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El parque temático entre las dos Coreas: "Los surcoreanos no podemos poner un pie allí. Si vas, no vuelves"
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"Eso de allí es Corea del Norte"

El parque temático entre las dos Coreas: "Los surcoreanos no podemos poner un pie allí. Si vas, no vuelves"

La zona desmilitarizada (DMZ) es una frontera de casi 250 kilómetros de largo y cuatro de ancho que divide ambas naciones. El paralelo 38 divide el comunista norte del capitalista sur

Foto: Zona Desmilitarizada (DMZ), al fondo Corea del Norte. (J. B)
Zona Desmilitarizada (DMZ), al fondo Corea del Norte. (J. B)

Por fin se llega al momento culmen de la visita. Hay una hilera de prismáticos fijos. La guía turística anuncia: "Eso de allí es Corea del Norte", señalando a un horizonte en el que se ven colinas, un apacible río, zonas de abundante vegetación, localidades desperdigadas y una alta bandera.

Tras un primer vistazo, primera decepción, aquello no parece "Mordor". No hay un fuerte olor a azufre ni un volcán escupiendo fuego entre nubes oscuras, sino un apacible escenario rural con pueblecitos enredados entre caminos. El hombre no ha sabido encontrar la paz allí, pero los animales y vegetales sí, aprovechando la prohibición que tienen los humanos de pisar esa zona.

Foto: Kim Jong Un en una imagen de archivo. (EFE/EPA/KCNA)

"¿Habéis visto la estatua del presidente?", suelta entonces la guía. Un cierto estrés se produce entre los viajeros, que si no pueden ver en persona al presidente norcoreano, Kim Jon-un, quieren al menos contemplar su enorme estatua que observa desde el otro lado a sus enemigos vecinos. "Está junto a aquellos edificios blancos, justo debajo de la colina", apunta la responsable del tour. Y todos siguen mirando al horizonte, intentando descifrar de un lejano vistazo si en aquella tierra vive gente normal con sus dos piernas y dos brazos.

"Eso de ahí es una villa falsa que levantaron los norcoreanos en la que no vive nadie, es propaganda. Y aquella es la bandera norcoreana, que mide 160 metros y es la cuarta más alta del mundo. La hicieron tras colocar Corea del Sur un mástil y bandera frente a la frontera que tenía 97 metros", explica la guía. Una situación muy parecida a la que se vive en otras fronteras calientes del globo, como la de India y Pakistán, donde también ambas naciones compiten por el tamaño de sus banderas. El tamaño definitivamente importa, en todas partes, instinto primario del hombre para presumir de su poder.

Lo de la estatua de Kim Jon-un parece complicado de ver, pocos lo consiguen, y lo de sus lacayos también. Desde uno de los prismáticos, alguien suelta: "No consigo ver a nadie en el otro lado. No hay gente". Efectivamente, hay una cierta desilusión entre los visitantes por no ver campesinos arando y cantando sus viejos himnos revolucionarios. Todo parece uno de esos apacibles safaris donde el viajero paga por ver leones versión norcoreanos. Y, sin embargo, ese normal trozo de tierra verde donde no pasa nada a simple vista es el inicio de una de las dictaduras más férreas del globo. Una enorme interrogante de la que pocos tienen información veraz, así que cientos de turistas deben conformarse con acudir cada día a la llamada Zona Desmilitarizada (DMZ), que divide Corea del Sur y del Norte, a contemplar desde lejos uno de los pocos "agujeros negros" que quedan en el planeta. "Los surcoreanos no podemos poner un pie allí. Si vas no vuelves", explica ella. Confirmada, al menos, la teoría del agujero negro.

La DMZ es una frontera de casi 250 kilómetros de largo y cuatro de ancho que divide ambas naciones tras el final de la Guerra de Corea en 1953. Entonces, se decidió que el paralelo 38 dividiría el comunista norte del capitalista sur. El Imjingak Pavilion, 70 años después de la firma del armisticio, es una especie de parque de atracciones y memorial situado junto a esa marca divisoria que narra lo que ocurrió, sigue ocurriendo y puede volver a ocurrir.

Las cicatrices, entre restaurantes, teleférico, parques para niños, tiendas de souvenirs y campings, están por todos lados. Todas, pese al aire festivo de las instalaciones, ciertas y crueles. De hecho, en esa frontera se mezclan hoy alegres turistas y peregrinos norcoreanos que acuden en determinadas fechas a llorar su patria y familia perdida.

En todo caso, Los dramáticos ejemplos de esa diáspora llena de muertos se endulzan con una chocolatina que venden como souvenir en el parque y que ejemplifica el absurdo horror de este conflicto. "Un soldado norcoreano fue disparado por sus compañeros cuando empezó a correr y pasó a Corea del Sur. Logró cruzar la frontera, gravemente herido, y cuando despertó en el hospital lo primero que pidió es una chocolatina", explican en la visita. "El soldado dijo que había visto a soldados surcoreanos comerla y él quería probarla".

La chocolatina, un souvenir más allí, es el "Choco Pie", un pastelito que se hizo muy popular entre los norcoreanos cuando se inició la construcción del polígono industrial Kaesong, tras la DMZ, en Corea del Norte. Se trata de uno de los pocos proyectos de cooperación que ha habido en 70 años entre ambos países. Las compañías surcoreanas levantaron diversas industrias manufactureras allí y entre lo que le daban para comer a los obreros estaba ese pastelito que se convirtió en un objeto de deseo entre la población del norte. Se vendía en el mercado negro norcoreano y su popularidad alcanzó tal nivel que Kim Jon-un intentó copiar su fabricación.

