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La activista más famosa, en el corazón contaminador de las instituciones europeas
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Greta Thunberg visita la eurocámara

La activista más famosa, en el corazón contaminador de las instituciones europeas

La joven activista sueca Greta Thunberg visita una de las dos sedes de la Eurocámara. Esa división provoca una factura anual de 19.000 toneladas de CO2

Foto: La joven activista sueca por el clima Greta Thunberg debate este martes con los eurodiputados en la Comisión de Medio Ambiente del Parlamento Europeo (PE) en Estrasburgo. (EFE)
La joven activista sueca por el clima Greta Thunberg debate este martes con los eurodiputados en la Comisión de Medio Ambiente del Parlamento Europeo (PE) en Estrasburgo. (EFE)

Greta Thunberg, una joven sueca de solo 16 años, ha saltado a la fama mundial al impulsar las huelgas escolares el viernes para protestar contra el cambio climático. Su cruzada le ha llevado este martes hasta la sede del Parlamento Europeo en la ciudad francesa de Estrasburgo. Un edificio moderno, bien integrado con su entorno, pero que es foco de mucha de la contaminación de la que es directamente responsable la UE.

La Eurocámara tiene, de forma efectiva, dos sedes: una en Bruselas y la otra en Estrasburgo. Entre ambas ciudades hay unos 409 kilómetros, y como se imaginarán es imposible recorrerlos sin contaminar. Cada tres semanas o cada mes, una legión de personal, eurodiputados, asistentes, equipos, funcionarios, chóferes y corresponsales viajan de la capital comunitaria a la de Alsacia, donde se celebran únicamente las semanas de pleno: cuatro días de actividad intensa. El resto del año se desarrolla en Bruselas.

Las instituciones en Estrasburgo están vacías unos 317 días al año, con el personal mínimo, pero gastando en calefacción o en aire acondicionado

Los cálculos establecen que al año se liberan a la atmósfera unas 19.000 toneladas de CO2 por el transporte de Bruselas a Estrasburgo. Eso es lo que emiten 11.300 coches familiares durante un año (haciendo 12.000 kilómetros) o 4.900 vuelos de Berlín a Nueva York, según las estimaciones que hacen un grupo de eurodiputados que tratan de acabar con esta situación.

Además, mientras la mayoría de personal del Parlamento Europeo se desplaza de Bruselas a la capital de Alsacia, muchos eurodiputados llegan en avión el mismo lunes. Y el aeropuerto de Estrasburgo no es demasiado grande, eso significa que muchos miembros del Parlamento Europeo tienen que utilizar una conexión, lo que representa aumentar todavía más la contaminación. Solo seis capitales (Madrid, Lisboa, Bruselas, Copenhague, París y Praga) tienen vuelos directos.

El derroche no termina ahí. Las instituciones en Estrasburgo están vacías unos 317 días al año, con el personal mínimo, pero gastando en la calefacción de los edificios o en el aire acondicionado durante el verano, con el gasto de la iluminación y del resto de gastos mínimos. Los eurodiputados critican que cada tres semanas o un mes sale desde la capital comunitaria un convoy de camiones cargados con material de trabajo, además de papeles y documentos necesarios durante la sesión plenaria.

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Movimiento por una sola sede

¿Y por qué el Parlamento Europeo necesita dos sedes? Eso es lo que se preguntaron los eurodiputados y activistas que impulsaron el movimiento “One Seat”, que lo que pretende es que la Eurocámara se quede con una de las sedes, de forma que se acabe el peregrinaje mensual de Bruselas a Estrasburgo y viceversa. Lo apoyan miembros de las principales familias políticas europeas, como populares, socialistas, liberales y verdes.

La posición del Parlamento es bastante clara: siempre que se ha preguntado a los eurodiputados estos han escogido que la institución se limite a tener una sede. Tres cuartos del hemiciclo a votado a favor de eliminar uno de los edificios.

Hay razones también económicas para acabar con la doble sede. Los eurodiputados que han tomado posición contra ello calculan que la factura es alta: 180 millones de euros anuales les cuesta a los Estados miembros mantener la sede en Estrasburgo. Los cálculos del propio Parlamento son algo menores, sobre los 100 millones. Pero el cálculo más exacto parece ser el del Tribunal de Cuentas Europeo, que consideró en un informe que se ahorrarían unos 114 millones de euros si se desmantelara una de las sedes.

