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¿Puede un país adicto al petróleo convertirse en 'verde'? El dilema de la izquierda noruega
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Regresan los laboristas al poder

¿Puede un país adicto al petróleo convertirse en 'verde'? El dilema de la izquierda noruega

El futuro de la explotación del crudo, las políticas climáticas o la relación con la UE hacen prever unas negociaciones difíciles para formar el nuevo Gobierno laborista

Foto: Plataforma petrolífera en Noruega. (Reuters)
Plataforma petrolífera en Noruega. (Reuters)

Por primera vez en 20 años, como en una alineación planetaria, las fuerzas de corte socialdemócrata volverán a gobernar simultáneamente en Suecia, Noruega, Dinamarca y Finlandia, tras la victoria en las elecciones parlamentarias noruegas del pasado 12-13 de septiembre del candidato del Partido Laborista (Arbeiderpartiet), Jonas Gahr Støre, con el 26,3% de los votos y 48 escaños. Støre se convertirá en el próximo primer ministro de Noruega, sellando un cambio de tendencia hacia el espacio de centro-izquierda en los países nórdicos. Pero el laborista necesitará pescar apoyos en los partidos de la órbita de la izquierda, muy reforzados en las urnas. Y la cuestión existencial de qué hacer con el petróleo —el oro negro sobre el que se ha construido el país—, en el nuevo escenario de las políticas verdes climáticas, marcará las negociaciones para el nuevo futuro noruego.

Con la economía ya recuperada después de la pandemia de covid-19 y una de las tasas de mortalidad por el virus más bajas en Europa, el debate político ignoró la gestión de la crisis y se centró en temas como las políticas para frenar el cambio climático o la creciente desigualdad social, que pueden suponer un obstáculo difícil de superar entre los partidos de izquierda, con posiciones muy enfrentadas.

Foto: Una tienda de velos islámicos, en Mjølnerparken, uno de los barrios de la lista de guetos de Dinamarca. (Reuters)

El Partido Laborista noruego lleva siendo el partido más votado en las elecciones parlamentarias desde 1927 ininterrumpidamente, pero durante los últimos ocho años perdieron el Gobierno en favor del conservador Erna Solberg (Høyre), ante el poco peso del resto de los partidos del bloque de izquierdas. En esta ocasión, pese a perder un escaño con respecto a los comicios de 2017 y la fragmentación de las distintas formaciones de centro-izquierda, los laboristas alcanzarán el Ejecutivo en un Parlamento (Storting) más diverso que nunca, con 10 fuerzas políticas.

Los laboristas noruegos empiezan esta semana las negociaciones para crear un Gobierno de coalición. Støre tendrá que valerse del avance de los partidos de la órbita de la izquierda como el Partido Socialista (Sosialistik Vensterparti), que pasó de 11 a 13 escaños y el 7,6% de los votos y de los buenos resultados del Partido de Centro (Senterpartiet) que consiguió ser la tercera fuerza más votada con 28 escaños y el 13,5% de los votos. El Partido Rojo (Rødt), de ideología marxista, también festejó la noche electoral su paso de uno a ocho escaños.

En el bloque de derechas, los Conservadores perdieron nueve escaños hasta quedarse con 36, y sus socios de coalición en las dos últimas legislaturas, el populista y xenófobo Partido del Progreso (Fremskrittspartiet) ha obtenido sus peores resultados desde 1993 con 21 escaños. Los Democristianos y los Liberales, los otros dos antiguos socios de Gobierno, también han empeorado sus resultados desde los últimos comicios.

Los socios naturales de los laboristas son el Partido Socialista y el Partido de Centro, una unión que ya gobernó entre los años 2005 y 2013, pero que, según los analistas políticos, puede causar más de un dolor de cabeza a Støre para llegar pronto al acuerdo. Los tres partidos sumarían un total de 89 escaños, suficientes para llegar a la mayoría de 85 escaños del total de 169 del parlamento, “pero serán unas negociaciones duras que se pueden alargar hasta mediados de octubre o más”, augura el profesor de Antropología Social de la Universidad de Oslo, Thomas Hylland Eriksen.

