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El fin de la clase media
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EL SISTEMA FINANCIERO FALSEA A KEYNES EN BENEFICIO PROPIO

El fin de la clase media

No se trata de que haya familias que están pasando dificultades para llegar a final de mes o que se hayan quedado temporalmente sin trabajo o

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El fin de la clase media

No se trata de que haya familias que están pasando dificultades para llegar a final de mes o que se hayan quedado temporalmente sin trabajo o que estén perdiendo poder adquisitivo. Se trata de que el esfuerzo realizado para conseguir una formación carece de recompensa porque ya no sirve para conseguir un empleo adecuado, y de que la mayoría de los la salarios serán menores y la inestabilidad laboral será creciente. En eso consiste la crisis de la clase media. En eso y en que están desapareciendo los valores de honestidad, racionalidad y recompensa diferida que le eran propios, así como la continuidad y la seguridad que aportaban al conjunto social. Por eso, hablar de crisis de las capas medias es también hacerlo de un futuro que se aguarda con temor.

 

Sin embargo, hay quien afirma que tal estado de inquietud proviene más de una percepción que de una realidad, que cada vez hay más españoles de clase media y que, en España, la renta per capita se ha incrementado, sustancialmente y de forma equitativa, en las últimas décadas. Según Pedro Sánchez, profesor de economía española y mundial en la Universidad Camilo José Cela, “es cierto que como consecuencia de la crisis económica y del nivel de la inflación, se ha perdido poder adquisitivo. Pero si nos fijamos en la evolución de los últimos 30 años, veremos cómo crecido mucho, hasta superar los niveles de renta per capita de economías como la italiana, lo que era inimaginable. Y, además,  esa riqueza está mejor repartida que entonces, hay más españoles que disfrutan de ese bienestar. De modo que la clase media no está en crisis, más al contrario”.

Para otras posturas, sin embargo, el deterioro de la clase media no sólo es constatable sino que viene de lejos: más que encontrarnos ante un retroceso en el nivel de vida provocado por la crisis financiera estamos viviendo una tendencia sistémica que el mal momento económico ha agravado. Según Luis Enrique Alonso, catedrático de sociología de la Universidad Autónoma de Madrid, la crisis de la clase media “proviene del ciclo alcista, en el que los modelos antidistributivos fueron fragilizando los resortes de seguridad de las clases medias. Lo que ha hecho la crisis ha sido debilitar lo que ya estaba debilitado”.

Y por más que haya esperanzas en que esa situación se invierta, en que las medidas económicas puestas en marcha por gobiernos e instituciones consigan detener ese deterioro, lo cierto es que nada apunta a que tal sea el objetivo prioritario. Incluso cuando actualmente se alude a Keynes y al New Deal, en tanto ejemplo de políticas estatales que consiguieron sacar de la depresión a grandes Estados, se hace en otro sentido. Aquel Keynes es distinto del presente: “El modelo keynesiano se centraba en la economía real y era redistributivo a largo plazo. Lo que estamos viendo es un modelo de defensa de los intereses financieros; este intervencionismo sólo pretende rescatar los márgenes de negocio de las entidades financieras”.

Igualmente, la crisis ha generado esperanzas de que arraigasen comportamientos más racionales: ver cómo asoma la necesidad podría fomentar actitudes entre ciudadanos y consumidores más moderadas y ajustadas a la realidad. Sin embargo, según Alonso, tampoco será así. “Estamos ante conductas típicamente defensivas, de reacción ante el pánico, una de las cuales consiste en intentar reconstruir imaginariamente viejas estrategias de consumo moderado propias de la clase media. Pero es muy difícil que sigan esas estrategias quienes ya han dejado de ser de clase media”. 

Pero el problema va más allá de la pérdida de una posición estructural y de unos comportamientos económicos. La clase media, para ser tal, debía proporcionar estabilidad al conjunto social, lo que la obligaba a detentar valores adecuados a ese propósito, como la honestidad, el gusto por el trabajo bien hecho, la solidaridad con los cercanos, el respeto por la tradición o el reconocimiento de la autoridad. Y como estos valores se estaban perdiendo, quizá la crisis pueda ayudar a recuperarlos. Pero, advierte Luis Enrique Alonso, “es muy difícil que vuelvan esos comportamientos de clase media, que fueron los valores promovidos por el capitalismo del bienestar de la posguerra, sin las instituciones en que se apoyaron, incluido el estado nación. Ahora mismo no hay palancas institucionales desde la que pueda articularse una clase media racional, laboral, no especuladora y que no sólo toma en consideración los intereses individuales”.

