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La prensa, víctima colateral del aumento de la tensión en Venezuela
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DE LAS AGRESIONES A LA NEGACIÓN DE VISADO

La prensa, víctima colateral del aumento de la tensión en Venezuela

Ser periodista no ha sido fácil últimamente en el país caribeño. Pero a medida que la situación se deteriora, la posición de los informadores se complica aún más ante sectores de Gobierno y oposición

Foto: Una partidaria del Gobierno intenta arrebatarle la cámara a un fotógrafo durante enfrentamientos frente a la sede del Tribunal Supremo en Caracas, en marzo de 2017. (Reuters)
Una partidaria del Gobierno intenta arrebatarle la cámara a un fotógrafo durante enfrentamientos frente a la sede del Tribunal Supremo en Caracas, en marzo de 2017. (Reuters)

Robo de equipos, intimidación y hostigamiento, agresiones, prohibición de entrada al país. La prensa no lo ha tenido fácil en los últimos años en Venezuela, pero desde que comenzaron las protestas la situación se ha vuelto más complicada y los ataques desde distintos flancos, sistemáticos. Solo del 31 de marzo hasta el 24 de junio, el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa ha registrado agresiones a 376 trabajadores de medios de comunicación. Solo el pasado 30 de julio, día de las elecciones a la Asamblea Nacional Constituyente, hubo 15 agresiones entre robos, detenciones, heridos o amenazas.

Un hombre sin identificación, con una gorra tricolor con el símbolo del 4F (el día del golpe de Estado que hizo famoso a Chávez) se acerca a los periodistas que intentan entrar al edificio de la Asamblea Nacional. “De qué medio eres y de qué país”, pregunta. La periodista, desafiante y un poco harta de que cualquiera en mitad de la calle le pida sus datos, le interpela: “Y quién pregunta”. Detrás, un fotógrafo le hace señas con los ojos. Unas señas que llaman a la prudencia. La periodista cambia de técnica y, tanto al de la gorra como al Guardia Nacional tras una reja que le impide entrar, les habla de “mi amor”, ese vocativo tan caribe que queda meloso en cualquier extranjero. “Mi amor, si no me dejas entrar, no voy a poder hacer mi trabajo y mi jefe me corta el cuello”. Al final, consigue entrar llevando tras de sí a otros periodistas de medios que seguramente no habrían entrado de haber sabido esos guardianes improvisados cuáles eran. El de la gorra era miembro de un colectivo, los grupos de choque afines al Gobierno. Y cada vez que aparece en algún lugar con medios, hay una agresión.

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En el mismo punto, dos días después, a un periodista español le impidieron grabar con su cámara. Varios individuos, afines al chavismo, lo agredieron a él y a su cámara. Los sacaron a golpes. El ataque se dio bajo la mirada impasible de la policía, a unos metros de la escena.

Que impidan a la prensa hacer su trabajo o acceder a un lugar no es cosa exclusiva de la gente pro-Gobierno. En una marcha de oposición, una mujer con camiseta blanca y gorra tricolor, ésta sin el símbolo del 4F, agarra por los hombros a un periodista, lo zarandea, lo acusa de “ser chavista, un sapo [soplón]”. Otra mujer empieza a gritar a un periodista que documenta en vídeo una agresión a otra persona. Le agarra de las muñecas y le dice que no grabe. A otro no le contestan porque “con ese color [de piel] que tiene es imposible que sea del medio que dice”. En una barricada, un miembro de la autodenominada “Resistencia” se acerca, uno por uno, a todos los periodistas que hay, les pregunta de dónde son, que muestren su acreditación. “Ahí no pone que tú trabajas para el medio que me has dicho”, dice en tono amenazante. “Claro, la acreditación oficial [del Ministerio de Comunicación] es vieja, no la ha renovado a nadie”.

Hay denuncias de robo de motos, equipo fotográfico, chalecos, máscaras antigás, cascos, teléfonos, por parte de la Guardia Nacional y de colectivos armados.

Sin visado, sin acceso

Lo que sí es exclusivo de las fuerzas del Estado son los ataques sistemáticos con material represivo a la prensa. Perdigonazos en las piernas que han dejado a más de un periodista invalidado para trabajar durante un tiempo, lanzamiento directo, en línea recta, de lacrimógenas, persecución en moto, asedio. A pesar de llevar bien clara y en letras grandes la identificación de prensa.

No es nuevo que en televisión, el presidente Nicolás Maduro o el flamante diputado de la Constituyente Diosdado Cabello, ataquen a medios o a periodistas y los acusen de dar información falsa. Hace poco, señalaron al fotógrafo de una agencia internacional de ser cómplice de una explosión en Altamira. No es raro que difundan nombres, medio e incluso foto, tanto en pantalla como en redes sociales.

placeholder Miembros de la Guardia Bolivariana se llevan el equipo de varios periodistas de televisión durante una protesta. (Fuente: Transparencia Venezuela)
Miembros de la Guardia Bolivariana se llevan el equipo de varios periodistas de televisión durante una protesta. (Fuente: Transparencia Venezuela)

La novedad relativa es la petición de visado para entrar al país. El trámite puede tener un final feliz o puede convertirse en un rodeo tan enrevesado como el del personaje de K en la novela 'El Castillo' de Kafka. Puede que contesten. O puede que no. Puede que una vez concedan la visa sin mayor problema, que en otra la den por un tiempo super restringido, que a la siguiente petición la nieguen o que nunca contesten y se entre en un limbo extraño.

Hay algunos casos en los que la respuesta es la prohibición a entrar para siempre en el país. Ocurrió con el periodista de New York Times Nick Casey, quien desde enero de 2016 estaba asignado como corresponsal en Caracas para la zona andina. Estaba en los trámites de su visa cuando, tras un viaje, le informaron en el aeropuerto que no podía entrar al país. Fue en noviembre del año pasado. No ha podido volver. Le ocurrió al fotógrafo español Álvaro Ybarra. Les ha ocurrido a varios. Muchos no quieren que se sepa su nombre –como en buena parte de los testimonios de esta nota–, por temor a represalias.

Los que se quedan en Venezuela, especialmente los nacionales, salen cada día a trabajar invocando al dios de sus creencias para que les dé protección en un país donde, a pesar de no ser una zona declarada de guerra, el chaleco antibalas y el casco no son una opción cada vez que se sale a cubrir una manifestación.

Robo de equipos, intimidación y hostigamiento, agresiones, prohibición de entrada al país. La prensa no lo ha tenido fácil en los últimos años en Venezuela, pero desde que comenzaron las protestas la situación se ha vuelto más complicada y los ataques desde distintos flancos, sistemáticos. Solo del 31 de marzo hasta el 24 de junio, el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa ha registrado agresiones a 376 trabajadores de medios de comunicación. Solo el pasado 30 de julio, día de las elecciones a la Asamblea Nacional Constituyente, hubo 15 agresiones entre robos, detenciones, heridos o amenazas.

Nicolás Maduro Prensa
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