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"Diplomacia de mercenarios": por qué hay contratistas rusos en Sudán y Venezuela
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hablamos con el principal experto en estos grupos

"Diplomacia de mercenarios": por qué hay contratistas rusos en Sudán y Venezuela

Las noticias sobre la presencia de compañías militares rusas aquí y allá no dejan de sucederse. Hay una razón: sirven para apoyar al Kremlin sin el coste de una implicación directa

Foto: Imágenes tomadas por ciudadanos sudaneses que muestran la presencia de contratistas rusos en Jartúm
Imágenes tomadas por ciudadanos sudaneses que muestran la presencia de contratistas rusos en Jartúm

El pasado enero, en el margen de apenas unos pocos días, medios rusos e internacionales informaban sobre la presencia de contratistas militares rusos en Sudán y Venezuela. Estos dos escenarios, muy alejados geográficamente entre sí, comparten sin embargo algunas características: los dos países están gobernados por un 'hombre fuerte' que ahora tiene que hacer frente a una ola de inestabilidad y descontento popular, y ambos son escenarios prioritarios para el Kremlin, aunque no tanto como para llegar al extremo de intervenir directamente. La solución de Moscú parece haber sido enviar a sus “fuerzas en la sombra”, profesionales con experiencia militar encuadrados en empresas privadas que permiten a Rusia aportar músculo bélico sin los costes políticos de una participación explícita. La “diplomacia de los mercenarios”.

La noticia saltaba el 1 de enero, cuando asistentes a las protestas del día anterior en la capital sudanesa contra Omar Al Bashir reportaron cómo una veintena de hombres blancos armados con cámaras de vídeo se bajaron de un camión militar ruso Ural-4320 y se pusieron a filmar a los manifestantes. Diez días después, el diario británico The Times publicó un artículo que aseguraba que estos individuos eran contratistas militares rusos, y citaba a algunos testigos según los cuales aquellos habían contribuido a contener las protestas y a dispersar a los manifestantes. Según Vasyl Hrytsak, director del servicio de inteligencia de Ucrania, los espías de su país habían logrado obtener evidencias de que esos hombres pertenecían al llamado Grupo Wagner, la principal compañía privada de Rusia, y de que habían sido transportados hasta Sudán en aviones Tu-154M del Ministerio de Defensa ruso a instancias de Yevgeni Prigozhin, el célebre “chef de Putin” y hombre de negocios vinculado a algunas de las operaciones más importantes de la inteligencia militar rusa en el exterior.

La primera reacción, tanto del Kremlin como de las autoridades sudanesas, fue negar rotundamente la participación rusa en estos hechos. Pero ante la publicación de evidencias gráficas de esta presencia, la portavoz del Ministerio de Exteriores ruso, María Zajárova, se vio obligada a admitir los hechos el pasado 23 de enero. “Según nuestras informaciones, representantes de empresas rusas de seguridad, que no tienen ninguna relación con los organismos estatales rusos, realmente están operando en Sudán”, afirmó. “Su objetivo se limita a entrenar a personal del ejército y de las agencias de seguridad de la República de Sudán”, señaló.

Foto: Miembros del Grupo Wagner en el área de Starobeshevo, en Donetsk, Ucrania, en algún momento del verano de 2014

Esta admisión coincidió, además, con la publicación por parte de Reuters de un detallado reportaje en el que se describía el envío de miembros de Wagner a Venezuela para colaborar en la seguridad personal del presidente Nicolás Maduro, como una especie de guardia pretoriana que otorgara una protección adicional ante un posible golpe de estado. Los reporteros de la agencia hablaron con tres individuos cercanos al grupo Wagner, que les confirmaron la presencia de miembros de esta firma en Venezuela. Ese mismo día, Evgeny Shabaev, un líder cosaco y firme defensor de las empresas de contratistas militares, dijo lo mismo a la agencia Lenta.ru. "En la noche del 21 de enero, cierto grupo de hombres recibió instrucciones de reclutar rápidamente un grupo. Estaban llevando a cabo órdenes de compañías militares privadas", señaló Shabaev, quien indicó que los hombres fueron transportados a La Habana, desde donde se trasladaron a Caracas.

Shabaev también cifró en unos 400 el número de mercenarios rusos en Venezuela, y aseguró que algunos de ellos habían trabajado anteriormente "en Gabón y Sudán". Las fuentes de Reuters, no obstante, afirmaron que la cifra real era mucho menor. Uno de ellos aseguró también que el primer grupo había llegado al país tropical en mayo de 2018, antes de las elecciones presidenciales, pero otro había sido enviado "recientemente".

Desde Moscú, por ahora, se niega rotundamente esta información. Pero algunos de los detalles han sido confirmados posteriormente por investigadores independientes. Mitya Aleshkovskii, director de la página de investigación en fuentes abiertas Takiye Dela pudo rastrear el avión que supuestamente transportó a los mercenarios desde Moscú: el vuelo IL-96 RA-96019 de Rossiya Airlines, con destino a Dakar, desde donde se dirigió a Ciudad del Este (Paraguay) y de allí hasta La Habana. Al destino final, Caracas, habrían llegado en vuelos comerciales.

