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Un edificio para los pobres para olvidarse de las guerras vaticanas
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Un 2020 difícil para el Papa Francisco

Un edificio para los pobres para olvidarse de las guerras vaticanas

Francisco, que no desperdicia ocasión para recordar el cambio que supone su papado, ha hecho del Palazzo Migliori un ejemplo de castidad y benevolencia con los más pobres

Foto: El papa Francisco visitando el Palazzo Migliori. (Reuters)
El papa Francisco visitando el Palazzo Migliori. (Reuters)

En 1930, los Migliori, una familia aristócrata del entonces reino de Italia (1861-1946), donó al Vaticano un edificio construido en el siglo XIX al lado de la columnata de San Pedro. El lujoso palacio, con frescos centenarios e increíbles vistas del Vaticano, pasó a formar parte de los bienes inmobiliarios de la Santa Sede, un rico patrimonio que más de una vez se ha asociado con los despilfarros y excesos de la curia. Sin embargo, el actual papa Francisco, que no desperdicia ocasión para recordar el cambio drástico que significa que él sea papa en medio de las gangrenadas guerras vaticanas de los últimos meses, ha querido hacer del Palazzo Migliori otro ejemplo.

Foto: Dos ancianos en Orgosolo, un pueblo de Cerdeña. (Reuters)

Mario, un hombre divorciado y en silla de ruedas por una pierna amputada a causa de una infección mal curada, no tiene aspecto de turista. Más bien, como la mayoría de los actuales huéspedes de Palazzo Migliori, ostenta el currículum de aquellos a los que la vida le ha dado unos cuantos reveses. Mismo caso es el de personas como el rumano Vassile Mihasan, un antiguo obrero que llegó hace 15 años a Italia, o Mauro, que acaba de sufrir un infarto y que durante nueve años vivió en un automóvil.

Un problema nacional

Todos ellos ocupan ahora los cuatro pisos y 2.000 metros cuadrados del Palazzo Migliori, un edificio que fue reestructurado con la ayuda de algunos ‘sin techo’ para hacer sitio a 16 habitaciones, 13 baños, una cocina, un comedor, ordenadores con internet y una doble terraza al aire libre, en un entorno estéticamente muy bello. La única pega es el reducido aforo de 50 personas, teniendo en cuenta las 7.000 personas que duermen en la calle en Roma (50.000 en toda Italia) según el Instituto Italiano de Estadísticas (Istat).

El dato, sin embargo, no parece incomodar a Lucia Lucchino, una italiana que trabaja como responsable del comedor. Lucchino insiste en que el objetivo de la iniciativa es predicar con el ejemplo, “tal como hace Francisco”, quien vive en una habitación de no más de 70 metros cuadrados en la cercana residencia de Santa Marta. “Es cierto que el aforo de este lugar es limitado. Pero un lugar así de lindo para los pobres yo nunca lo vi y llevo trabajando en esto desde 1980", afirma Lucchino. Y sentencia: "Dar un lugar así a los pobres significa también darles un sitio distinto en la sociedad. Es un símbolo, un mensaje”.

La decisión, coherente con el discurso de Francisco, choca con otros escándalos que en el pasado rodearon el patrimonio inmobiliario del Vaticano, algunos de estos dignos de las mejores novelas negras. Muy recordado aún es el caso del poderoso Tarcisio Bertone, ex secretario de Estado de Italia, cuya reestructuración de un ático de 700 metros cuadrados suscitó indignación entre los fieles hace cuatro años. Finalmente fue abierta una investigación que acabó con un imputado y un escándalo público que irritó al propio Papa.

Foto: El escritor Antonio Scurati.

Más reciente todavía es otro escándalo financiero que se conoció en octubre pasado. Esta polémica ha llevado a la suspensión de cinco trabajadores presuntamente involucrados en la trama y a la renuncia del jefe de la Gendarmería, quien dimitió después de que el caso se filtrara a los diarios. De acuerdo con lo publicado por la prensa italiana, la Secretaría de Estado habría comprado un inmueble de lujo en Londres con dinero procedente del Óbolo de San Pedro, la institución vaticana que sirve para recaudar las donaciones destinadas a las obras de caridad.

