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Equipos británicos dejan tirado el proyecto

Así se gestó el 'Brexit' de la Superliga

Aunque por puro populismo, el papel Boris Johnson —que llegó a referirse a la Superliga como “cártel del fútbol”, como si fuera organización criminal— ha sido clave para desmantelar el proyecto

Foto: Protestas en Londres contra la Superliga de fans del Chelsea. (EFE)
Protestas en Londres contra la Superliga de fans del Chelsea. (EFE)

Durante la pandemia, los llamados Big Six recalcaron, una y otra vez, el gran valor de los hinchas. Los estadios vacíos fueron decorados con sus fotos mandando el mensaje de que el fútbol no sería nada sin ellos. Pero está claro que los responsables de los clubes no se creían ni una palabra. La realidad es que tomaron a los aficionados por “fanáticos heredados” cuyos intereses podrían ser secundarios a los nuevos mercados que ellos tenían en mente. Pero han perdido la batalla. Han sido humillados. La Superliga ha muerto apenas 72 horas después de que la prensa local revelara su gestación.

La protesta este martes de los aficionados del Chelsea en Londres, donde exhibieron pancartas con leyendas como 'Grand theft football' y cantaron "fuck Pérez", fue la gota que colmó el vaso para que los seis clubes ingleses implicados (Manchester UTD, Liverpool, City, Arsenal, Tottenham y Chelsea) anunciaran su retirada en una particular guerra donde ha estado implicado Gobierno, Westminster e incluso el propio príncipe Guillermo, segundo en la línea de sucesión.

El lunes, como presidente de la Asociación de Fútbol británica, el duque de Cambridge tuiteó: “Ahora, más que nunca, debemos proteger a toda la comunidad futbolística —desde el máximo nivel hasta las bases— y los valores de la competición y la equidad en su núcleo. Comparto la preocupación de los aficionados por la propuesta de la Superliga y el daño que corre el riesgo de causar al deporte que amamos”. En definitiva, los británicos estaban viviendo un momento histórico. Lo que jamás logró el Brexit, lo conseguía el fútbol: unir a todos en un frente común.

La Superliga, según los documentos filtrados ahora a la prensa inglesa, se vendrían gestando ya desde 2016. Ese mismo año, los responsables de los clubes ingleses fueron fotografiados comiendo juntos en una reunión donde se habría discutido una versión preliminar de la propuesta. Según 'The Sun', el principal patrocinador de la iniciativa fue el multimillonario Stephen Ross, el principal propietario del equipo Miami Dolphins NFL.

En dicha reunión estuvieron Ed Woodward, el vicepresidente ejecutivo del Manchester United; Bruce Buck, el presidente del Chelsea; Ivan Gazidis, entonces director ejecutivo del Arsenal, y Ferran Soriano, del Manchester City.

El plan era seguir de cerca la estructura de las principales ligas deportivas de los Estados Unidos, con partidos incluso de menos de 90 minutos. Asimismo, al igual que en las ligas estadounidenses de fútbol y baloncesto, las propuestas incluían planes para limitar los salarios de los jugadores al 55% de los ingresos del club (frente al 70-80% que destinan ahora los clubes europeos). De los 12 clubes implicados en la Superliga, cuatro tienen dueños estadounidenses: Manchester United, Liverpool, Arsenal y AC Milan. Pero finalmente sus planes han sido frustrados.

Foto: El presidente de ACS, del Real Madrid y de la Superliga, Florentino Pérez. (EFE)

Lo cierto es que, aunque haya sido por puro populismo, el papel del primer ministro Boris Johnson —que llegó a referirse a la Superliga como “cártel del fútbol”, como si fueran una organización criminal— ha sido clave para desmantelar el proyecto. Apenas 36 horas después de que los dominicales revelaran los primeros detalles, el inquilino del Número 10 celebraba una reunión a través de Zoom con los ejecutivos de la Asociación de Fútbol y la Premier League y los responsables de las aficiones de los distintos clubes.

Johnson nunca ha sido un entusiasta de este deporte. En una ocasión llegó a dar un cabezazo a un mediocampista alemán retirado en un partido benéfico, pero poco más. En cualquier caso, desde el principio recalcó que su Gobierno haría “todo lo posible” para frustrar la iniciativa.

"Puede parecer extraño que alguien como yo, que apoya el libre mercado, hable de que el Estado debe involucrarse en esto. Pero el fútbol es diferente"

“Puede parecer extraño que un conservador como yo, que apoya el libre mercado, esté hablando de que el Estado y el Ejecutivo deben involucrarse en asuntos de deporte y competencia. Pero el fútbol es diferente. Es tan importante para la cultura británica como las artes”, manifestó durante la reunión.

