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Olvídate de China: Tailandia ya es el nuevo vertedero electrónico del mundo
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40.000 toneladas anuales de tecnobasura

Olvídate de China: Tailandia ya es el nuevo vertedero electrónico del mundo

La prohibición china de importar residuos tecnológicos ha hecho que la tecnobasura se desplace a otros países. En lugar de un problema, la junta militar tailandesa lo ha considerado una oportunidad

Foto: El subdirector general de policía, Wirachai Songmetta, muestra el decomiso de un cargamento ilegal de basura electrónica en Leam Chabang, Tailandia, el 29 de mayo de 2018. (Reuters)
El subdirector general de policía, Wirachai Songmetta, muestra el decomiso de un cargamento ilegal de basura electrónica en Leam Chabang, Tailandia, el 29 de mayo de 2018. (Reuters)

La historia de un teléfono móvil, o de un ordenador, puede parecer similar a la de cualquier otro objeto que podamos tener en casa. Lo compramos, lo utilizamos hasta que nos aburrimos o se rompe y nos deshacemos de él. Entonces, sería lógico pensar, acabaría en un vertedero o en alguna planta de reciclaje local. Sin embargo, lo más probable es que ese teléfono viaje miles de kilómetros hasta alguno de los vertederos electrónicos que se han formado durante las últimas décadas en varios puntos del planeta, la mayoría de ellos en países en desarrollo.

Este comercio internacional de chatarra electrónica, que ha ido creciendo al calor de un mundo cada vez más tecnológico, se trastocó a principios de año cuando China, que era entonces el mayor importador de estos vertidos, cerró sus fronteras y decenas de países tuvieron que buscarse otro lugar para tirar sus millones de toneladas de desechos. Tailandia se convirtió entonces en uno de los nuevos destinos elegidos, según denunció la policía del país tras hallar la semana pasada siete buques con este tipo de residuos en el puerto de Laem Chabang. “Esto muestra que basura electrónica de todo el mundo está moviéndose hacia Tailandia”, aseguró el jefe adjunto de la policía Wiracha Songmetta a los medios tras el descubrimiento.

Foto: Basura tecnológica apilada tras un poster de Mao Zedong en la aldea de Yaocuowei, en el sur de China, en 2002. (Reuters)

“Lleva años ocurriendo, pero las importaciones se han incrementado desde la prohibición en China. Hemos calculado que en los últimos dos años las importaciones se han incrementado por tres, hasta unas 40.000 toneladas al año” , asegura Somnuck Jongmeewasin, un profesor de universidad y activista por el medio ambiente que monitorea el puerto donde se detectaron los buques. “Vienen en contenedores ocultos porque muchos son ilegales”. Según Tara Buakamsri, responsable de Greenpeace en Tailandia, el país “no tiene una política estricta sobre importación y contrabando de residuos”, lo que habría llevado a que se eligiera el país asiático como nuevo destino. “China también ha expandido de forma agresiva su industria [del reciclaje] en Tailandia”, continúa el activista.

La basura electrónica es una de las más problemáticas de gestionar. Los aparatos electrónicos están fabricados con cientos, e incluso miles, de partes cuyos componentes a menudo son tóxicos. “ Un teléfono móvil, por ejemplo, contiene de 500 a 1.000 componentes. Muchos de éstos tienen metales tóxicos pesados como plomo, mercurio, cadmio o berilio y compuestos químicos peligrosos, como los retardantes de llama bromados. El plástico PVC también se utiliza de forma frecuente”, aseguraba Greenpeace en un informe de 2008 en el que denunciaba esos vertederos en China.

En un informe más reciente de Naciones Unidas, se calificaba a estos residuos de un “riesgo creciente” para el medio ambiente y la salud, especialmente debido a su rápido crecimiento. Así, el informe cifraba en 44.7 millones de toneladas la basura electrónica generada en 2016, un incremento del 8 por ciento desde 2014. La ONU prevé además que habrá un incremento de otro 17 por ciento de aquí a 2021, cuando se generarán 52.2 millones de toneladas.

placeholder Teléfonos móviles desechados en un vertedero tecnológico en la ciudad china de Guiyu, en 2015. (Reuters)
Teléfonos móviles desechados en un vertedero tecnológico en la ciudad china de Guiyu, en 2015. (Reuters)

¿Qué hacemos con la basura?

Estos dispositivos tienen, sin embargo, valiosos componentes, especialmente metales, cuyo valor puede alcanzar los 55.000 millones de dólares, según la ONU. Pero su reciclaje es costoso, especialmente si se realiza con las medidas de seguridad necesarias, por lo que en 2016 sólo se recicló un 20 por ciento de toda la basura electrónica. La solución más habitual en los países desarrollados ha sido externalizar el problema y enviar los residuos a países en desarrollo para que allí los despedacen y saquen las partes valiosas, a costa de su propia salud y la de su entorno.

Sin embargo, la Convención de Basilea, que regula los movimientos transfronterizos de desechos peligrosos, prohíbe que los países de la OCDE -los considerados ricos, mayoritariamente europeos- envíen su basura electrónica a otros países que no estén dentro del bloque. Además, también prohíbe que se exporte basura peligrosa si no hay garantías de que se vaya a gestionar de forma segura. Sin embargo, hecha la ley, hecha la trampa, y los países de la OCDE se suelen valer de los envíos de ayuda al desarrollo para deshacerse de la chatarra. Así, denuncia Naciones Unidas, cerca de un 90% de la basura electrónica se exporta de forma ilegal.

El cierre de las fronteras chinas a los residuos extranjeros fue una llamada de atención al creciente problema sobre la gestión de éstos, especialmente en países desarrollados. Así, Europa exportó a otros países 3.6 millones de toneladas de residuos considerados peligrosos en 2015, entre ellos electrónicos, según Eurostat.

Foto: Un monje budista bendice las barcas de pesca, en el archipiélago de Phi Phi, Tailandia. (Reuters)

Pero el problema va más allá de los residuos electrónicos o peligrosos. El pasado 5 de junio, el Día Mundial del Medio Ambiente fue dedicado a concienciar sobre la reducción de plásticos, otro de los residuos que los chinos han dicho que ya no quieren y cuya importación en Tailandia también se ha incrementado, según Somnuck Jongmeewasin. Según el académico, la junta militar tailandesa vio hace dos años la oportunidad de expandir el negocio del reciclaje y aprobó una legislación que allanaba el camino.

Ante la polémica, los militares han asegurado que van a prohibir las importaciones de estos residuos, pero, recalca Tara Buakamsri de Greenpeace, el país ni siquiera ha ratificado la Enmienda del Convenio que prohíbe explícitamente las importaciones desde países de la OCDE. Sobre la mesa tiene también un borrador de una ley sobre residuos electrónicos que aún no ha aprobado. “Se debería prohibir cualquier tipo de importación de residuos electrónicos o plásticos”, asegura el académico Somnuck. “La gente no se da cuenta de que estamos destruyendo nuestro país”.

La historia de un teléfono móvil, o de un ordenador, puede parecer similar a la de cualquier otro objeto que podamos tener en casa. Lo compramos, lo utilizamos hasta que nos aburrimos o se rompe y nos deshacemos de él. Entonces, sería lógico pensar, acabaría en un vertedero o en alguna planta de reciclaje local. Sin embargo, lo más probable es que ese teléfono viaje miles de kilómetros hasta alguno de los vertederos electrónicos que se han formado durante las últimas décadas en varios puntos del planeta, la mayoría de ellos en países en desarrollo.

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