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Promesas rotas de la Unidad Fantasma: cuando la innovación militar choca con la realidad de la trinchera
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Promesas rotas de la Unidad Fantasma: cuando la innovación militar choca con la realidad de la trinchera

La lista oficial de militares israelíes caídos en acto de servicio nos da una idea de que aquel día hubo una respuesta improvisada y precipitada al ataque de los islamistas palestinos

Foto: Guerra Israel-Hamás. (Reuters/Amir Cohen)
Guerra Israel-Hamás. (Reuters/Amir Cohen)

Israel llevaba años anticipando un conflicto de alta intensidad contra el grupo libanés Hezbolá y otros aliados de Irán en la región. Esos preparativos incluyeron la creación, en 2020, de una unidad experimental para probar nuevos conceptos de guerra en red facilitados por nuevos sistemas tecnológicos. La idea de fondo es que cualquier nuevo desafío militar era asumible gracias a la constante innovación israelí. Irónicamente, el coronel jefe de esa unidad murió en los atentados del 7 de octubre tras unirse a los otros soldados que, como podían, lanzaban un contraataque para expulsar a Hamás de su territorio. Israel hoy, y antes Ucrania, nos muestran las posibilidades y también las limitaciones de las promesas tecnológicas.

La lista oficial de militares israelíes caídos en acto de servicio nos da una idea de que aquel día hubo una respuesta improvisada y precipitada al ataque de los islamistas palestinos. Encontramos que murieron oficiales y suboficiales de las unidades que se consideran la élite del Ejército de Israel, además de coroneles y jefes de batallón, compañía y sección; prueba de que sigue vigente la tradición israelí de liderar desde el frente. Entre esos oficiales caídos aquel día destaca el coronel Roy Joseph Levy, uno de los tres militares de más alta graduación de entre todos los militares fallecidos en este conflicto hasta la fecha.

El coronel Levy era jefe de la Unidad 888, una formación experimental inter-armas también conocida como Unidad Fantasma. La Unidad 888 nació a principios de 2020 como parte del plan multianual Tnufa, presentado en octubre de 2019 y conocido en la prensa occidental por el término latino Moméntum. Aquel plan venía a responder un desafío creciente por parte de los grupos armados enemigos de Israel y apoyados por Irán a los que la literatura israelí denominaba "ejércitos terroristas" por combinar la naturaleza híbrida de grupos irregulares pero dotados de armamento avanzado. Artículos de análisis de think tanks, columnas de opinión y comunicados oficiales hablaban entonces de que la próxima guerra de Israel contra Hezbolá sería el norte.

El plan Moméntum vino acompañado de un documento teórico titulado El concepto operacional para la victoria. La victoria decisiva para Israel ya no sería poder "colocar flechas azules sobre el mapa", en palabras de Yaakov Lappin, sino la destrucción de las capacidades enemigas (lanzaderas de cohetes, almacenes, puestos de mando, etc.) lo más rápido posible con el menor número de bajas. Este nuevo concepto militar venía a espantar un fantasma que acechaba a las Fuerzas de Defensa de Israel desde la guerra del Líbano de 2006, cuando el liderazgo político impuso unos objetivos irreales e inalcanzables al mando militar.

Foto: Un campo de entrenamiento para la lucha urbana en Bat Yam, Israel. (EFE/Neil Hall)

La solución encontrada por el alto mando israelí a estos nuevos desafíos era la tecnología. El objetivo era conectar lo máximo posible todas las unidades, colocando en manos de los jefes de batallones y compañías la capacidad de solicitar apoyos de cualquier tipo en el campo de batalla, desde carros de combate a sistemas de guerra electrónica, pasando por helicópteros o drones. Para probar este nuevo concepto nació la Unidad 888 como un cuartel general experimental al que se agregaban puntualmente distintas unidades, en principio solo de tierra y aire.

La guerra multidimensional

Para hacer posible esos apoyos descentralizados, las Fuerzas de Defensa de Israel debían ser capaces de hacer luchar fuerzas muy distintas en tierra, aire, ciberespacio y espectro electromagnético de una forma coherente bajo el mismo mando. El concepto estaba tomado directamente de las Fuerzas Armadas estadounidenses, donde se hablaba de guerra multidominio, un concepto que fue adaptado en Israel y dio otro nombre más a la Unidad 888: Unidad Multidimensional.

El dominio del campo de batalla debía ser asegurado mediante la localización temprana del enemigo para golpearlo rápida y duramente con armamento inteligente de largo alcance. Esto suponía que las unidades combatientes debían estar dotadas de toda una panoplia de sensores, incluyendo drones aéreos y terrestres, pero también que debían ser auxiliadas en la rápida identificación de los objetivos por sistemas automatizados de inteligencia artificial.

El Plan Moméntum y la Unidad 888 Multidimensional nacieron bajo el liderazgo del teniente general Aviv Kohavi, jefe de Estado Mayor de las Fuerzas de Defensa de Israel entre enero de 2019 y enero de 2023. Kohavi llegó al puesto más alto de la jerarquía militar Israel con fama de intelectual. Llamó la atención por primera vez durante la Segunda Intifada, porque su unidad se distinguió luchando en entornos urbanos persiguiendo al enemigo a través de paredes y techos con muchas menos bajas propias y civiles que el resto.

