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La triste realidad por la que los jubilados en Japón quieren ir a la cárcel
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el número se ha multiplicado por 5 en 20 años

La triste realidad por la que los jubilados en Japón quieren ir a la cárcel

La falta de recursos económicos y la soledad está llevando a miles de ancianos japoneses a cometer pequeños delitos para terminar en prisión

Foto: Las personas mayores apenas tienen recursos en Japón (EFE EPA/Everett Kennedy Brown)
Las personas mayores apenas tienen recursos en Japón (EFE EPA/Everett Kennedy Brown)

En 1997, apenas el 5 por ciento de los presos japoneses tenían más de 65 años. Veinte años después, esa cifra se ha disparado por encima del 20 por ciento y hoy uno de cada cuatro personas que están encerradas en la cárcel son personas en edad de jubilación. ¿Qué ha pasado en uno de los países del mundo donde más se respeta la ley?

Las causas hay que buscarlas, principalmente, en la precariedad económica de los mayores y en su soledad. La pensión mínima es muy baja en Japón, comparada con el nivel de vida del país. Si no se ha ahorrado a lo largo de la vida laboral, es muy complicado afrontar esta etapa en la que los únicos ingresos proceden del estado. La vivienda y la comida se llevan la totalidad de la jubilación, sin contar los gastos de calefacción, luz, ropa, etcétera.

A esta situación se le suma un hecho muy característico del país nipón: las leyes son muy duras con los pequeños hurtos e, incluso, el robo de un sándwich que dos euros en un supermercado puede llevar aparejada una sentencia de un año de cárcel. Por eso, los japoneses han visto en esta salida la solución a parte de sus problemas.

Delitos de cárcel

Es la razón principal de cada vez sean más los ancianos que cometen pequeños delitos en Japón. Y es más: el número de reincidentes no deja de aumentar entre las personas mayores de 65 años. Uno de los mejores ejemplos para explicar esta anómala situación es el de Takata, un hombre de 69 años que vive en Hiroshimay que ha contado a la BBC su historia.

"Llegué a la edad de la jubilación y me quedé sin dinero. Así que se me ocurrió que quizás en la cárcel podría vivir gratis. Agarré una bicicleta, la llevé a la comisaría de policía y le dije al hombre que había ahí: 'Mira, robé esto'". El plan funcionó y Takata fue sentenciado a un año de cárcel, un tiempo en el que tuvo sus necesidades cubiertas con alojamiento y tres comidas calientes gratis a diario.

placeholder Los pequeños hurtos en supermercados son el billete más rápido en Japón para terminar en la cárcel
Los pequeños hurtos en supermercados son el billete más rápido en Japón para terminar en la cárcel

Al salir repitió: esta vez amenazó a unas mujeres que había en un parque con un cuchillo, aunque no tenía intención alguna de hacerlas daño. Sólo quería que alguna de ellas llamara a la policía y lo consiguió. De los últimos 8 años de vida, Takata ha pasado más de la mitad en la cárcel, mientras la otra mitad ha podido sobrevivir gracias a que seguía cobrando su pensión pese a estar en prisión: “No es que me guste, pero ahí puedo estar gratis. Y cuando salgo, tengo ahorrado algo de dinero. Así que no es tan grave".

Los hijos y la soledad

En Japón era tradición que los hijos se ocuparan de sus padres cuando estos llegaban a su edad de jubilación. Sin embargo, la despoblación en las zonas rurales ha llevado a que muchos se tuvieran que trasladar a las grandes ciudades para trabajar, dejando a sus padres sin recursos. El demógrafo Michael Newman explica que "los jubilados no quieren ser una carga para sus hijos. Si no pueden sobrevivir con la pensión, sienten que la única manera de no ser un lastre es hacer que los metan en la cárcel".

Por eso los ancianos son reincidentes una y otra vez, por su deseo de volver a prisión, aunque cada vez son más los que toman una decisión mucho más extrema: el suicidio. El número de personas que decide acabar con su vida ha crecido exponencialmente entre los mayores japoneses, sobre todo por su deseo de no molestar y apartarse de la sociedad.

Foto: Jubilados y pensionistas salen a la calle en favor sistema publico pensiones. (EFE) Opinión

Pero el problema de fondo de muchos de ellos es la soledad: no tener quién les cuide o se ocupe de ellos es lo que les lleva a terminar en la cárcel. Incluso las autoridades han tenido que ampliar las prisiones y acondicionarlas para las necesidades de los mayores: hay pasamanos, baños especiales y hasta clases destinadas a este grupo de población.

En 1997, apenas el 5 por ciento de los presos japoneses tenían más de 65 años. Veinte años después, esa cifra se ha disparado por encima del 20 por ciento y hoy uno de cada cuatro personas que están encerradas en la cárcel son personas en edad de jubilación. ¿Qué ha pasado en uno de los países del mundo donde más se respeta la ley?

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