La guerra imposible de Holanda contra el salafismo y su financiación desde el Golfo
Las mezquitas no son transparentes y su financiación es inaccesible. El ajuste de la legislación parece ser la única opción para contrarrestar los flujos de dinero no deseados
Las mezquitas de los Países Bajos, en general, y las salafistas en particular, reciben un importante apoyo financiero de los estados del Golfo. El Gobierno de La Haya es consciente de ello, y lo ha denunciado en varias ocasiones. Durante la última década, esta cuestión ha ocupado decenas de debates parlamentarios y varios intentos de impedir la apertura de nuevos centros religiosos y escuelas que se identifican con el salafismo. Los políticos consideran esta una ideología “radical” e incompatible con la Constitución holandesa. Sin embargo, sus intentos de limitar su presencia en Holanda siempre acaban chocando con un muro: la libertad de expresión y de religión.
"Los dirigentes salafistas se acercan a los grupos particularmente vulnerables como los niños y los refugiados para influenciarlos y llevarlos a su círculo ideológico", afirmó el servicio secreto holandés (AIVD) en su informe anual de este año. Los jóvenes salafistas tratan de quedarse, incluso usando la amenaza en las juntas religiosas, con varias mezquitas repartidas a lo largo y ancho del país. “Es un ejemplo de los intentos de los salafistas radicales de expandir su poder. Y aunque en la mayoría de los casos no se viola la ley, la intimidación y la amenaza no son propios de un Estado democrático abierto”, añade el informe en referencia a la polémica mezquita salafista Al Fitrah, en Utrecht.
Ahmed Marcouch, alcalde de Arnhem, insiste en que hay que buscar vías legales para frenar el avance de los salafistas porque “son un verdadero peligro”
Al Fitrah, vinculada a una fundación del mismo nombre, siempre ha sido un dolor de cabeza para el Gobierno holandés. La familia Salam, que gestiona esta entidad, recauda cientos de miles de euros al año aprovechando “la ventaja emocional y social” sobre la comunidad musulmana, y repartiendo supuestos expertos en el islam en todas las ciudades. En la mezquita también se enseña el Corán a los niños y se dan clases sobre lo que estos "expertos" entienden como cultura islámica. Todos los intentos de cerrar este centro han sido en vano, excepto el último, una decisión judicial sobre el alquiler del edificio: Al Fitrah tiene hasta finales de septiembre para cerrar sus puertas y rendir cuentas. El contrato de arrendamiento de dos años que tiene con el dueño debe también cumplirse, íntegramente.
El propietario del edificio ha ido al tribunal en varias ocasiones para poner fin al contrato y para exigir el pago de 24 meses de alquiler, que nadie depositó desde que se firmó el acuerdo en 2015. Esa ha sido la esperanza del Gobierno para quitarse de en medio este dolor de cabeza. Sin embargo, Al Fitrah ha protagonizado varias polémicas más. La más reciente supuso incluso una visita de las autoridades tributarias para una investigación sobre el dinero que esta fundación recibe desde los países del Golfo.
Las autoridades fiscales irrumpieron en la fundación y confiscaron varios archivos basándose en las sospechas de que esta mezquita recibe dinero de una institución de Oriente Medio que mantendría vínculos con organizaciones terroristas en Siria e Irak. También hay una investigación paralela sobre prácticas de lavado de dinero. Algo que puede motivar amplias acciones judiciales, ya que el Gobierno holandés ha establecido como una de sus prioridades la lucha contra el lavado de dinero, un delito considerado “grave” en todas sus formas.
Al menos 18 organizaciones islámicas han recibido en los últimos dos años financiación y donaciones de instituciones de caridad situadas en Kuwait. En un documento confidencial del Ministerio de Exteriores, -filtrado a la prensa holandesa la semana pasada-, consta que esta financiación asciende a unos 10 millones de euros. Los servicios de inteligencia holandeses están investigando el flujo de fondos que procede del exterior, especialmente de los países del Golfo. Fondos que no pasan por el control del Gobierno holandés y cuyo destino final se desconoce. “Las mezquitas que son sospechosas porque constituyen una fuente de radicalización deben proporcionar una visión clara de cómo se financian. Tenemos que preguntarnos: ¿Estamos siendo financiados por los estados del Golfo?”, advirtió Ockje Telleng, diputado liberal.
