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Mentiras, corrupción y venganza : la trama tras el juicio a un 'príncipe de la Iglesia'
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Angelo Becciu, el cardenal caído

Mentiras, corrupción y venganza : la trama tras el juicio a un 'príncipe de la Iglesia'

Becciu es acusado por la Justicia de El Vaticano de encabezar una espectacular trama de desvíos financieros cuyos detalles parecen sacados de una película de ficción

Foto: El cardenal Angelo Becciu. (Reuters)
El cardenal Angelo Becciu. (Reuters)
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El cardenal Angelo Becciu tenía el perfil perfecto para que cualquier personalidad que se acercara a El Vaticano buscara su condescendencia. Su ascenso había empezado con Juan Pablo II y se había consolidado primero con Benedicto XVI y luego con Francisco. Este 'príncipe de la Iglesia' era educado, carismático y cercano al papa y a la Obra de María, uno de esos movimientos de laicos que mantienen hoy el poder de la Iglesia católica. También participaba en las fiestas para diplomáticos, primeras damas y políticos que solían organizarse en la Santa Sede, en las que, cuando él llegaba, lo habitual era que cayera un silencio seguido por el bullicio de una masa que se dirigía hacia él.

Todo esto parecía un recuerdo lejano cuando, el pasado 27 de julio, Becciu (de 73 años) se sentó en una de las últimas filas del juzgado vaticano que lo está procesando, junto a otros nueve imputados, en el mayor juicio por corrupción de la historia moderna de El Vaticano. Lo reflejaban incluso las palabras, algo desorientadas, del propio cardenal cuando ese día vio que en la sala del tribunal también había periodistas. “¿Pero ustedes han estado, alguna vez, en una audiencia de un proceso? ¿Sí? Yo no…”, divagaba el purpurado, antaño sustituto de la secretaría de Estado vaticana, el tercer puesto más importante de la Santa Sede.

El cardenal sorprendió entonces a los cronistas con su estupor, el mismo sentimiento que ha mostrado desde el comienzo de su implicación en el caso, por el cual está acusado de ocho cargos de malversación y abuso de funciones. “Soy inocente”, ha repetido varias veces, y también ese día. Pero según los fiscales vaticanos que lo han enjuiciado, esto estaría muy lejos de la verdad.

Foto: Un custodio cierra la puerta de la Capilla Sixtina en el Vaticano. (Reuters)

Para ellos, Becciu es el principal protagonista de un escándalo que varios consideran de película. Y con razón, porque tiene todos los elementos propios de un largometraje: un entramado de sospechosos oficiales vaticanos, opacos brókeres y una misteriosa mujer involucrados en casi una década de operaciones turbias, corruptelas e incluso desvíos de dinero para los pobres a fondos ‘offshore’.

El Vaticano no es ajeno a los juicios mediáticos. Durante el pontificado de Francisco, se abrió en 2016 un proceso contra el cura español Lucio Vallejo Balda y los dos periodistas acusados de publicar documentos confidenciales en el llamado Vatileaks 2. También otro contra el excardenal Theodore McCarrick, expulsado en 2019 del sacerdocio por sus actos de pederastia (esta misma semana, fue acusado también por una Fiscalía de Massachussetts).

Sin embargo, en la historia reciente de El Vaticano nunca había sido imputado por un escándalo financiero un cardenal, el título más alto que puede conceder un papa. Mucho menos por un tribunal de laicos y, por si fuera poco, delante de un juez —Giuseppe Pignatone— con un largo historial en la lucha contra las mafias. Y todo ello por voluntad directa del mismísimo Francisco, que ha autorizado el enjuiciamiento de Becciu en una maniobra que ha sido interpretada como un nuevo intento de llevar adelante la 'limpieza' que prometió cuando fue elegido.

Víctimas y verdugos

El mayor misterio todavía es si Becciu y el resto de los funcionarios vaticanos encausados fueron víctimas de un grupo de especuladores deshonestos o si se trató de un caso de corrupción interna. Una incógnita que gira en particular en torno a la figura del también imputado Raffaele Mincione, un italiano residente en Londres propietario de un fondo luxemburgués (Athena Capital Fund).

A través de esta herramienta, el cardenal habría, entre otras cosas, autorizado el uso entre los años 2014 y 2018 de fondos “en gran parte” procedentes del Óbolo de San Pedro, el instrumento que canaliza las donaciones de todas las iglesias del mundo a El Vaticano, para opacas inversiones en diversos fondos inmobiliarios, según aparece en las 488 páginas del acta de imputación. En esta, también consta que El Vaticano pidió la incautación de bienes y cuentas corrientes de decenas de personas en Suiza, Luxemburgo, El Vaticano e Italia.