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Hoy, el polígono Kaesong, en el que trabajaban 54.000 obreros de Corea del Norte junto a unos cientos de surcoreanos, lo que aportaba unos 100 millones de dólares en salarios al régimen de Pyongyang y le había generado unos 2000 millones por comercio, está paralizado. El Gobierno de Seúl decidió cerrar las instalaciones en 2016, tras la enésima provocación norcoreana con sus pruebas de misiles.

Tras esa decisión, quedaron sin tránsito de nuevo los 250 kilómetros de largo por cuatro kilómetros de ancho, convertidos en obligada zona virgen. "La DMZ es una de las zonas donde crecen especies animales y vegetales más extrañas del mundo. Las décadas que han pasado sin que el hombre entre en esa área han generado un ecosistema único", señala la guía.

Un espacio para la vida

La revelación de este fascinante mundo natural cobró notoriedad con el proyecto Google Arts&Culture (GAC). "Después de la Guerra de Corea, la DMZ tuvo una interferencia humana mínima durante más de 70 años, y la naturaleza dañada se recuperó por sí sola. Como resultado, se construyó un nuevo ecosistema que no se ve en las ciudades y se ha convertido en un santuario para la vida silvestre", explican en su web los investigadores del GAC que añaden que "se ha encontrado que hay un total de 6.168 especies de vida silvestre en ocho áreas. Plantas, mamíferos, aves, anfibios y reptiles, peces de agua dulce, macroinvertebrados bentónicos y arañas viven en el área de DMZ. En particular, de las 267 especies en peligro de extinción de Corea, 102 (38%) viven en esta zona".

Foto: Kim Jong-un prohíbe el suicidio en Corea del Norte por considerarlo una "traición al socialismo" (REUTERS/Jonathan Ernst)

Especialmente las grullas han encontrado en los humedales de la DMZ protección. Ironías de este convulso planeta, siete de las quince especies de esta ave, en peligro de extinción, encuentran en una de las zonas más peligrosas del globo su pacífico refugio. Cabras montesas, ciervos, osos, martas de garganta amarilla… disfrutan también de libertad que, creen los naturistas, está generando cambios de comportamiento en estas especies. Algunas cámaras fijas graban el paso de estos animales, ese es todo el contacto que tienen con el hombre.

Lo mismo pasa con las especies vegetales. "El área DMZ es un lugar habitado por plantas endémicas que crecen solo en la península de Corea. Se pueden encontrar plantas raras que son difíciles de encontrar en cualquier otro lugar de Corea del Sur", señalan en GAC.

No hay ahí fronteras efectivas, al menos para las plantas que superan con facilidad las alambradas de espino que coloca el hombre. "Un lugar donde las plantas de Corea del Norte y del Sur crecen sin fronteras. En el área de la DMZ, hay una planta llamada Salvia chanryoenica Nakai, que crece libremente hacia el norte más allá de las cercas de alambre y de púas de la DMZ (…) La S. chanryoenica nos hace imaginar un día en que los norcoreanos y los surcoreanos también puedan ir y venir libremente por estos caminos de flores", explica GAC.

Pero esa supuesta unificación parece hoy muy lejana. No solo por la dura dictadura del norte, también por un sur que mira con recelo y desconfianza a sus antes hermanos y desde hace ya siete décadas molestos vecinos. "En Corea del Sur hay mucha gente, especialmente la joven, que no quiere esa reunificación. Los jóvenes creen que ellos deberían pagar el desarrollo de un país muy pobre y eso son problemas. Además, ellos se han acostumbrado a que Corea del Norte es otro país que nada tiene que ver con el suyo", nos explica Hyo-jin, una mujer surcoreana de negocios que vive entre Tokio y Seúl.

"Hay muchas cosas que se dicen fuera sobre Corea del Sur que no son ciertas. A los surcoreanos les importa muy poco la amenaza norcoreana y reunificarse. Fuera se habla mucho de eso, pero la gente aquí en la calle pasa de ese tema. El surcoreano, pese a la supuesta amenaza nuclear de Pyongyang, cree que tiene un ejército más preparado y desarrollado que vencería en una guerra", opina un diplomático occidental en Seúl.

Las encuestas dan la razón a ambos. "Un 61% de los jóvenes surcoreanos dicen que unificación con Corea del Norte no es necesaria", según un reciente estudio del grupo Barun Media Citizen Action. En el mismo, un 88% dice tener muy mala imagen de sus vecinos septentrionales.

Foto: Kim Jong-un, junto a su hija, Kim Ju-ae, visitando una localización desconocida para supervisar el satélite (EFE/EPA/KCNA)

En general, el número de surcoreanos que tienen una visión favorable a la reunificación va cayendo cada año. Si en los años 90, la cifra estaba por encima del 80%, en la actualidad, no solo entre la gente joven, la cifra se ha reducido a la mitad. "Un 44,6% cree que debe haber reunificación", señalaba en 2021 una encuesta del Instituto por la Paz y Unificación.

Todo eso forma parte del Imjingak Pavilion. Una cicatriz convertida en negocio donde los turistas se adentran en uno de los túneles que los norcoreanos construyeron en secreto para invadir el país y a la salida les espera una tienda con souvenirs. Entre ellos, hay moneda norcoreana. Un joven norteamericano le pregunta a la guía: "¿Este billete es real? Quiero decir, ¿yo puedo entrar en Corea del Norte y comprar algo con esto?". Y ella le mira y responde: "No lo sé y tampoco voy a ir a comprobarlo".

Por fin se llega al momento culmen de la visita. Hay una hilera de prismáticos fijos. La guía turística anuncia: "Eso de allí es Corea del Norte", señalando a un horizonte en el que se ven colinas, un apacible río, zonas de abundante vegetación, localidades desperdigadas y una alta bandera.

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