Al Fitrah había negado desde un principio tener lazos con la Sociedad para el Renacer de la Herencia Islámica, incluida en la lista de grupos kuwaitíes que financian a Al Qaeda. Sin embargo, el citado documento corrobora que la fundación salafista de Holanda realmente recibió dinero a través de la institución kuwaití. Por otro lado, el año pasado, una organización salafista compró un edificio en Rotterdam, con dinero procedente de Qatar, para abrir una escuela islámica en la ciudad. El prestamista en cuestión tiene vínculos con la financiación del terrorismo, según el alcalde de Rotterdam, Ahmed Aboutaleb, quien viajó hasta Qatar para recomprar el edificio e impedir así, de una manera legal y sin que ello interfiera con la libertad religiosa, la apertura de la madrasa (colegio).
Un alcalde musulmán contra los salafistas
“Rechazamos rotundamente todo tipo de financiación extranjera a organismos que se identifican con el discurso salafista porque su único objetivo es traer una ideología radical a Europa e incitar a nuestros jóvenes a viajar a un terreno como Irak y Siria para sumarse al terrorismo”, añade a El Confidencial Ahmed Marcouch, político musulmán y recién elegido alcalde de la ciudad de Arnhem. Este político de origen marroquí insiste en que hay que buscar vías legales para frenar el avance de los salafistas porque “son un verdadero peligro” y suponen “un paso atrás” en la lucha por los derechos humanos. Y es que precisamente el Gobierno holandés mostró su temor a que estos flujos de efectivo se utilicen para comprar influencias en los Países Bajos. Según el diario NRC, por ejemplo, los donantes determinan qué predicadores pueden ejercer en la mezquita.
De esta manera, las corrientes islámicas ultraconservadoras de los estados del Golfo podrían llevar a la radicalización de los musulmanes en Holanda. “Tenemos que lograr su prohibición. Son un peligro para la sociedad. Es absurdo lo que algunos dicen, que hay salafistas amantes de la paz. Internet está poseído por esa ideología, que se expande por todos lados, y cuando un joven tiene preguntas sobre su fe, y no domina el árabe, recurre a internet y solo se encuentra la propaganda salafista en holandés. Los salafistas secuestran el islam, cuando solo representan a una minoría de los musulmanes”, insiste el político laborista.
Por ello, las autoridades holandesas buscan trazar la corriente de dinero, la financiación de las ideas salafistas para limitar su presencia, aunque esta tarea no ha resultado ser fácil hasta ahora. A petición oficial, la consultora Rand hizo un intento de examinar la financiación de las mezquitas, y el resultado de la investigación, en 2015, llevó a una gran decepción: las mezquitas no son transparentes y su financiación es inaccesible.
Debido a las dificultades que existen para identificar los flujos de dinero procedentes del extranjero, varias voces optan por pedir una prohibición general de la financiación extranjera, especialmente del Golfo, de las mezquitas situadas en Holanda. Sin embargo, el ministro de Asuntos Sociales, Lodewijk Asscher, ha reiterado en varias ocasiones que esta opción va en contra de la libertad de religión. “Las comunidades religiosas tienen la libertad de atraer fondos de su país y del extranjero. El Gabinete explora las posibilidades de limitar la financiación extranjera no deseado a través de la ley”, aseguró. El ajuste de la legislación para obligar a las instituciones a proporcionar acceso a sus finanzas parece ser la única opción para contrarrestar los flujos no deseados. Hasta entonces, no será posible obtener una visión completa de la situación financiera de las instituciones holandesas.
