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Lucha por la memoria histórica en Paraguay tras la victoria de un 'hijo de la dictadura'
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"quiero que mi hija visite la tumba de su abuelo"

Lucha por la memoria histórica en Paraguay tras la victoria de un 'hijo de la dictadura'

Derlis conoció a su padre por los relatos de sus compañeros de militancia. Es uno de los 450 desaparecidos durante la dictadura. La victoria de Marito Abdo Benítez preocupa a sus familias

Foto: Carteles con imágenes de desaparecidos en el Museo de las Memorias de Asunción, Paraguay. (EFE)
Carteles con imágenes de desaparecidos en el Museo de las Memorias de Asunción, Paraguay. (EFE)

“Mi padre era muy inquieto en el colegio. Era un muchacho muy preparado para su edad que podía discutir de temas filosóficos con sus profesores. Era un opositor al régimen militar que pasó ocho años en la cárcel como preso político, antes de desaparecer a los 35 años”. Derlis Villagra conoció a su progenitor, que llevaba su mismo nombre, gracias a los relatos de sus amigos y compañeros de militancia. Cuando fue arrestado, torturado y asesinado por los policías al servicio del dictador Alfredo Stroessner (1954-1989), Derlis estaba todavía en la barriga de su madre. Corría el año 1975 y no eran años fáciles para un joven dirigente del partido comunista de Paraguay.

“Mi papá era dirigente de la Juventud comunista y estaba en la clandestinidad. En una operación de la Policía cayó toda la plana mayor del partido. Tres dirigentes fueron asesinados, incluso el secretario general Miguel Ángel Soler, cuyos restos fueron identificados hace poco. Mi padre estaba entre ellos”, cuenta, emocionado, Derlis en su casa de Capiatá, un municipio a unos 25 km. de Asunción. Su madre, Celsa Ramírez, también fue detenida. Tenía 25 años, estaba embarazada de cuatro meses y tuvo que dar a luz en la cárcel, tras soportar duras sesiones de tortura.

Derlis padre es uno de los 450 opositores que desaparecieron durante los 35 años que duró la dictadura en Paraguay. Además, hubo al menos 20.000 torturados y 20.000 exiliados. En su gran mayoría, los cuerpos de los desaparecidos nunca fueron encontrados, ni identificados. 42 años después, Darlis sigue buscando a su padre para ofrecerle un entierro digno.

“Es muy importante encontrarlo porque es la mayor demostración de que el relato que construyó la dictadura fue una gran mentira. Identificar los restos otorga a estas personas una materialidad que la dictadura trató de hacer desaparecer”, señala este analista de sistemas. “Decía un amigo que los desaparecían sin dejar rastro porque para la dictadura la vida de estas personas fue un error. Nosotros tenemos otra visión y creemos que todos los desaparecidos han contribuido enormemente a la democracia de este país y a los valores ciudadanos. Por otro lado, está la cuestión familiar. Yo quiero que mi hija conozca la historia de su abuelo y me gustaría un día llevarla a visitar su tumba”, añade.

Con el fin de ofrecer respuesta y consuelo a los familiares de las víctimas de la dictadura, la dirección de Memoria Histórica y Reparación del Ministerio de Justicia empezó hace una década una intensa labor de investigación. Hasta la fecha han sido encontrados los restos de 37 cuerpos. De ellos, solo cuatro pudieron ser identificados y entregados a sus familiares.

placeholder Helena Vallejos, nieta de Rafaela Filipazzi, ante un ataúd durante una ceremonia por los desaparecidos durante la dictadura de Stroessner, en Asunción. (Reuters)
Helena Vallejos, nieta de Rafaela Filipazzi, ante un ataúd durante una ceremonia por los desaparecidos durante la dictadura de Stroessner, en Asunción. (Reuters)

La razón de semejante lentitud se debe a que las identificaciones requieren costosos exámenes de ADN. “No tenemos asignado un presupuesto para las excavaciones. Coordinamos un equipo nacional de búsqueda, pero desde 2011 seguimos sin presupuestos. Estamos con pequeños aportes del Ministerio de Justicia, pero necesitamos una línea presupuestaria para continuar con nuestra labor”, explica Rogelio Goiburú, director de la institución encargada de las excavaciones.

En 2015, el Gobierno paraguayo anunció la entrega de un fondo de 70.000 dólares (57.500 euros) para la identificación de las víctimas de la dictadura, pero la cantidad es insuficiente. Para Rogelio Goiburú, no hay una voluntad política clara para seguir con la labor de reparación histórica. “Somos pocos los que en Paraguay estamos convencidos de que una democracia no es viable si no se trabaja el tema de la memoria. A través nuestra labor, no solo se recuperan los cuerpos y se entregan a sus familiares. También estamos recuperando memoria. En este sentido, estamos aportando información para que la justicia haga su trabajo. Si la justicia no realiza sus investigaciones, difícilmente esta democracia puede ser viable”, afirma Goiburú, que también es hijo de un desaparecido.

Derlis define como una “bofetada” que el nuevo presidente, Marito Abdo Benítez, sea el hijo del exsecretario personal de Stroessner

A pesar de las objetivas dificultades, la familia de Derlis Villagra no pierde la ilusión de encontrar a su familiar. “Cuando supimos de la identificación de Miguel Ángel Soler [el secretario general del Partido Comunista], recobramos las esperanzas. Pensamos que los restos de mi padre debían de estar muy cerca. Pero el tiempo pasa y no se da este aviso. Entonces uno se va desanimando”, reconoce su hijo.

