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En Ámsterdam no caben más turistas: "Vivir aquí se ha convertido en una pesadilla"
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medidas para frenar el turismo masivo

En Ámsterdam no caben más turistas: "Vivir aquí se ha convertido en una pesadilla"

Ya no cabe más gente en Ámsterdam. La turismofobia crece y el municipio busca medidas para reducirlo, como negar licencias a comercios cuya oferta sea solo para los turistas

Foto: Turistas estadounidenses posan en Ámsterdam con sombreros típicos de agricultores. (Reuters)
Turistas estadounidenses posan en Ámsterdam con sombreros típicos de agricultores. (Reuters)

La estación central de Ámsterdam es el termómetro de la pesadilla turística de la ciudad. Gente arrastrando maletas de un lado a otro, decenas de mochileros en con un mapa en la mano buscando ese pequeño hostal donde pasarán la noche por 20 euros. Taxistas haciendo cola para acercar a los más adinerados a sus hoteles en algún punto de la capital. Y luego están los que hablan neerlandés, que saben hacia dónde van y que resoplan una y otra vez mientras intentan surfear la multitud desorientada. El turismo en Ámsterdam, ciudad donde residen unas 800.000 personas, asciende a 17 millones de visitantes por año, una cifra que los dueños de la urbe no están dispuestos a aceptar.

“Queremos un turismo de otro tipo, de más calidad, más higiénico, mejor organizado. Ámsterdam está saturada de personas que vienen a fumar en los 'coffeeshops' y a ver el barrio rojo, y que representan un turismo barato porque luego se alojan por dos duros, no cuidan la ciudad y no respetan las normas ni los horarios. Ámsterdam está perdiendo su identidad por su culpa”, opina Richy, empleado de una inmobiliaria situada en pleno centro. Desde hace cinco años, vive en Amstelveen, a unos 25 minutos de su trabajo. “Vivir en Ámsterdam se ha convertido en una pesadilla para mí y mi familia, por eso decidimos irnos a la periferia. Dormir por la noche o darse un paseo por un parque parecía un lujo”, lamenta, en una conversación con El Confidencial.

No es que no les gusten los turistas, o su dinero: es que ya no cabe más gente en la ciudad. En Ámsterdam, los movimientos turismófobos son cada vez más crecientes porque los visitantes traen consigo mucho ruido, falta de higiene y demasiada muchedumbre, para gusto de los afincados. “La gente ya no reconoce su propio vecindario y por eso los residentes ya no pueden más, se están sumando a las acciones contra la promoción del turismo en Ámsterdam”, dice Thomas de Groot, de Faircity, que organizó varias protestas contra la promoción del turismo en la capital. La llegada de extranjeros, en su justa medida, es positiva, pero en exceso es “una auténtica pesadilla”, en palabras de los residentes.

placeholder Turistas y residentes de Ámstedam pasan ante un 'coffeeshop'. (I. Rachidi)
Turistas y residentes de Ámstedam pasan ante un 'coffeeshop'. (I. Rachidi)

El director de Marketing Ámsterdam, Frans van der Avert, organismo que se encarga de dar a conocer la ciudad, intenta quitarle hierro al asunto. “No solo tenemos visitantes de fuera de Holanda, sino también muchos holandeses que vienen a conocer la ciudad. Ámsterdam también está creciendo porque hay más residentes, más estudiantes y más empresas. Esto también está pasando en Barcelona o Praga, con la única diferencia es que aquí hay un importante turismo local de gente que viene a festivales, exhibiciones, musicales, conferencias, etc. Al fin y al cabo, somos la capital”, explica en una entrevista con El Confidencial. La riqueza cultural está creciendo y el atractivo de una ciudad dividida por canales del siglo XVII, convierte a la capital holandesa en una ciudad popular.

Sin embargo, el propio Van der Avert está de acuerdo en que el turismo en exceso no hace bien a la ciudad. “Creemos en un balance. El problema es que ese equilibrio no existe ahora mismo y la gente tiene problemas lidiando con los visitantes. Se están quejando del ruido, del tráfico, de la falta de limpieza… de los efectos negativos del turismo. Ámsterdam es una ciudad pequeña, histórica”, añade. Es consciente de que “la ciudad pertenece a sus residentes, y no a los visitantes que llegan desde fuera”, dice, y por eso advierte de que “hay que escuchar, actuar y regular la situación” en la que viven. “Es difícil de controlar y de limitar, pero no hay que dejar de buscar solución”, asegura.