Bajo control del Kremlin

Para Sergey Suhankin, investigador de la Fundación Jamestown y uno de los expertos que más en profundidad ha estudiado el fenómeno de las compañías privadas militares rusas, la afirmación de su presunta independencia es falsa. “Esto se hace bajo el control directo de Moscú y, más en concreto, del Ministerio de Defensa ruso”, dice a El Confidencial. “Un episodio en el que a los mercenarios rusos se les dio órdenes por parte de personas privadas terminó en tragedia y en shock dentro del Ministerio de Defensa ruso”, dice.

Suhankin se refiere a la aniquilación de decenas de miembros del Grupo Wagner en Deir Az Zor, en el este de Siria, en febrero del año pasado, cuando intentaban hacerse con el control de una refinería por encargo de un hombre de negocios sirio cuya identidad no ha sido determinada con certeza. Los mercenarios rusos se enfrentaron a miembros de las fuerzas especiales estadounidenses empotrados con las milicias de las Fuerzas Democráticas de Siria (SDF), que pidieron apoyo aéreo. Los cazas estadounidenses masacraron a los contratistas rusos. Desde entonces, el control de los organismos de seguridad rusos sobre estas compañías se ha estrechado todavía más.

“Podemos llamarlo una versión retorcida de la estrategia de 'exportación de seguridad'. Tal y como se afirmó en una de las sesiones del Club Valdai, Rusia debe asumir las mismas responsabilidades en términos de seguridad global que EEUU, China y la Unión Europea. Por lo tanto, esta idea derivó en una máxima de que 'la exportación de seguridad debería ser la prioridad de Rusia en política exterior' (basándose, por supuesto, en las capacidades militares de Rusia)”, dice Suhankin. “Y sí, hay un patrón, reflejado en la llamada 'denegación plausible', la capacidad del estado ruso de tomar parte en conflictos externos o 'zonas grises' sin tener que rendir cuentas por ello”, comenta.

Foto: Un soldado ruso en Alepo, Siria, en diciembre de 2016. (Reuters)

Sudán se ha convertido en uno de los países de interés para el Kremlin desde que en noviembre de 2017 el presidente Omar Al Bashir -buscado por el Tribunal Penal Internacional por el genocidio de Darfur- pidiese a Rusia "protección de los actos de agresión de EEUU". Además de los potenciales beneficios que los sectores energéticos, minerales y financieros de Sudán podrían reportar a las arcas rusas, Al Bashir ha discutido con Moscú el establecimiento de una base naval en el Mar Rojo. Las relaciones son tan buenas que cuando el sudanés se convirtió en el primer líder de un país de la Liga Árabe en visitar Siria, el pasado diciembre, lo hizo a bordo de un avión ruso. Por eso, no es de extrañar que, en un momento en el que Al Bashir se enfrenta a una ola de protestas que por primera vez en sus tres décadas en el poder, Rusia haya decidido tratar de proteger a su nuevo aliado.

Algo similar cabe decir respecto a Venezuela, un país donde Rusia ha realizado importantes inversiones durante estos últimos años. Tan sólo la firma energética Rosneft ha invertido más de 17.000 millones de dólares, de los cuales Caracas todavía adeuda más de 3.000 millones, sin contar intereses. El Gobierno de Maduro adeuda más de 1.000 millones en armamento ya recibido, cuyo pago no está obligado a hacer efectivo hasta 2017 (y que muy probablemente Rusia jamás vería en caso de que haya un cambio de liderazgo). Además, Rusia es muy consciente de que Venezuela le supone una puerta de entrada perfecta a Latinoamérica, identificado como uno de sus objetivos prioritarios en su doctrina de política exterior publicada en 2008.

Suhankin, sin embargo, no cree que estos combatientes rusos lleguen al extremo de enfrentarse a una fuerza invasora exterior. “Depende de la posición de EEUU. Si hay perspectivas crecientes de un encuentro militar con las fuerzas especiales de EEUU -lo que podría ser el caso, dado el papel de Estados Unidos en Latinoamérica- es improbable que se active a los mercenarios rusos para propósitos militares”, opina. Pero no ocurre necesariamente lo mismo ante manifestantes, insurrecciones o, llegado el caso, ante una asonada contra Maduro dentro de su propio ejército.

El pasado enero, en el margen de apenas unos pocos días, medios rusos e internacionales informaban sobre la presencia de contratistas militares rusos en Sudán y Venezuela. Estos dos escenarios, muy alejados geográficamente entre sí, comparten sin embargo algunas características: los dos países están gobernados por un 'hombre fuerte' que ahora tiene que hacer frente a una ola de inestabilidad y descontento popular, y ambos son escenarios prioritarios para el Kremlin, aunque no tanto como para llegar al extremo de intervenir directamente. La solución de Moscú parece haber sido enviar a sus “fuerzas en la sombra”, profesionales con experiencia militar encuadrados en empresas privadas que permiten a Rusia aportar músculo bélico sin los costes políticos de una participación explícita. La “diplomacia de los mercenarios”.

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