Las medidas anticrisis no tienen en cuenta a la clase media

Y esta desaparición progresiva de los estratos intermedios tiene notables efectos para el conjunto de la sociedad, según el sociólogo Enrique Martín López, director del Instituto de estudios de la familia del CEU, para quien uno de los problemas más graves es que los políticos no valoran la utilidad funcional de estas capas. “Hablamos de gentes que tienen un nivel cultural alto, una formación profesional elevada, que son muy importantes para mantener los niveles de calidad en la producción y en la organización de los servicios y a los que no se puede tratar como un sector residual, que es lo que se está haciendo”.  Martín alude a que las medidas que se están tomando para combatir la crisis han olvidado a la clase media. Se da dinero a los bancos para que mejoren su situación y se intenta ayudar a personas con niveles económicos muy bajos pero no se articulan medidas para ayudar a quienes constituyen el núcleo de la sociedad. Algo que ya ocurrió en los años 20, cuando “ni liberalismo ni socialismo atendieron a estas clases, generándose en ellas un gran potencial revolucionario que dio lugar a una cierta exaltación de la violencia, a un nacionalismo contrario al internacionalismo comunista y a una autoafirmación contraria a las políticas de favor con los más desprotegidos. Y esas circunstancias se están repitiendo ahora”.

Y es que, afirma Enrique Martín, el descontento está muy presente, y se acentuará en la medida en que llueve sobre mojado, ya que este sector de la población es el más desprotegido de las últimas décadas. “Las clases medias perciben que todos los sacrificios se los piden a ellas. Han de sufrir la reducción de las retribuciones salariales y el alza de los precios sin recibir una remuneración compensatoria de esos sacrificios, ni siquiera simbólica. Al final, se abre paso la conciencia de que están siendo objeto de una gran estafa social y política”. Máxime cuando hablamos de una clase  que tampoco ve con buenos ojos el mundo sin ética del pelotazo y del egoísmo radical. “Las miembros de las clases medias no tienen hábitos depredadores, no saben hacerlo; su educación y su moralidad les dejan en inferioridad de condiciones en ese terreno. Además, tampoco saben ser violentos: son razonadores, les gusta seguir los cauces establecidos, creen en la necesidad de la justicia…”.

En ese contexto no sería nada extraño, para Enrique Martín, que viésemos crecientes tensiones protagonizadas por un sector social que se siente sobrecargado y menospreciado. Pedro Sánchez, sin embargo, no cree en ese aumento de la conflictividad social, toda vez que los efectos de la crisis no serán tan graves. “Nadie sabe cuánto tiempo va a durar la recesión, pero lo que sí se puede afirmar es que estamos bien preparados para afrontarla. Tenemos un estado del bienestar bastante sólido y solvente en el corto y medio plazo. Informes recientes, en los que se incluyen los efectos que pueda tener esta crisis, aseguran que el sistema actual es sostenible hasta 2030. Y si bien es cierto que  tenemos un mercado laboral con una temporalidad bastante elevada en comparación con otras economías europeas, también disponemos de un estado del bienestar que genera certidumbre. Estamos mejor preparados para afrontar la crisis que la mayoría de economías de nuestro entorno, como la italiana”.

Enrique Martín, por el contrario, no sitúa tanto sus esperanzas en el funcionamiento institucional cuanto en la capacidad de reacción de las capas medias. Así, la crisis podría conseguir “que se desarrollasen tendencias asociativas, que se pusieran en marcha redes de relaciones que tratasen de influir en los asuntos públicos. La clase media debe tener una presencia mucho más activa en la sociedad”.

No se trata de que haya familias que están pasando dificultades para llegar a final de mes o que se hayan quedado temporalmente sin trabajo o que estén perdiendo poder adquisitivo. Se trata de que el esfuerzo realizado para conseguir una formación carece de recompensa porque ya no sirve para conseguir un empleo adecuado, y de que la mayoría de los la salarios serán menores y la inestabilidad laboral será creciente. En eso consiste la crisis de la clase media. En eso y en que están desapareciendo los valores de honestidad, racionalidad y recompensa diferida que le eran propios, así como la continuidad y la seguridad que aportaban al conjunto social. Por eso, hablar de crisis de las capas medias es también hacerlo de un futuro que se aguarda con temor.