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El sueño ártico de la Escocia independentista
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El sueño ártico de la Escocia independentista

Escocia está reinventándose a sí misma y está empeñada en exprimir al máximo su posición geográfica con respecto al Ártico, cada vez más de moda en los círculos geopolíticos

Foto: Un pesquero español en el Ártico (EFE/José Luis Otero)
Un pesquero español en el Ártico (EFE/José Luis Otero)

En un discurso en la Asamblea del Círculo del Ártico el pasado mes, la ministra principal de Escocia, Nicola Sturgeon, remarcó una vez más que el norte de Escocia está más cerca del Círculo Polar Ártico que de Londres. El público respondió con risas, tal y como hizo ya hace dos años cuando Sturgeon presentó el mismo argumento, pero ella no está bromeando. Escocia está reinventándose a sí misma y está empeñada en exprimir al máximo su posición geográfica, cada vez más de moda en los círculos geopolíticos. Los países nórdicos han inspirado a los líderes nacionalistas escoceses durante décadas, que los han señalado como modelo para sus políticas sociales y medioambientales o, desde el Brexit, como modelo de futura relación del país con la Unión Europea. El exministro principal de Escocia Alex Salmond defendió que una Escocia independiente se uniría al "arco de prosperidad" noreuropeo.

El Gobierno de Sturgeon ha intentado en los últimos años enfatizar la importancia del Ártico. Su administración cuenta con numerosas competencias cedidas de Londres, ninguna formalmente en política exterior aunque, tal y como otras regiones o comunidades autónomas con competencias cedidas en el resto de Europa, Escocia ha ido desarrollando sus relaciones exteriores. Como parte de estos esfuerzos, en 2019 publicó un detallado, sistemático y concreto marco estratégico para el Ártico, que establece la intención de Escocia de trabajar conjuntamente y en cercanía a los países árticos, posicionándose a sí misma como un socio en el desarrollo sostenible e innovación en la región. Aparte del marco general, Escocia solo cuenta con un puñado de "marcos estratégicos" bilaterales específicos para países concretos que guíen sus relaciones internacionales. El marco estratégico del Ártico destaca como el único con enfoque regional.

Este marco estratégico tiene un fuerte enfoque en la investigación y la innovación, el desarrollo económico sostenible y la energía limpia, y explica cómo podría fortalecer la economía escocesa. Los argumentos cruciales en contra de la independencia giran en torno a su impacto en la economía y las finanzas públicas escocesas. Si el Partido Nacional Escocés de Sturgeon (SNP) logra convencer a los escoceses de que no solo sobrevivirán, sino que prosperarán y de que tienen una alternativa a Londres, tienen grandes posibilidades de ganar otro referéndum.

Por tanto, los beneficios económicos futuros de una cooperación más estrecha hacia el norte podrían impulsar la apuesta de Escocia por la independencia. Pero también son importantes unas más estrechas relaciones culturales y sociales con los estados árticos, dos de ellos miembros de la UE. Escocia está socializando entre los estados árticos, algo importante para un aspirante a estado independiente. Si antes del plebiscito sobre la independencia celebrado en 2014 había poca simpatía en la UE por la causa nacionalista, el Brexit ciertamente ha aliviado las cosas desde entonces. Si la membresía de la UE no está disponible de inmediato para una Escocia independiente, tendrá sus amigos del Ártico para hacer negocios y apoyarse.

Foto: Manifestación de independentistas escoceses y catalanes (Glasgow, 2019). (EFE)

Sturgeon ha intentado utilizar la COP26 como plataforma para hacer amigos entre las naciones progresistas que sí se toman en serio el cambio climático. Puede que la conferencia en sí sea un fracaso, pero la primera ministra ha abogado en la cumbre de Glasgow por una mayor responsabilidad climática y ha mostrado a Escocia como líder en energía renovable, descarbonización y justicia climática, incluso si no ha cumplido realmente sus objetivos (y su gobierno ha sido acusado de cruzarse de brazos ante la propuesta de un nuevo yacimiento petrolífero frente a Shetland). Incluso se reunió con la activista sueca Greta Thunberg, en un intercambio que describió como "incómodo"; algo bueno, señaló, ya que la COP26 debería resultar "enormemente incómoda" para los líderes mundiales porque queda mucho por hacer. Boris Johnson, en cambio, no ha incluido una reunión similar en su agenda.

La elección de Glasgow como ciudad anfitriona fue un movimiento premeditado del gobierno británico, parte de un esfuerzo por fortalecer el sentimiento pro-unión en Escocia. El país votó a favor de la permanencia en la UE en 2016, pero tuvo que someterse al resultado conjunto en todo el Reino Unido, y el apoyo a la independencia se ha reforzado tras ese referéndum. Si hay otra votación sobre la independencia, es poco probable que tenga lugar en los próximos años. Pero si llega a producirse, el sector independentista podría reunir suficientes apoyos, dados los buenos resultados continuados de Sturgeon y del SNP en las encuestas. Tampoco ayudan las impopulares e interminables batallas del Brexit con Bruselas.

Foto: La ganadora de las elecciones, Nicola Sturgeon. (EFE)

Sin embargo, la independencia no es la principal prioridad de los escoceses, y si el gobierno de Holyrood no se centra en la salud y la recuperación económica, se arriesga a ser castigado en las urnas. Que la ciudadanía piense que la administración descentralizada ha respondido relativamente bien a la pandemia no tiene por qué ser recompensado por unos votantes hastiados, como se ha visto recientemente en las elecciones generales de Canadá. Ahora bien, el SNP está jugando a largo plazo. Las Actas de Unión que unían a Inglaterra y Escocia se aprobaron en 1707; el país puede esperar sin duda una o dos décadas más. El SNP se moverá de forma lenta y concienzuda en su incipiente política exterior, al igual que en otras cuestiones.

La política exterior escocesa, como todas las políticas del SNP, se centra en un solo objetivo: lograr la independencia. Mientras tanto, la acción de Reino Unido en el extranjero carece de impulso y dirección y pocos toman el eslogan principal, 'Global Britain', como una auténtica visión de futuro. Al gobierno escocés se le ha ofrecido en bandeja de plata una clara oportunidad para marcar diferencias con Londres en materia de política exterior y europea, mostrando que está preparado para asumir las responsabilidades que acompañan a un Estado de pleno derecho.

*Análisis publicado en el European Council on Foreign Relations por Joanna Hosa y titulado 'Scotland's Arctic dream of independence'

En un discurso en la Asamblea del Círculo del Ártico el pasado mes, la ministra principal de Escocia, Nicola Sturgeon, remarcó una vez más que el norte de Escocia está más cerca del Círculo Polar Ártico que de Londres. El público respondió con risas, tal y como hizo ya hace dos años cuando Sturgeon presentó el mismo argumento, pero ella no está bromeando. Escocia está reinventándose a sí misma y está empeñada en exprimir al máximo su posición geográfica, cada vez más de moda en los círculos geopolíticos. Los países nórdicos han inspirado a los líderes nacionalistas escoceses durante décadas, que los han señalado como modelo para sus políticas sociales y medioambientales o, desde el Brexit, como modelo de futura relación del país con la Unión Europea. El exministro principal de Escocia Alex Salmond defendió que una Escocia independiente se uniría al "arco de prosperidad" noreuropeo.

Alex Salmond