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Una mujer asume el liderazgo de la rebelión del Rif
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tras la detención de zefzafi

Una mujer asume el liderazgo de la rebelión del Rif

Pese a la detención del cabecilla de la revuelta del norte de Marruecos, las protestas continúan en toda la región encabezadas ahora por Nawal Benaissa, madre de cuatro hijos

Foto: Nasser Zefzafi, el líder rifeño encarcelado desde el lunes, y Nawal Benaissa.
Nasser Zefzafi, el líder rifeño encarcelado desde el lunes, y Nawal Benaissa.

De poco ha servido a las autoridades de Marruecos decapitar, el lunes pasado, a la rebelión del Rif apresando a sus cabecillas empezando por su principal protagonista, Nasser Zefzafi, de 39 años, encarcelado ahora en Casablanca a la espera de ser juzgado.

Una mujer, Nawal Benaissa, de 36 años, casada y madre de cuatro hijos, ha tomado el relevo. La rodean mujeres cubiertas con el “hiyab” (pañuelo islámico), pero ella luce una larga cabellera cuando cada noche, tras romper el ayuno del Ramadán, arenga micrófono en mano a la muchedumbre concentrada en el barrio de Sidi Abed. Imposible manifestarse como antes en la céntrica plaza Mohamed VI de Alhucemas porque está tomada por los antidisturbios.

Las revoluciones y las protestas colectivas acaban a veces colocando en primera fila a personajes anónimos que no hubieran destacado si no se hubiese producido un conflicto. Aunque participó en todas las manifestaciones desde que, en octubre, un camión de la basura trituró en Alhucemas a un vendedor de pescado ambulante, Benaissa no se había dado a conocer. No pertenecía a ningún partido, a ningún sindicato.

En el cortejo de mujeres rifeñas que recorrió Alhucemas el 8 de marzo sí estaba en primera fila, pero cuando de verdad se convirtió en protagonista fue el 30 de mayo, 24 horas después de la detención de Zefzafi, pendiente ahora de ser juzgado. Se le acusa de impedir la libertad de culto y, peor aún, de atentar contra la seguridad del Estado. Y eso que las protestas callejeras –unas 700 desde finales de octubre, según un balance oficial- eran pacíficas….

A principios de semana la policía detuvo a más de 40 rifeños, los principales organizadores de las protestas, de los que solo 31 han sido por ahora inculpados. Nabil Ahamyik, el brazo derecho de Zefzafi, logró huir y está en busca y captura. Desde su escondite sigue lanzando llamamientos a la huelga del comercio, ampliamente secundada el jueves y el viernes en la provincia de Alhucemas. Los fieles, en cambio, no boicotearon el viernes masivamente las mezquitas en la ciudad de Alhucemas, pero sí lo hicieron en Imzouren, la segunda ciudad de la región, donde rezaron en la calle.

Con Zefzafi encarcelado y Ahamyik en la clandestinidad el movimiento quedó descabezado el lunes hasta que al día siguiente irrumpió Benaissa. “Aquellos que tiran piedras o recurren a la violencia no son de los nuestros”, empezó la activista por proclamar en su primer mitin. Retomaba así el mensaje no violento de Zefzafi y se desmarcaba de los jóvenes que, la víspera, habían manifestado su ira atacando a las fuerzas del orden. Tres antidisturbios resultaron heridos.

La activista madre de familia no solo arenga sino que escribe en su página de Facebook. Allí explica su compromiso esta mujer que acabó el bachillerato pero, por falta de recursos, no pudo estudiar una carrera: “Nací y crecí en esta tierra del Rif aplastada por la corrupción, la marginalización y la injusticia. Participé en todas las manifestaciones pacíficas porque reivindico mis derechos, los derechos de los rifeños a la sanidad, la educación y el trabajo”.

Como su predecesor al frente de la revuelta, Benaissa niega cualquier atisbo de “separatismo” aunque en sus seguidores enarbolen banderas de la República del Rif (1921-1926). Ni siquiera esgrime reivindicaciones culturales o lingüísticas para que, por ejemplo, los rifeños puedan utilizar el tamazig y no solo el árabe en sus relaciones con la administración. Critica a las autoridades, pero alaba al rey Mohamed VI cuyo auxilio anhela. “El Rif quiere al rey y el rey quiere al Rif”, asegura cuando la prensa la entrevista.

En cuanto Benaissa comenzó a destacar suscitó el interés de la Dirección General de Supervisión del Territorio (DGST), esa policía de paisano que tanto miedo inspira a muchos marroquíes. Sus agentes empezaron a preguntar a sus vecinos, a sus familiares sobre quien era Nawal Benaissa. Fue convocada a la comisaría el jueves pasado y las redes sociales se incendiaron con la noticia de su detención.

No teme ir a la cárcel, sino el dolor que verla detrás de los barrotes “pueda causar” a sus padres “adorados”, a sus “hijos queridos” y a su esposo

Falsa alarma. A la activista le hicieron unas cuantas preguntas sobre sus intenciones, sus reivindicaciones, le huelga general en curso, pero la dejaron en libertad. “No me esconderé aunque eso signifique que me detengan”, había escrito en su página de Facebook. No teme ir a la cárcel, sino el dolor que verla detrás de los barrotes “pueda causar” a sus padres “adorados”, a sus “hijos muy queridos” y a su esposo, un taxista que no participa en las manifestaciones.

Benaissa mantiene viva la llama de las protestas en el corazón del Rif y también, aunque con menos vigor, en otras ciudades del norte de Marruecos y hasta en Rabat y Casablanca donde se han llevado a cabo concentraciones solidarias con los rifeños.

Para tratar de acallarlas, las autoridades marroquíes manejan el palo y la zanahoria. El lunes tocó reprimir con las primeras detenciones, pero el jueves se esforzaron más bien en apaciguar los ánimos. Tras la reunión semanal del Gobierno, su portavoz, Mohamed el Khalfi, aseguró que las protestas eran “legítimas” y que el derecho a manifestarse está garantizado siempre y cuando se respete la ley. “Las puertas del diálogo siguen abiertas con la sociedad civil, las órganos representativos y cualquier otro sector que así lo desee”, concluyó.

De poco ha servido a las autoridades de Marruecos decapitar, el lunes pasado, a la rebelión del Rif apresando a sus cabecillas empezando por su principal protagonista, Nasser Zefzafi, de 39 años, encarcelado ahora en Casablanca a la espera de ser juzgado.

Sáhara Rey Mohamed VI
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