¿Cómo frenar el turismo?

Ámsterdam está perdiendo su identidad: la vida diaria de su gente está desapareciendo, al igual que los pequeños negocios y bares

Las ideas para frenar el turismo masivo están siendo muy variadas, desde subidas de impuestos (hoteles, restaurantes, tiendas, etcétera) por parte del Ayuntamiento, hasta manifestaciones organizadas por los residentes y carteles empapelando diferentes barrios con advertencias para ahuyentar y asustar a los recién llegados. “Ámsterdam está perdiendo su identidad: la vida diaria de su gente está desapareciendo, al igual que los pequeños negocios y bares”, añade Richy. Se queja de que la ciudad se ha convertido en una especie de “atracción turística” en la que abundan las tiendas de suvenires, de venta de quesos y de constante muchedumbre.

El municipio anunció la semana pasada que no dará más licencias para abrir nuevas tiendas en el centro de la ciudad cuya oferta sea solo para los turistas. Con esto, se incluyen tiendas de billetes, empresas de alquiler de bicicletas, comercios que venden alimentos para consumo directo, etcétera. Esta nueva regulación se aplica a una gran parte del centro de Ámsterdam e incluye unas cuarenta calles comerciales. “Decimos no a todas las tiendas que no estén centradas en ofrecer bienes y servicios a los residentes”, explicó la progresista Kajsa Ollongren, concejal de Asuntos Económicos. Debido al aumento del número de turistas, han ido apareciendo cada vez más tiendas que se centran únicamente en productos para el visitante.

placeholder Una ciclista aparca su bicicleta cerca de la Estación Central de Ámsterdam. (Reuters)
Una ciclista aparca su bicicleta cerca de la Estación Central de Ámsterdam. (Reuters)

Las autoridades municipales tampoco permitirán nuevos hoteles en las principales partes de la ciudad y trasladarán a las afueras la terminal de cruceros, de donde salen los barcos turísticos que hacen tours por los canales de Ámsterdam. En 2016, los hoteles de Ámsterdam tuvieron 7,3 millones de huéspedes, según cifras del Ayuntamiento. Los turistas se hospedaron un promedio de 1,92 noches en la ciudad. Las cifras preliminares entre enero y abril de 2017 muestran que las pernoctaciones en hoteles han aumentado un 10% en comparación con el mismo periodo del año pasado. “Hemos visto más de lo mismo en el centro y eso no es bueno para la vida de su gente, para la ciudad y los empresarios”, dice Ollongren. Lo que los residentes buscan, especifica, son una variedad hoteles, de tiendas y emprendedores creativos que hacen cosas nuevas que estén conectadas con el alma del vecindarios.

Por fin vemos una reducción. Esto es gracias al escrutinio digital, las multas, el despliegue de invitados infiltrados y los acuerdos con Airbnb

La ciudad tiene, según cifras de julio de 2017, un total de 459 hoteles con 30.716 habitaciones. A día de hoy, hay que sumarle aproximadamente 13.700 apartamentos alquilados a través de Airbnb. Una cifra chocante que supone la mitad del número de hoteles que había hasta ahora. Sin embargo, la cifra de pisos y habitaciones alquiladas a los turistas a través de ese sistema de economía compartida ha disminuido en el primer semestre de este año en unos 2.000 apartamentos, un 9% menos, debido a las nuevas regulaciones. “Por fin vemos una reducción. Esto es gracias al escrutinio digital, las multas, el despliegue de invitados infiltrados y los acuerdo con Airbnb”, celebra Laurens Ivens, concejal de Construcción y Vivenda.

El Ayuntamiento de Ámsterdam ha logrado recientemente un acuerdo con Airbnb, el primero de su tipo en el mundo y que está siendo ejemplo para otras ciudades donde se abusa de este formato, como en Londres. La gente que utilice este sistema solo podrá alquilar su casa por un máximo de 60 días al año. La aplicación bloquea automáticamente el anuncio una vez alcanzado el límite. Hasta el pasado agosto, esto ha sucedido ya en 1.250 apartamentos. Además, a partir del 1 de octubre los propietarios tienen la obligación de informar al municipio de que están alquilando sus apartamentos a los turistas, de lo contrario, afrontan multas de 6.000 euros.

