una extinción masiva hace 500 millones de años

El astrofísico Raúl Jiménez estudia los brotes de rayos gamma y su potencial para provocar extinciones como modo de optimizar la búsqueda de vida en el universo

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Enrico Fermi fue un físico que participó en el Proyecto Manhattan, que desarrolló la bomba atómica en Estados Unidos a mediados del siglo XX. A pesar del avance científico (positivo o negativo, según se mire) que supuso ese trabajo, Fermi filosofaba sobre el asunto con un profundo pesimismo. Durante ese tiempo, el investigador enunció lo que pasó a llamarse como la paradoja de Fermi.

Básicamente, quiso señalar la contradicción entre las estimaciones generalizadas de que hay una enorme probabilidad de que otras civilizaciones inteligentes habiten en algún lugar del universo y la total ausencia de evidencias de que esas civilizaciones efectivamente existan.

Esto sugería que nuestro conocimiento y observaciones eran defectuosos o, desde un punto de vista más oscuro, que toda civilización avanzada desarrolla con su tecnología el potencial para autodestruirse. Inmerso en la Segunda Guerra Mundial y dado el trabajo que llevaba a cabo, la visión de Fermi estaba llena de pesimismo.

La física teórica señala el lugar para empezar la búsqueda

La búsqueda de vida en el espacio está llena de incógnitas. Para los no versados en astronomía y astrofísica, parece una tarea más propia del cine de efectos especiales que de un puñado de físicos teóricos encerrados en un despacho haciendo cálculos ante una pizarra. Pero lo cierto es que es en esas pizarras donde se dan muchos de los avances que permiten, al menos, orientar las exploraciones en el espacio.

Raúl Jiménez es profesor de Física Teórica y Astrofísica en el Instituto de Ciencias del Cosmos de la Universidad de Barcelona e investigador asociado de la Universidad de Harvard, y es uno de esos científicos expertos en trabajar con cifras y cálculos para conocer cómo es, y cómo fue, ese vasto espacio exterior ypor dónde empezar a buscar posibles formas de vida extraterrestre.

Sus últimos trabajos se basan en conocer el papel que tienen los brotes de rayos gamma (GRBs por sus siglas en inglés) sobre las formas de vida, una posibilidad sobre la que se especulaba pero que su última investigación ha conseguido demostrar. No se trata solo de curiosidad, sino de optimizar los recursos dedicados a la búsqueda de esas formas de vida, empleándolos en las zonas con mayores probabilidades de éxito.

Los brotes de rayos gamma y su efecto sobre los seres vivos

“Los brotes de rayos gamma son fenómenos en los que se emiten radiaciones con cargas de energía extremadamente altas, más que las que genera la explosión de una supernova, de más de 100 kiloelectrónvoltios. Para entendernos, son oleadas de partículas a más de un millón de grados centígrados”, explica Jiménez. Durante más de 40 años, la comunidad científica ha tratado de determinar si estos fenómenos astronómicos, los brotes de rayos gamma, tenían algún efecto sobre la vida en la Tierra y, por extensión, sobre las posibles formas de vida que pudiesen existir en otros puntos del universo.

Según sus resultados, cuando grandes cantidades de esta potente radiación chocan con la atmósfera, la vida de nuestro planeta comienza a tener un problema.Al chocar esas partículas con la capa de ozono, forman grandes cantidades deóxido nítrico, para lo que cogen un átomo de oxígeno, rompiendo las moléculas de ozono. Esto destruye el escudo que nos protege de la radiación solar más potente, provocandola destrucción del ADN de las células de los seres vivos. Esto significauna extinción masiva en toda la Tierra. “A lo mejor una especie que viva en el fondo marino, a mucha profundidad, podría sobrevivir, pero toda su cadena alimenticia quedaría destruida, así que terminarían desapareciendo igualmente”, cuenta Jiménez.

Jiménez asegura que hace 500 millones de años tuvo lugar uno de estos fenómenos que duró aproximadamente un mes (la explosión de una supernova dura de media unos diez segundos) que causó que desapareciese entre el 90 y el 95% del ozono de la atmósfera. Fue el origen de la conocida como extinción masiva del Ordovícico-Silúrico. En esa época, todos los organismos de la Tierra vivían en el mar, y se calcula que más de 100 familias biológicas desaparecieron.

Los brotes de rayos gamma ocurren de forma más o menos periódica, cuenta Jiménez, y la Tierra habría recibido desde su formación cinco de estos impactos. Según sus cálculos, nos encontramos más o menos en la mitad de un ciclo, de forma que no habría que preocuparse por que esto vuelva a ocurrir hasta dentro de 500 millones de años más.

"Si vas a buscar vida, mejor hacerlo en la periferia de la Vía Láctea"

Sin embargo, la periodicidad no es la misma en todas las zonas de la Vía Láctea, el único pedacito de universo que la tecnología actual nos permite explorar y donde se están buscando otras formas de vida. Los cálculos realizados por Jiménez y sus colegas demuestran que la frecuencia de RGBs aumenta con la densidad de estrellas, de forma que es mayor cuando se mira hacia el centro de la galaxia y menor si miramos hacia fuera.

“Si vas a buscar vida, es mejor explorar en la periferiade la galaxia que en las regiones interiores, porque si la frecuencia de los RGBs es muy alta (100 millones de años, por ejemplo) a la vida no le da tiempo a recuperarse entre un brote y el siguiente. Es prácticamente imposible que haya vida en esas zonas”. Explica que si la Tierra estuviese situada en una región con mayor densidad de estrellas donde los RGBs ocurriesen más a menudo, seguramente no estaríamos aquí.

Enrico Fermi fue un físico que participó en el Proyecto Manhattan, que desarrolló la bomba atómica en Estados Unidos a mediados del siglo XX. A pesar del avance científico (positivo o negativo, según se mire) que supuso ese trabajo, Fermi filosofaba sobre el asunto con un profundo pesimismo. Durante ese tiempo, el investigador enunció lo que pasó a llamarse como la paradoja de Fermi.

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