A principios de año se hizo público que la embajada de Qatar en La Haya, en Holanda, había enviado en 2016 unos 200.000 euros a la polémica mezquita danesa Hamad bin Khalifa, considerada una de las más grandes de Europa. Ese templo fue denunciado por propaganda radical y por intentar imponer la ley islámica entre los musulmanes residentes en Dinamarca. Se trata de un complejo de 6.700 metros cuadradas, levantado gracias a 20 millones de euros entregados por Qatar. Lleva el nombre de su emir. Qatar no tiene representación diplomática directa en Dinamarca y son los cargos consulares de La Haya quienes se encargan de la comunidad qatarí en el país escandinavo.
Said Bouharrou, religioso y portavoz de las mezquitas marroquíes en Holanda, también advierte sobre la creciente expansión de las ideas salafistas en toda Europa. “Ellos ven su fe como la más pura y única forma de seguir el islam verdadero, y así se lo hacen saber a los creyentes. Pero lo que ellos predican realmente no es tolerancia ni respeto, eso se ve en sus opiniones sobre las mujeres o su rechazo a la música. El problema es que el salafismo radical está ya en todos lados y está poniendo en peligro a nuestros jóvenes, vulnerables a los sermones de sus jeques radicales. Solos no podemos luchar contra ellos”, afirma Bouharrou, en una entrevista con El Confidencial.
Al Fitrah había negado desde un principio tener lazos con la Sociedad para el Renacer de la Herencia Islámica, incluida en la lista de grupos kuwaitíes que financian a Al Qaeda
El salafismo es una corriente fundamentalista que no representa a la mayoría de los musulmanes –razona- pero que ha declarado una guerra por el poder en las mezquitas. “Quieren ese dinero para tener más influencia en las mezquitas, y así llegar a más creyentes, a más jóvenes. Tienen ideas y sermones radicales y muy intolerantes”, alerta. Bouharrou advierte contra la financiación extranjera “a cualquier institución nacional”, tanto religiosa como política, porque considera que eso “solo tiene el objetivo de influir en la ideología” de la organización.
De hecho, el Gobierno holandés ha comenzado a mostrar más mano dura con algunos salafistas. La Haya ha prohibido al imán salafista Fawaz Jneid, de origen sirio y nacionalidad holandesa, predicar durante los próximos seis meses, como alerta por sus declaraciones radicales y por “su discurso del odio”. Este polémico religioso se ha pronunciado en varias ocasiones contra las libertades y los derechos humanos, e incitando a la violencia contra diferentes políticos, como Geert Wilders o Ahmed Marcouch, y protagonizando sermones intolerantes. "El feminismo es una enfermedad que rompe las familias, como las células del SIDA socavan el cuerpo", comparó, ante sus creyentes en la librería islámica de La Haya.
También es conocido por sus afirmaciones contra la homosexualidad. “Contra los gays, solo predico el odio armónico”, justificó, en declaraciones a la prensa. Aunque siempre ha insistido que él no tiene ninguna relación con el terrorismo del Estado Islámico. “He impedido que muchos jóvenes viajen a luchar junto a Daesh. Me aseguré de se queden en los Países Bajos, y el ministro del interior debería darme las gracias”, aseguró, tras la prohibición que le impide seguir difundiendo sus ideas entre los musulmanes de Holanda. Casi una treintena de mezquitas e instituciones salafistas condenaron la decisión del Gobierno contra Fawaz y aseguraron que es “inconstitucional” y “contraria” a la libertad de religión.
Las mezquitas de los Países Bajos, en general, y las salafistas en particular, reciben un importante apoyo financiero de los estados del Golfo. El Gobierno de La Haya es consciente de ello, y lo ha denunciado en varias ocasiones. Durante la última década, esta cuestión ha ocupado decenas de debates parlamentarios y varios intentos de impedir la apertura de nuevos centros religiosos y escuelas que se identifican con el salafismo. Los políticos consideran esta una ideología “radical” e incompatible con la Constitución holandesa. Sin embargo, sus intentos de limitar su presencia en Holanda siempre acaban chocando con un muro: la libertad de expresión y de religión.
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