“Las economías colaborativas siempre empiezan con ideas maravillosas, porque en realidad lo son. La gente gana algo de dinero con ello y al mismo tiempo el turista conoce la vida de un holandés desde dentro. Pero ahora eso se ha convertido en una situación insostenible que interfiere en el funcionamiento de la economía de la ciudad. Ahora lo que hay son miles de casas vacías y hay que controlar eso”, alerta Van der Avert. Se refiere a los muchos que vieron en Airbnb una oportunidad de hacer dinero y compraron una segunda casa cuya hipoteca pagaría el alquiler de los turistas. Un apartamento cuesta un promedio de 212 euros por noche en el centro de Ámsterdam, una habitación son 130 euros. En la zona sur de la ciudad, es algo más barato, 120 euros para toda la casa, 70 para una habitación, según cifras recopiladas por el Ayuntamiento. Ámsterdam es mucho más cara que otras ciudades turísticas europeas.

placeholder Entrada de un coffeeshop en el centro de Ámsterdam. (I. Rachidi)
Entrada de un coffeeshop en el centro de Ámsterdam. (I. Rachidi)

Los costes ocultos del turismo

A pesar de las quejas en Ámsterdam, el turismo es cada vez más importante para la economía de los Países Bajos. Esta industria ha crecido más que el resto de los sectores y representa el 3,9% del PIB, según estadísticas oficiales. El pasado año, los turistas se gastaron en el país un 4% más que el año anterior, un total de 76.000 millones de euros. En comparación con el año 2010, cuando el turismo suponía un 3% del PIB, el gasto del turismo aumentó un 27%. El crecimiento del gasto de los turistas holandeses es relativamente menor que el de los extranjeros, aunque los visitantes locales siguen siendo los que más se gastan: se dejaron 45.000 millones de euros en turismo el pasado año.

Sin embargo, una investigación de De Groene Amsterdammer y Platform Investico advierte de que “la parte trasera del turismo apenas se discute”. El municipio de Ámsterdam, por ejemplo, sostiene que esta industria proporciona mucho dinero a la ciudad, pero hay quien advierte de que el turismo también implica muchos costes ocultos. Como ejemplos, señala la plataforma, están las molestias, el ruido, la disminución de la calidad de vida y del número de tiendas de barrio en el centro. El dueño de un anticuario en el centro asegura que los turistas que le visitan “gastan poco y están buscando principalmente alcohol y drogas” y advierte de que Ámsterdam se puede convertir en “el Salou del norte”, un lugar donde la gente solo viene de fiesta. En total, según el informe, el turismo cuesta alrededor de 71 millones de euros al año, más de los 64 millones de impuestos turísticos y cruceros recaudados anualmente por el municipio. Además, una gran parte de los beneficios iría a un pequeño grupo de grandes empresarios, a menudo parte de cadenas extranjeras como las de comida rápida.

“La gente está viajando más porque hay más facilidades de movimiento. Viajar es más barato y fácil. Solo hay que conectarse a internet para comprarse un billete y pasar un fin de semana en cualquier sitio”, argumenta Van der Avert, de Marketing Ámsterdam. Esta institución ha dejado de hacer publicidad a la ciudad para centrarse en “guiar a los turistas y orientarlos hacia otros lugares”, otras atracciones turistas y otro tipo de visitas. “Si estas en Barcelona por primera vez, no te queda más remedio que ir a la Sagrada Familia porque es de visita necesaria, pero en tu segundo o tercer viaje, debes saber que hay otros lugares a los que ir”, añade. “Es maravilloso que la gente quiera venir a visitar nuestra ciudad, pero la ciudad es para su gente, y hay que tener mucho cuidado para los visitantes no se apoderen de ella y ésta no pierda su alma”, concluye el director de esta oficina.

La estación central de Ámsterdam es el termómetro de la pesadilla turística de la ciudad. Gente arrastrando maletas de un lado a otro, decenas de mochileros en con un mapa en la mano buscando ese pequeño hostal donde pasarán la noche por 20 euros. Taxistas haciendo cola para acercar a los más adinerados a sus hoteles en algún punto de la capital. Y luego están los que hablan neerlandés, que saben hacia dónde van y que resoplan una y otra vez mientras intentan surfear la multitud desorientada. El turismo en Ámsterdam, ciudad donde residen unas 800.000 personas, asciende a 17 millones de visitantes por año, una cifra que los dueños de la urbe no están dispuestos a aceptar.

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