Su madre, Celsa Ramírez, todavía tiene mucha confianza. “Hay varios cuerpos todavía por identificar. Es una cuestión humana. Tenemos en nuestra cultura la necesidad de saber dónde están nuestros seres queridos para podernos acercar y llevar una flor o una vela. Sin esto, queda una herida muy frágil. Uno necesita estar seguro, ver los restos”, señala esta mujer, que quedó encarcelada junto a su bebé durante dos años y ocho meses.

La familia de Derlis tiene una larga tradición de resistencia contra el régimen dictatorial. Su abuelo paterno y su tío abuelo lucharon firmemente contra la dictadura. De hecho, este último también está desaparecido. Su abuela materna pasó ocho años en la cárcel por su actividad política. Fue allí donde pudo reencontrar a su hija Celsa poco antes de dar a luz, porque la trasladaron al mismo centro penitenciario. Celsa, una mujer diminuta y dulce, recuerda todos los detalles de las sesiones de tortura. “Metían mi cabeza en la pileta una y otra vez. Me dieron tantos golpes que pensé que iba a perder a mi niño”, cuenta, al tiempo que revela que durante años no fue capaz de hablar de ello.

placeholder Forenses trabajan con restos humanos descubiertos bajo unas barracas de la policía en Asunción. (Reuters)
Forenses trabajan con restos humanos descubiertos bajo unas barracas de la policía en Asunción. (Reuters)

La "suerte" de Celsa

“Me tenían encadenada a una mesa con grilletes. No me podía mover, mientras veía a las ratas y a las cucarachas pasando sobre mi cuerpo. Todavía recuerdo el agua sucia de la pileta, donde muchos presos no resistían y acababan dejando sus restos. Un día, después de la enésima sesión de tortura, una mujer que estaba tumbada en una especie de pasarela de madera que estaba encima de mí dejó caer por la rendija de la madera un papelito en el que había escrito: ¡Fuerza, compañera! Aquello me dio mucho consuelo”, relata Celsa.

A pesar de estos recuerdos sombríos, esta mujer usa la palabra "suerte" en tres ocasiones: porque no perdió a su hijo pese a los golpes recibidos en su barriga; porque por una gran casualidad fue enviada al mismo centro penitenciario donde estaba presa su madre, a la que no veía desde hacía ocho años; y porque no le quitaron a su hijo al nacer. “Este era mi mayor temor”, reconoce. Al año de estar encarcelada, supo que su marido había sido asesinado durante una sesión de tortura. Desde entonces, no ha parado de buscarle. “Se trata de una cuestión de memoria histórica. Hubo una represión brutal en Paraguay. Es importante recordar que los opositores eran personas que deseaban lo mejor para su país y para su pueblo. Lucharon por la felicidad, por el bienestar y por el respecto de los derechos humanos. No eran criminales, todo lo contrario” asegura Celsa.

Derlis define como una “bofetada” y una “burla” el hecho de que el nuevo presidente Marito Abdo Benítez, elegido con el 46,4% de los votos, sea el hijo del exsecretario personal de Stroessner. “No es solo porque sea el hijo. Él mismo reivindica su discurso y se reconoce stronista”, dice Derlis. De hecho, justo después de votar, el pasado 22 de abril, Abdo visitó la tumba de su padre, Mario Abdo. Además, en su primer discurso tras conocer su victoria, hizo una homenaje a su progenitor, a quien describió como un “gran colorado” (en referencia al nombre del partido al que pertenece, el Partido Colorado).

placeholder Familiares reciben las urnas con los restos de los desaparecidos en la dictadura de Stroessner, que han sido identificados hasta ahora, en Asunción. (EFE)
Familiares reciben las urnas con los restos de los desaparecidos en la dictadura de Stroessner, que han sido identificados hasta ahora, en Asunción. (EFE)

“Es un gran error. No hemos aprendido la lección. En democracia no hemos construido la suficiente memoria histórica para no olvidar lo que significó la dictadura. Es una realidad muy dañina para toda la sociedad, y no solo para los que la vivieron muy de cerca, gente como yo que tiene a un familiar o a un conocido que fue detenido y torturado. Es algo que puede alcanzarle a cualquiera”, asegura Derlis.

Por su parte, Rogelio Goiburú manifiesta su esperanza de que la victoria de un 'hijo de la dictadura' no acabe afectando a su trabajo. “Tenemos la expectativa de que esto no suceda, sobre todo teniendo en cuenta que es una labor que venimos realizando desde hace mucho tiempo. Durante la campaña electoral, Marito Abdo dijo que seguiría apoyando nuestro esfuerzo. Espero que mantenga la palabra”, afirma.

Celsa Ramírez se despide de la periodista regalándole un recuerdo íntimo. “La última vez que mi marido vino a verme, me trajo una flor, pero la perdió por el camino. Cuando entró en la casa donde estaba refugiada, porque ambos éramos clandestinos, se dio cuenta de que la flor se le había caído. Quiso regresar a buscarla, pero yo tenía miedo de que alguien pudiese verle o arrestarle. Le dije: ‘Por favor, no arriesgues tu seguridad, para mí es como se me la hubieses dado’. Hasta hoy guardo esta flor dentro de mí”, cuenta.

“Mi padre era muy inquieto en el colegio. Era un muchacho muy preparado para su edad que podía discutir de temas filosóficos con sus profesores. Era un opositor al régimen militar que pasó ocho años en la cárcel como preso político, antes de desaparecer a los 35 años”. Derlis Villagra conoció a su progenitor, que llevaba su mismo nombre, gracias a los relatos de sus amigos y compañeros de militancia. Cuando fue arrestado, torturado y asesinado por los policías al servicio del dictador Alfredo Stroessner (1954-1989), Derlis estaba todavía en la barriga de su madre. Corría el año 1975 y no eran años fáciles para un joven dirigente del partido comunista de Paraguay.

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