Kojavi, licenciado en Filosofía, fue alumno de un laboratorio de ideas extremadamente heterodoxo llamado OTRI, que se hizo famoso por obligar a sus alumnos a leer obras de filosofía posmoderna, arquitectura y biología, entre otras disciplinas. De hecho, el fundador del OTRI, el general Shimon Naveh llegaría a ser conferenciante en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona en el año 2005. Pero, sobre todo, fue invitado a Estados Unidos, donde sus ideas terminaron siendo incorporados por las el Pentágono y sus centros de enseñanza superior.

Fuerzas moleculares

La idea y venida de ideas y metodologías de trabajo entre las fuerzas armadas de ambos países fue bidireccional y los militares israelíes también se vieron influidos por las ideas sobre guerra en red que estaban en boga en los Estados Unidos de la segunda mitad de los noventa, cuando el tecnooptimismo de las puntocom se metió de lleno en los cuarteles. En el año 2003, el general jefe de las Fuerzas de Defensa de Israel encargó al contralmirante Yedidia Groll-Yaari y al analista de sistemas Haim Assa a desempeñar el papel de "equipo rojo", una metodología de trabajo en el que se asume el papel del enemigo para buscar las flaquezas propias. Se formó un grupo de trabajo que incorporó a alumnos destacados del OTRI, entre los que estaba Aviv Kochavi.

El trabajo intelectual del dúo formado por Groll-Yaari y Assa quedó reflejado en el libro Guerra Difusa: el concepto de masa virtual. Los autores hablan de "fuerzas moleculares" para referirse a fuerzas dispersas por el campo de batalla que pueden separarse y reagruparse según convenga. Gracias a la tecnología avanzada de sensores, esas unidades pueden detectar al enemigo, compartir su ubicación y solicitar el apoyo del resto de fuerzas para que, entre todas, se destruya al enemigo con fuego de precisión de largo alcance. La ventaja es que ya no habría necesidad de desplegar grandes cantidades de fuerzas y ocupar físicamente el espacio, de ahí el concepto de "masa virtual".

Nos encontramos con una visión utópica de unas fuerzas armadas pequeñas y ligeras que vencen con rapidez y pocas bajas gracias a la tecnología. Esas fuerzas armadas tienen una visión nítida del campo de batalla, transmiten con rapidez la información y son capaces de atacar cualquier punto del campo de batalla a distancia y con precisión. Dos décadas después de que los conceptos de guerra en red (netwar) y guerra centrada en redes (Network Centric Warfare) nacieran en Estados Unidos, esa promesa tecnológica no se ha cumplido. El argumento más claro nos lo ha proporcionado recientemente en Ucrania el general jefe de sus Fuerzas Armadas, Valery Zaluzhny.

Foto: Soldados ucranianos combaten cerca de Avdiivka. (Reuters/Viacheslav Ratynskyi)

¿Empate tecnológico?

El pasado 1 de noviembre, The Economist publicó una entrevista al general Zaluzhny donde contaba que la proliferación de drones sobre los campos de batalla de Ucrania, y otras medidas de detección, había llevado a que los dos bandos fueran capaces de anticipar los movimientos del enemigo. Esto hacía imposible la guerra de maniobra. Cualquier gran concentración de blindados en la retaguardia listo para acercarse al frente será eliminada en cuestión de minutos. La tecnología, que debía permitir una guerra fulminante, aséptica y sofisticada, había llevado al estancamiento del frente y, en el caso ruso, a tácticas de carne de cañón.

La guerra en Gaza no ha sido tampoco la operación "limpia" que prometió la tecnología. Ha sido otro caso de batalla urbana con mucha destrucción de infraestructura civil, desplazamientos de población y emboscadas a la vuelta de la esquina.

Es de esperar comisiones de investigación en Israel que aclaren los errores cometidos y las omisiones producidas. Pero, seguramente, veremos repetida la acusación de que la confianza puesta en la tecnología y en la idea de que se puede mantener una vigilancia permanente del campo de batalla para anticipar los movimientos enemigos y golpear con precisión, cegó el juicio de los militares y los decisores políticos israelíes. Pero si después de la segunda guerra del Líbano hubo quien culpó al OTRI y sus seminarios donde se debatía filosofía posmoderna francesa de los reveses en aquel conflicto; Ahmir Bohbot señalaba otros responsables por el desastre sufrido por el Ejército israelí el 7 de octubre en un artículo publicado en The Jerusalem Post.

"El establishment de seguridad creó un sistema enfocado en actuar contra las intenciones de las organizaciones terroristas más que en actuar contra sus capacidades reales. Aunque Hamás ha evolucionado de organización a ejército terrorista, el Comando Sur creía que la inteligencia aportaría una actividad de seguridad continuada que no decepcionaría y avisaría por adelantado de cualquier ataque", rezaba el artículo. "Sucedió lo opuesto. El sistema de inteligencia y las capacidades de los altos mando militares no funcionaron. Incluso aunque vieron la amenaza crecer frente a ellos, no lograron apreciar la magnitud del peligro".

Israel llevaba años anticipando un conflicto de alta intensidad contra el grupo libanés Hezbolá y otros aliados de Irán en la región. Esos preparativos incluyeron la creación, en 2020, de una unidad experimental para probar nuevos conceptos de guerra en red facilitados por nuevos sistemas tecnológicos. La idea de fondo es que cualquier nuevo desafío militar era asumible gracias a la constante innovación israelí. Irónicamente, el coronel jefe de esa unidad murió en los atentados del 7 de octubre tras unirse a los otros soldados que, como podían, lanzaban un contraataque para expulsar a Hamás de su territorio. Israel hoy, y antes Ucrania, nos muestran las posibilidades y también las limitaciones de las promesas tecnológicas.

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