Un caso sangrante

Este caso ha sido considerado particularmente grave debido a que los propios funcionarios vaticanos involucrados trabajaban para la Secretaría de Estado y la Autoridad de Información Financiera de la Santa Sede (AIF), un órgano creado en 2010 supuestamente para vigilar las cuentas del Vaticano y luchar contra el blanqueo de dinero. La trama provocó la salida de René Brüelhart, un abogado suizo que ocupaba el puesto de presidente de la AIF desde 2012. Fue remplazado por Carmelo Barbagallo.

Las sociedades tratan “muchas veces a todos y a todo como mercancías, mercancías que, cuando se vuelven inútiles, son tiradas a la basura"

En medio de estas polémicas, iniciativas como la de Palazzo Migliori se vislumbran con un soplo de aire fresco para los partidarios del pontífice argentino, un Papa que ha arremetido contra el capitalismo “desenfrenado” que genera “nuevas precariedades y esclavitudes”, como dijo en abril de 2018, en uno de sus discursos más famosos sobre el tema. Las sociedades tratan “muchas veces a todos y a todo como mercancías, mercancías que, cuando se vuelven inútiles, son tiradas a la basura, en la cultura del descarte”, añadió el antaño cardenal de Buenos Aires Jorge Mario Bergoglio.

El problema es que, además, las entradas del Vaticano, en particular el Óbolo de San Pedro, han registrado importantes caídas en los últimos años, algo que los analistas ligan a los escándalos de pederastia clerical. Polémicas que no se acallan y continúan salpicando a la Iglesia. Sirva como ejemplo el caso de los Legionarios de Cristo que, más de una década después de que El Vaticano condenara a su pederasta fundador Marcial Maciel, siguen siendo fuente de nuevas denuncias.

Foto: Greta Thunberg y el Papa Francisco Opinión

El caso aún colea. El próximo mes de marzo cuatro miembros de la Legión de Cristo y un abogado colaborador están llamados a juicio por un supuesto intento de extorsión a una persona, al que presuntamente ofrecieron dinero a cambio de callar los abusos sufridos a manos de Vladimir Reséndiz Gutiérrez, un antiguo legionario hoy condenado por la justicia civil y canónica, según documentos a los que ha tenido acceso esta periodista.

Pero los Legionarios no es un caso aislado. Otras congregaciones católicas, como los maristas, los salesianos e incluso la Compañía de Jesús (a la que pertenece el papa Francisco) han tenido que hacer frente a la vergüenza de miembros acusados o condenados por abusos a menores. Este tipo de casos, en particular en los países anglosajones, ha vaciado muchas parroquias y ha reducido las entradas para el clero.

Ataques de la derecha católica

A la par, el tema también ha servido a los ultraconservadores para atacar a Francisco. Eso fue lo que ocurrió en agosto de 2018 cuando Carlo Maria Viganò, un exnuncio en Estados Unidos, llegó a pedir la dimisión del Papa argentino acusándolo de haber estado al corriente, años antes de que el caso se hiciese público, de los abusos de un cardenal.

El caso suscitó un gran ruido, a pesar de que Viganò no aportó pruebas a sus acusaciones y que su ataque fue desestimado como una maniobra procedente de la derecha católica. Esta última se ha mostrado hostil a Francisco por sus aberturas sobre el celibato y los homosexuales, pero también por su defensa de una Iglesia más inclusiva y menos atentas a las formas y, por supuesto, por su defensa de la ecología.

En 1930, los Migliori, una familia aristócrata del entonces reino de Italia (1861-1946), donó al Vaticano un edificio construido en el siglo XIX al lado de la columnata de San Pedro. El lujoso palacio, con frescos centenarios e increíbles vistas del Vaticano, pasó a formar parte de los bienes inmobiliarios de la Santa Sede, un rico patrimonio que más de una vez se ha asociado con los despilfarros y excesos de la curia. Sin embargo, el actual papa Francisco, que no desperdicia ocasión para recordar el cambio drástico que significa que él sea papa en medio de las gangrenadas guerras vaticanas de los últimos meses, ha querido hacer del Palazzo Migliori otro ejemplo.

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