El dilema noruego con el petróleo

“En los últimos años, Noruega está poniendo mucho empeño en hacer una transición para ser un país más ecológico”, explica Hylland. Entre las medidas, el país cuenta con una ambiciosa política de altos impuestos sobre las emisiones de CO₂ que se podría triplicar en el año 2030, además de liderar un acuerdo global para frenar la contaminación de plásticos en los océanos y establecer acuerdos para conservar los bosques y selvas tropicales del planeta. “Siete de cada 10 coches nuevos que compraron los noruegos en 2020 son eléctricos”, pone de ejemplo Hylland “y, sin embargo, se sigue estimulando la extracción de gas y petróleo en el mar del Norte”, un sector que representa el 14% del PIB del país escandinavo, da empleo al 7% de los trabajadores y representa el 40% de las exportaciones.

El Partido de Centro, con un tinte populista y que obtuvo los mejores resultados en las zonas ganaderas y en la costa oeste, donde se encuentran las plataformas extractoras de gas y petróleo, está dispuesto a discutir sobre políticas climáticas, pero no a costa de la industria petrolera. Sin embargo, el Partido Socialista exige la parada inmediata de la exploración de nuevos yacimientos, mientras que el líder de los Laboristas, Jonas Gahr Støre, “tiene ideas muy progresivas respeto a las políticas medioambientales, pero su partido mantiene muchos compromisos con los sindicatos de trabajadores de la industria petrolera, por lo que de momento no se atreve a decir cuándo se deberían detener las extracciones”, explica Emil Erstad, analista político del periódico 'Vårt Land'.

placeholder Activistas de Greenpeace se manifiestan en junio frente al Ministerio de Petróleo y Energía en Oslo. (Reuters)
Activistas de Greenpeace se manifiestan en junio frente al Ministerio de Petróleo y Energía en Oslo. (Reuters)

Desde la década de 1960, Noruega ha construido su riqueza y su sistema de sociedad del bienestar con los beneficios de la explotación del petróleo. Estos beneficios se han destinado a la creación del mayor fondo soberano de riqueza en el mundo, que garantiza, por ejemplo, el sistema de pensiones o de inversiones públicas, y que tiene un valor de mercado que supera los 1,16 billones de euros. “Tenemos una evidente dependencia económica con los combustibles fósiles”, dice Hylland, “pero a la vez somos una sociedad que confía en sus instituciones, nuestros niveles de corrupción son razonablemente bajos y nos hemos hecho inmensamente ricos con el petróleo, si nosotros no lideramos la transición hacia la energía verde, ¿quién lo va a hacer en el mundo?”.

La UE, otra piedra en el camino

La creciente desigualdad social o las dificultades de los jóvenes para acceder al mercado de vivienda son otros de los temas que han centrado la campaña electoral: “En la siguiente legislatura, veremos cómo se suben los impuestos a los salarios más elevados y el impuesto de propiedades”, adelanta Solveig Rud, analista del periódico 'Aftenposten'. “Pero, sin duda, la relación del país con la Unión Europea también generará fricciones en la mesa de negociación”, asegura Rud.

El Partido de Centro y el Partido Socialista están históricamente en contra del acuerdo de libre mercado con la UE, “una postura típica de la izquierda noruega, que se muestra muy escéptica a una mayor integración”, asegura Erstad. Sin embargo, “es muy poco probable que los laboristas quieran dejar el acuerdo de libre circulación”, dice Emil, que pronostica: “Los tres partidos tendrán que hablar entre ellos. Negociar y llegar a acuerdos difíciles es parte del carácter de los noruegos”.

Por primera vez en 20 años, como en una alineación planetaria, las fuerzas de corte socialdemócrata volverán a gobernar simultáneamente en Suecia, Noruega, Dinamarca y Finlandia, tras la victoria en las elecciones parlamentarias noruegas del pasado 12-13 de septiembre del candidato del Partido Laborista (Arbeiderpartiet), Jonas Gahr Støre, con el 26,3% de los votos y 48 escaños. Støre se convertirá en el próximo primer ministro de Noruega, sellando un cambio de tendencia hacia el espacio de centro-izquierda en los países nórdicos. Pero el laborista necesitará pescar apoyos en los partidos de la órbita de la izquierda, muy reforzados en las urnas. Y la cuestión existencial de qué hacer con el petróleo —el oro negro sobre el que se ha construido el país—, en el nuevo escenario de las políticas verdes climáticas, marcará las negociaciones para el nuevo futuro noruego.

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