El reparto de instituciones entre Francia y Alemania es un tema delicado. París no quiere perder el Parlamento Europeo

Los eurodiputados a favor de eliminar una de las sedes recuerdan que el impacto económico sobre la ciudad de Alsacia es de unos 20 millones al año, y que podría ser mucho mayor si otra institución se estableciera de forma permanente. Una idea que ha estado encima de la mesa ha sido la de crear en las instalaciones de la Eurocámara una universidad europea.

Ana María Corazza, eurodiputada popular sueca, llegó a sacar el tema durante el debate que en enero mantuvo con el presidente del Gobierno Pedro Sánchez en la sede de la Eurocámara en Estrasburgo: “¿Está usted, como proeuropeo, dispuesto a tomar posición a poner en la agenda del Consejo, a hablar con la gente de Europa y de España durante la campaña electoral sobre ello y a participar en un diálogo constructivo, o va a ignorarlo y a arriesgarse a dejar que un símbolo de paz, una reconciliación en Europa tan querida por nosotros, se convierta en un símbolo de gasto?”.

En 2008, el Parlamento llegó a un acuerdo para recortar un 30% su “huella de carbono” en 2020. Recortó un 17% pasándose a la “energía verde” ese mismo año. Pero los favorables a eliminar una sede dicen que se podría cumplir ese objetivo todavía más rápido: quitando de en medio el Parlamento de Estrasburgo se reduciría en un 40% la contaminación de la Eurocámara.

En cualquier caso esta es la única institución que ha obtenido un certificado de Esquema de Gestión Ambiental (EMAS) y hace otros esfuerzos: en Bruselas dos de los nuevos edificios del Parlamento tienen la capacidad de acumular 145.000 litros de agua que se dedican para los baños.

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Sin solución a la vista

El problema es que parece muy difícil que la sede se vaya a mover de Estrasburgo. Y eso es porque un acuerdo franco-alemán en 1992 introdujo en los tratados que las sesiones plenarias solo se podrían celebrar en la capital de Alsacia. Y si hay una idea común con la que casi todo el mundo está de acuerdo en Bruselas es que nadie desea abrir los tratados y desatar una tormenta. Al menos no solo para acabar con una de las sedes.

Nathalie Loiseau, que fue ministra de Asuntos Europeos francesa desde el inicio del Gobierno de Emmanuel Macron, se mostró clara al respecto en 2017: “Estrasburgo debe seguir siendo la sede de la democracia europea. Es también símbolo de la reconciliación franco-alemana”. La situación no es nueva: ya en 1981 el Parlamento adoptó una resolución en la que señalaba el importante coste que representaba para la institución, lo que estaba haciendo “cada vez más difícil explicar o justificar a los contribuyentes comunitarios”.

placeholder Greta Thunberg durante una sesión del Parlamento europeo en Estrasburgo. (Reuters)
Greta Thunberg durante una sesión del Parlamento europeo en Estrasburgo. (Reuters)

Pero el reparto de instituciones entre Francia y Alemania es un tema delicado. París no quiere perder el Parlamento Europeo porque lo considera un elemento de equilibrio ante Berlín, que cuenta con el Banco Central Europeo (BCE) en Frankfurt. Eso más allá del simbolismo que rodea a la capital de Alsacia, pegada a la frontera alemana en el Rin.

En cualquier caso, los eurodiputados son bastante independientes, y consideran que no deben ser los Estados miembros los que decidan el futuro de la institución. Sin embargo también hay cierta división dentro del hemiciclo.

El Grupo de Investigación del Parlamento Europeo ha estado siguiendo durante los últimos años la opinión de los eurodiputados al respecto. Dos de las nacionalidades más reacias a unificar las sedes de la Eurocámara son las alemanas y francesas. Los eurodiputados germanos estaban muy divididos la primera vez que se les preguntó en el 2000: el 52% estaba a favor de unificar en Bruselas, el 40,7% a favor de mantener la sede de Estrasburgo. Diez años después, la misma pregunta dejó ver un cambio de opinión muy importante: ahora el 66% están a favor de una sola sede, y solo el 16% favor de mantener ambas.

También hay un cambio en los miembros franceses. En el año 2000 solo el 13,6% estaba a favor de una sede única en Bruselas. Una década después la cifra sigue siendo baja (27,3%), pero muestra una nueva tendencia.

Greta Thunberg, una joven sueca de solo 16 años, ha saltado a la fama mundial al impulsar las huelgas escolares el viernes para protestar contra el cambio climático. Su cruzada le ha llevado este martes hasta la sede del Parlamento Europeo en la ciudad francesa de Estrasburgo. Un edificio moderno, bien integrado con su entorno, pero que es foco de mucha de la contaminación de la que es directamente responsable la UE.

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