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Cinco razones para la mayor movilización científica de la historia
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Cinco razones para la mayor movilización científica de la historia

El viernes, mientras Luis de Guindos atendía un “compromiso internacional” y la secretaria de Estado Carmen Vela acudía un acto con la Reina, las calles de

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Cinco razones para la mayor movilización científica de la historia

El viernes, mientras Luis de Guindos atendía un “compromiso internacional” y la secretaria de Estado Carmen Vela acudía un acto con la Reina, las calles de Madrid y otras 21 ciudades vivían la que ya es, según recuerdan los más veteranos, la mayor movilización de científicos que ha habido en España: unas 10.000 personas se manifestaban para pedir que la ciencia se libre de “vaivenes económicos y políticos”.

La cifra es muy significativa, porque el colectivo de investigadores no suele ser dado a las movilizaciones, y su trabajo, lamentablemente, está muy lejos de las preocupaciones de una sociedad con muy escasa cultura científica. Pero esta vez los científicos salieron a la calle, y estaban enfadados. La ciencia nunca ha estado libre de “vaivenes económicos y políticos”. ¿Por qué este masivo cabreo colectivo? Diferentes actores de la ciencia en España resumen las razones en, sobre todo, cuatro.

Es la razón más fácil de cuantificar, pero no es la única, y quizá tampoco es la más importante. Las subvenciones para la ciencia han caído un 13,7%, pero es que, además de que el dinero disponible sea cada vez menor, Hacienda lo retiene y se niega a transferirlo a las comunidades que no cumplen con el objetivo del déficit. Y lo quizá es incluso peor: el año pasado se dejaron gastar más de 100 millones en subvenciones de proyectos que no fueron convocados, y que este año siguen sin convocarse. Los investigadores, en fin, no tienen dinero para investigar, y no saben si lo van a tener en algún momento.

El problema de la llamada fuga de cerebros -que más bien es un exilio- no es la fuga en sí, es el retorno. El Programa Ramón y Cajal, creado para recuperar a nuestros más brillantes científicos, ha perdido casi la mitad de sus plazas desde que se creó, lo cual es aún más escandaloso si se tiene en cuenta que un cajal cobra la cifra de 33.720 euros anuales, un tercio de lo que se lleva un concejal en Madrid. La pasada semana, en un envidiable alarde de falta de pudor, Luis de Guindos retaba al PSOE a que le quitara un contrato a uno de los cajales españoles para dársela al joven físico gallego Félix Martínez, al que le negaron la ayuda a pesar de haber sido declarado como uno de los mejores jóvenes físicos europeos. 

Lo que ocultaba interesadamente el ministro es que el problema no es darle la ayuda a uno para quitársela a otro; es que este año se han concedido solo 175 contratos, 75 menos que el año pasado, de entre 2.200 brillantes jóvenes que quieren volver a hacer ciencia a España.

El ministro de Economía afirmaba algo muy razonable la semana pasada: es necesario, dijo, que la I+D+i se integre en la competitividad de la economía española y, “para eso, es fundamental que busque retornos en el ámbito de los mercados”. Nada que objetar. La investigación aplicada y la inversión privada en I+D son dos de los problemas históricos de este país, y lo menos que se puede esperar de un gobierno liberal es que fomente la investigación privada y elimine las trabas burocráticas para lograrlo. Pero no lo ha hecho. Los presupuestos destinados al colaboración público-privada en ciencia han sido recortados y, además, se han ejecutado por debajo del  50% “ante la falta de cofinanciación de la aportación pública”, denuncia el Colectivo Carta por la Ciencia

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Esta semana, Cotec alertaba también de que las trabas burocráticas han llevado a una caída de la actividad innovadora de un 34% el pasado año. Y mientras, en el colmo del absurdo, el instrumento que iba a mejorar la gestión de la ciencia y eliminar todas estas burocracias sigue en el limbo debido a la burocracia. En el ámbito público, la situación es aún peor, con algunas universidades y centros de investigación taponadas por algunos jefes de grupo que hace años que no hacen más que atribuirse el trabajo de sus jóvenes investigadores, y los puestos de los que se jubilan, además, no son repuestos.

El Gobierno no prevé que la situación mejore, ni aun cuando lo haga la economía. En el Programa Nacional de Reformas de España 2013, remitido por el Gobierno a la UE, se anuncia una congelación de la inversión en I+D hasta el año 2020 y se reduce el objetivo a alcanzar un 2% del PIB en esa misma, frente al 3% inicialmente previsto.

Quizá esta sea la razón más poderosa para la movilización de un colectivo que lleva años sufriendo recortes y burocracias. “Nos sentimos huérfanos en el Ministerio de Economía; estamos en manos de gente que desprecia la ciencia”, decía el viernes Carlos Andradas, presidente de la Cosce (Confederación de Sociedades Científicas de España). El Gobierno miente, una y otra vez, sobre sus recortes, y al parecer con total impunidad. Los científicos salieron a la calle el pasado diciembre, y no fueron recibidos. El pasado viernes tampoco les dejaron pasar de la verja del Ministerio de Economía, y ningún responsable del Gobierno pareció darse por aludido por el hecho de que hubiera miles de científicos en las calles en lugar de los laboratorios. 

¿Cuántos más recortes, burocracias y exilios tendremos que vivir para que alguien se haga responsable del abandono de la ciencia española, y recoja esa carta que los científicos dejaron pegada a la valla del ministerio?

El viernes, mientras Luis de Guindos atendía un “compromiso internacional” y la secretaria de Estado Carmen Vela acudía un acto con la Reina, las calles de Madrid y otras 21 ciudades vivían la que ya es, según recuerdan los más veteranos, la mayor movilización de científicos que ha habido en España: unas 10.000 personas se manifestaban para pedir que la ciencia se libre de “vaivenes económicos y políticos”.