¿Sabía el cardenal de verdad quién era Mincione? Según la Fiscalía vaticana que dirige Gian Piero Milano, es difícil que no

Pero aun así la pregunta permanece. ¿Sabía el cardenal de verdad quién era Mincione? Según la Fiscalía vaticana que dirige Gian Piero Milano, es difícil que no lo supiese. Becciu llevó adelante su relación con el controvertido bróker “a pesar de que las informaciones entonces disponibles deberían haberle inducido a dudar de Mincione, quien ya en junio de 2013 había sido objeto de artículos de prensa y de un informe de la gendarmería vaticana (...) en el que se subrayaba su mala reputación”, han escrito los fiscales en otro apartado del documento.

Espías y negocios familiares

Se refieren a una inversión en una parte de un edificio de Londres (ubicado en el barrio londinense de Chelsea y que había hospedado a Harrod’s) hecha en 2014 a un precio exorbitante y con deuda. Esta fue la primera operación, denunciada en 2019, que puso en marcha la investigación vaticana que luego también llevó a los fiscales a acusar a Becciu de haber financiado empresas de su familia. En concreto, la cooperativa Spes, cuyas oficinas fueron registradas en mayo por orden del fiscal y que está representada legalmente por Antonino Becciu, hermano del cardenal. Según la acusación, el purpurado le habría entregado 225.000 euros procedentes de los fondos de la secretaría de Estado.

Pero una rama aún más peliculera del caso es la que se refiere a Cecilia Marogna, de 39 años y la única mujer imputada, consejera delegada de Logsic Humanitarne Dejavnosti, una compañía pantalla con sede en Lubiana (Eslovenia), a través de la cual la mujer habría recibido un total de 575.000 euros para “compras incompatibles con las finalidades de la secretaría de Estado”. Esto es, según ha filtrado la prensa italiana, artículos de lujo en marcas como Prada, Tod's y Chanel.

Foto: El cardenal Angelo Becciu. (Reuters)

Pero eso no es todo. Según la acusación, Marogna es, en realidad, una experta en seguridad y relaciones internacionales que habría recibido ese dinero para intentar mediar en la liberación de unas monjas y montar una especie de red de contactos diplomáticos al servicio del purpurado. Contactos paralelos a los canales oficiales vaticanos y que, según ella, la llevaron a relacionarse incluso con Al Qaeda.

Según los fiscales, Becciu no habría actuado solo. De ahí que, además de él y de Marogna, el 3 de julio también fueran enjuiciados Tommaso Di Ruzza y René Brüelhart, respectivamente exdirector y expresidente de la Autoridad de Información Financiera (AIF) de El Vaticano. También está siendo procesado Fabrizio Tirabassi, funcionario de la oficina administrativa de la secretaría de Estado y quien, de acuerdo con los fiscales, incluso cobraba comisiones de bancos y fondos para promover operaciones turbias y conseguir nuevos clientes. Integran la lista también el financista romano Enrico Crasso y el bróker Gianluigi Torzi, así como Nicola Squillace, abogado de Torzi y Mincione. Y uno más: monseñor Mauro Carlino, exsecretario privado de Becciu, a quien los gendarmes vaticanos secuestraron varios teléfonos, llaves de memoria USB y ordenadores.

Cuando fue elegido en 2013, Francisco prometió “hacer limpieza” en El Vaticano. De probarse la acusación, el Papa finalmente habría descubierto ese "Vaticano paralelo" que muchos temían que existiese. De ahí, tal vez, que el pontífice ya haya castigado a Becciu. En septiembre del año pasado, lo obligó a renunciar a sus cargos y derechos cardenalicios, pero no al título. Un detalle que podría indicar que quería llevar a juicio a un cardenal, no a un sencillo cura.

Foto: George Pell, en una imagen de archivo de 2017. (Reuters)

Las peculiaridades, sin embargo, no acaban aquí. También llamativo es que Becciu se encuentra ahora allí donde estuvo en su momento uno de sus mayores enemigos, el cardenal conservador George Pell, quien fuera ministro de Economía de El Vaticano y quien pasó 13 meses en una cárcel australiana tras ser condenado en un caso de pederastia del que luego fue absuelto. Una mancha irreparable en la reputación del australiano que los pasillos vaticanos no tardaron en relacionar con su enemistad con Becciu, con quien Pell tuvo fuertes enfrentamientos después de que Francisco lo eligiera para luchar contra la corrupción dentro de El Vaticano en 2014. La sospecha, ventilada a través de la prensa italiana, es que Becciu podría haber empleado dinero de El Vaticano para 'comprar' a algunos testigos que acusaron a Pell. Lo que, de momento, no forma parte del juicio en curso.

El cardenal Angelo Becciu tenía el perfil perfecto para que cualquier personalidad que se acercara a El Vaticano buscara su condescendencia. Su ascenso había empezado con Juan Pablo II y se había consolidado primero con Benedicto XVI y luego con Francisco. Este 'príncipe de la Iglesia' era educado, carismático y cercano al papa y a la Obra de María, uno de esos movimientos de laicos que mantienen hoy el poder de la Iglesia católica. También participaba en las fiestas para diplomáticos, primeras damas y políticos que solían organizarse en la Santa Sede, en las que, cuando él llegaba, lo habitual era que cayera un silencio seguido por el bullicio de una masa que se dirigía hacia él.

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