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¿Te gustan los elefantes? Pues mételos en tu casa: el 'regalo' envenenado de Botsuana a Alemania
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Enviar 20.000 elefantes a Alemania

¿Te gustan los elefantes? Pues mételos en tu casa: el 'regalo' envenenado de Botsuana a Alemania

La intención de Alemania de prohibir la importación de trofeos de caza ha desatado una pequeña crisis diplomática con Botsuana

Foto: Un miembro de la brigada anti caza furtiva de Botswana junto a un elefante asesinado (Reuters/Thalefang Charles)
Un miembro de la brigada anti caza furtiva de Botswana junto a un elefante asesinado (Reuters/Thalefang Charles)

Los líderes de los países no-occidentales ya no se cortan ante las regañinas venidas de Europa. Hace unas semanas, el presidente de Guyana, Mohamed Irfaan Ali, se hacía viral por cortar a su entrevistador en la BBC, que le preguntaba sobre las medidas del país para cumplir con compromisos climáticos ("¿qué te da derecho a sermonearnos? Yo os voy a sermonear a vosotros sobre el cambio climático"). El mes pasado, el primer ministro malasio, Anwar Ibrahim, reprendió en rueda de prensa a su homólogo alemán Olaf Scholz a cuenta de las incongruencias de la postura europea sobre Palestina. Ahora, el que no se ha cortado un pelo ha sido el primer ministro de Botsuana, pero con una oferta de regalo que suena más bien a amenaza: 20.000 elefantes para enviar a Alemania.

A finales de marzo, la ministra de Medio Ambiente alemana, Steffi Lemke (del partido Verde), propuso una nueva ley para las importaciones de trofeos de caza. La idea de la ministra es limitarlos al máximo (si no directamente prohibirlos) en Alemania e, incluso, llevar la legislación al Parlamento Europeo para hacerla extensiva a los otros socios europeos. En el cuerno sur de África sonaron las alarmas. El gobierno de Namibia ha presentado una carta de protesta contra la ministra y Botsuana llegó incluso a mandar una delegación acompañando al ministro de Medio Ambiente, Dumezdweni Mthimkhulu. Se había desatado una pequeña crisis diplomática. ¿El motivo? Estos países africanos defienden que la 'caza de trofeos' (de grandes mamíferos, pero sobre todo, elefantes y leones) es necesaria para la conservación de estos mismos animales.

"Una prohibición de las importaciones [de trofeos] conllevaría grandes pérdidas económicas (...) así como la amenaza de muerte masiva de los animales, que ya no tendrían ningún valor para las comunidades locales", defendía Mthimkhulu, en una carta a la ministra publicada por el tabloide Bild, que ha seguido el escándalo. El mismo periódico ha publicado una entrevista con el primer ministro de Botsuana, Mokgweetsi Masisi, en la que ofrece "enviar 20.000 elefantes salvajes a Alemania. No es una broma. Pero que vivan con ellos en libertad y juntos, de la manera que ellos nos dicen a nosotros que vivamos. No aceptamos un no por respuesta".

Más allá del chiste, el comentario de Masisi dibuja varias realidades a veces pasadas por alto en los países occidentales con respecto a la caza y la conservación de animales salvajes en convivencia con las comunidades humanas, pero también con respecto al desarrollo del pasado europeo: como también diría el ministro de Guyana mencionado más arriba, nadie andaba controlando a los países europeos cuando quemaban, contaminaban y exterminaban sus animales para levantar ciudades e industrias. Y ahora, "dan lecciones", sobre cómo convivir con decenas de miles de elefantes.

En los últimos años y gracias a los esfuerzos de conservación, Botsuana ha multiplicado su población autóctona de elefantes, hasta los más de 130.000, el país con más elefantes del mundo y un tercio de toda la población global de este animal. Gestionar lo que el ministro considera ya una "superpoblación" de elefantes es complicado: el 40% de su territorio es reserva natural, pero las grandes rutas migratorias de estos animales cruzan a menudo territorio e infraestructuras humanas, destruyendo a su paso depósitos y tuberías de agua, vallas y terrenos agrícolas, cosechas enteras, tendidos eléctricos, vías... e incluso causando víctimas mortales.

En este contexto, los gobiernos de estos países defienden las licencias de caza controlada (a cambio de cuantiosos dólares) como una forma de proteger a las comunidades que tienen que convivir con estos animales. "Si la 'trophy hunting' (caza de trofeos) se hace correctamente; es decir, si se ha estudiado una población de animales concreta y se ha determinado que, cuando se supera un número de individuos [especímenes de la comunidad] se generará mucho conflicto humanos-vida silvestre, y si esos ingresos repercuten en el desarrollo de las comunidades...", explicaba la conservacionista keniana Alice Macharia, del Instituto Jane Goodall (IJG) en entrevista con El Confidencial.

Para ella, así como otros conservacionistas de la fauna silvestre, no se puede proteger a estas especies sin proteger también a las comunidades que viven junto a ellas. No solo porque su cooperación es clave, sino porque no se les puede pedir que antepongan el bienestar de un animal al de personas que, por ejemplo, no tienen acceso a agua corriente o dependen del exiguo fruto de sus cultivos para sobrevivir. Aunque puntualiza: "Pero tiene que hacerse de una forma muy, muy localizada y cuando hay superabundancia de esos animales". “Tenemos que asegurarnos de que la población local prospere y sea exitosa pero en equilibrio con el medio ambiente”, añade Macharia.

En este contexto entra también el turismo de safari, aunque quizá no tan masificado como está ahora en algunas zonas más tensionadas, como Tanzania o Kenia. "Es importante cambiar el foco [de la caza, del turismo de animales, hacerlos más sostenibles], pero los ingresos tienen que estar ahí, porque la gente tiene que tener recursos para desarrollarse", concluía Macharia.

Esto es lo que los ministros africanos han sentido que Alemania no entiende. En la carta del ministro de Medio Ambiente namibio, Pohamba Shifeta, explicaba que la 'trophy hunting' se lleva a cabo en su país "de acuerdo a estándares internacionales" y que es parte de la "estrategia de conservación de animales salvajes". Namibia tiene más de 22.700 elefantes.

Los Verdes alemanes "no tienen estos animales en su patio trasero", sostenía por su parte el botsuano Masisi, antes de volver a la carga con su regalo envenenado. Botsuana ha regalado 8.000 elefantes a Angola, y también otros tantos miles a Mozambique. "Nos gustaría hacerle esa oferta a la República Federal de Alemania. Hablo muy en serio. Si te gustan tanto, acepta este regalo de nuestra parte".

Los líderes de los países no-occidentales ya no se cortan ante las regañinas venidas de Europa. Hace unas semanas, el presidente de Guyana, Mohamed Irfaan Ali, se hacía viral por cortar a su entrevistador en la BBC, que le preguntaba sobre las medidas del país para cumplir con compromisos climáticos ("¿qué te da derecho a sermonearnos? Yo os voy a sermonear a vosotros sobre el cambio climático"). El mes pasado, el primer ministro malasio, Anwar Ibrahim, reprendió en rueda de prensa a su homólogo alemán Olaf Scholz a cuenta de las incongruencias de la postura europea sobre Palestina. Ahora, el que no se ha cortado un pelo ha sido el primer ministro de Botsuana, pero con una oferta de regalo que suena más bien a amenaza: 20.000 elefantes para enviar a Alemania.

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