Negociaciones de Johnson entre bambalinas

En este sentido, el 'premier' preguntó a Richard Masters, director ejecutivo de la Premier League desde finales de 2019, y a la FA qué sanciones podría imponer el Gobierno. Le contestaron que la “máxima” sería la expulsión de sus competiciones, pero advirtieron que esto podría dar lugar a acciones legales por parte de los seis grandes clubes. ¿Estaría, por tanto, dispuesto a ayudarlos? La ferocidad de la respuesta de Johnson sorprendió a todos. El 'premier' dijo que estaba dispuesto a lanzar “una bomba legislativa” para protegerlos, cambiando incluso, si fuera necesario, leyes de competencia de inmediato.

Maquinando el plan, Johnson preguntó al responsable de los aficionados del Manchester United si podían contar con el apoyo de Marcus Rashford, cuya campaña forzó al Gobierno conservador a rectificar su postura, para proporcionar finalmente cupones de comida durante las vacaciones escolares para las familias con menos recursos. “Hay cierto futbolista en el Manchester United que es muy bueno presionando a los políticos”, recalcó el primer ministro.

placeholder Aficionados del Chelsea protestan en Londres. (EFE)
Aficionados del Chelsea protestan en Londres. (EFE)

En cuestión de horas, Rashford se había unido a la creciente legión de jugadores y entrenadores de fútbol que hicieron públicas sus críticas a los planes. El delantero publicaba en sus redes un mensaje: “El fútbol no es nada sin sus aficionados”, una cita de Sir Matt Busby, el primer entrenador de un equipo inglés en ganar la Copa de Europa: el torneo que se convirtió en la Liga de Campeones y que la Superliga habría reemplazado.

Viendo el panorama, las televisiones y los servicios de pago también comenzaron a marcar distancias ante los temores de que un boicot de los hinchas socavara lo que, en principio, se había gestado como una fuente de nuevas ganancias. Amazon Prime Video, que posee los derechos de algunos partidos de la Premier League, recalcó en un comunicado que compartía “las preocupaciones planteadas por los hinchas” y que en ningún momento habían estado involucrados en discusiones para la Superliga. “Creemos que parte del drama y la belleza del fútbol europeo proviene de la capacidad de cualquier club para lograr el éxito a través de sus actuaciones en el campo”, recalcó.

Por su parte, Sky Sports y BT Sport, las principales emisoras deportivas de televisión de pago en el Reino Unido, también criticaron las propuestas. Los grandes comentaristas de Sky, Gary Neville y Jamie Carragher, fueron feroces. Neville, un excapitán del Manchester United, llamó incluso a los propietarios del club “carroñeros”.

Los rumores del nerviosismo en el Chelsea y el Manchester City comenzaron a crecer. “Nunca es bueno para el fútbol cuando el primer ministro se involucra. Ahora nos enfrentamos a la perspectiva de un regulador independiente, una revisión de gran alcance y Dios sabe qué más. Sí, puede ser ingenuo decir que nadie esperaba esta reacción, pero es la pura verdad”, aseguraba desde el anonimato una persona involucrada en las discusiones a 'The Times'. Finalmente, a las 23 hora local del martes, los Big Six protagonizaban una espantada histórica.

La pregunta es qué podría ocurrir ahora. La opción más extrema sería forzar en el Reino Unido un modelo de estilo alemán, donde los aficionados son propietarios del 50 + 1% de los clubes. Sin embargo, eso tiene dos problemas. Uno, es difícil imaginar que el mismo Gobierno conservador que se ha referido a la Superliga como “cártel del fútbol” apoye ahora la expropiación de la propiedad privada. Y dos, no resuelve el problema subyacente de los desequilibrios de poder; la liga alemana es la más desequilibrada de todas.

Durante la pandemia, los llamados Big Six recalcaron, una y otra vez, el gran valor de los hinchas. Los estadios vacíos fueron decorados con sus fotos mandando el mensaje de que el fútbol no sería nada sin ellos. Pero está claro que los responsables de los clubes no se creían ni una palabra. La realidad es que tomaron a los aficionados por “fanáticos heredados” cuyos intereses podrían ser secundarios a los nuevos mercados que ellos tenían en mente. Pero han perdido la batalla. Han sido humillados. La Superliga ha muerto apenas 72 horas después de que la prensa local revelara su gestación.

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