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Marruecos: el partido de Dios ganó al partido del rey
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LOS ISLAMISTAS Y LA ABSTENCIÓN GANAN LAS ELECCIONES

Marruecos: el partido de Dios ganó al partido del rey

La formación auspiciada desde el entorno del monarca logra un segundo puesto. Los partidos tradicionales y la izquierda sufren una severa derrota

Foto: Mujeres marroquís hacen cola para votar en un colegio en las afueras de Rabat, Marruecos. (Reuters)
Mujeres marroquís hacen cola para votar en un colegio en las afueras de Rabat, Marruecos. (Reuters)

Pese al recorte de las políticas sociales durante la anterior legislatura, pese a unas circunscripciones diseñadas para perjudicarles, pese a un sistema electoral que fomenta la parcelación del Parlamento y pese a los consejos prodigados bajo cuerda por funcionarios de Interior para que votasen a sus adversarios, los islamistas moderados del Partido de la Justicia y del Desarrollo (PJD) han vuelto a ganar las elecciones legislativas en Marruecos.

Su victoria, con 125 de los 395 escaños de la Cámara de Representantes, es incluso más holgada que la de 2011. Se ha producido además en el llamado “Marruecos útil”, es decir en casi todas las grandes ciudades, mientras que sus rivales se imponen en las zonas rurales y en pequeños núcleos urbanos.

Una mayoría relativa de marroquíes dejó claro, el viernes, con su voto que no considera al partido que ha encabezado el Gobierno durante el último lustro responsable de los reveses económicos, ni de la corrupción que impera en el país. Los electores que le renovaron su confianza son aparentemente conscientes de que en Marruecos ser primer ministro –como lo ha sido el líder del PJD, Abdelila Benkiran, de 2011 a 2016- no significa gobernar. Pese a la aprobación de una nueva Constitución, en 2011, el grueso del poder Ejecutivo sigue estando en manos del rey Mohamed VI.

Su principal consejero, Fouad Ali el Himma, fundó en 2008, cuando aún no ostentaba ese cargo, el Partido Autenticidad y Modernidad (PAM), que capitanea el rifeño Ilyas el Omari. Desde el epicentro del poder el PAM ha sido apoyado para, ahora que las elecciones son a grandes rasgos transparentes, convertirle en un contrapeso a los ”barbudos” islamistas que se doblegan ante palacio, pero no acaban de capitular.

Revestido con un barniz laico y modernista el PAM se ha izado en estas legislativas al segundo puesto en votos y escaños (102). Lo logra gracias al trasvase de los sufragios de otros partidos artificiales, inspirados en los años noventa por el Ministerio del Interior, y al desplome de los dos partidos históricos. El Istiqlal, artífice de la independencia de Marruecos en 1956, pierde la cuarta parte de sus escaños, y los socialistas la mitad. La izquierda marroquí en general sufre, con 34 escaños en total, una derrota espectacular.

Mohamed VI elegirá, sin ningún entusiasmo, al primer ministro en el seno del PJD, como le obliga la Constitución, y probablemente será de nuevo Benkiran. No le será fácil a éste conseguir los socios necesarios para formar Gobierno en una Cámara de Representantes bipolarizada y fraccionada a la vez y en la que los pequeños “partidos de la administración”, como se llaman en Marruecos a los que ayudó a crear Interior, son reacios a colaborar con los islamistas. Si no lo lograse es posible que su rival del PAM tenga la oportunidad de intentarlo.

Mohamed VI elegirá, sin ningún entusiasmo, al primer ministro en el seno del PJD, como le obliga la Constitución, y probablemente será otra vez Benkiran

La tirante relación entre palacio y los “barbudos” quedó de nuevo puesta de manifiesto en la noche electoral. En su primera intervención para dar cuenta de los resultados el titular de Interior, Mohamed Hassad, nombrado directamente por el monarca, arremetió contra el PJD por poner en duda el papel de su ministerio en el desarrollo de las elecciones. “Esto demuestra que esta formación política sigue poniendo en tela de juicio la voluntad del pueblo, encabezado por Su Majestad el Rey, de enraizar la democracia de forma duradera”, declaró.

Más allá de los votos cosechados por cada partido, la abstención merece también un análisis. La participación fue solo del 43%, según Interior, un 2% por debajo de las legislativas de 2011. El porcentaje de sufragios nulos o blancos, que a mediodía del sábado aún no había facilitado Interior, suele además ser mucho más alto que en Europa a causa del analfabetismo de parte del electorado, según Interior, o del rechazo al sistema, según la oposición. Los jóvenes urbanos son los que menos acuden a las urnas mientras que la población rural mayor es la que más se moviliza cuando toca votar.

El dato de participación proporcionado por Interior es, sin embargo, algo engañoso. Para poder votar en Marruecos hay que apuntarse –en la mayoría de los países europeos basta con ser mayor de edad– y de los 28 millones de marroquíes en edad de hacerlo solo están inscritos 15 millones. Más de diez millones de ciudadanos no se han tomado esa molestia a los que hay que añadir los millones de emigrantes en el extranjero que no tienen derecho al voto. Si se calcula el número de votantes (6,75 millones) con relación al conjunto de electores potenciales, la participación cae por debajo del 25%.

Una vez más el partido de la abstención es el que ha ganado en Marruecos las elecciones por goleada. Que una mayoría de marroquíes, sobre todo jóvenes de las grandes ciudades, den la espalda a las urnas es el dato más preocupante.

Pese al recorte de las políticas sociales durante la anterior legislatura, pese a unas circunscripciones diseñadas para perjudicarles, pese a un sistema electoral que fomenta la parcelación del Parlamento y pese a los consejos prodigados bajo cuerda por funcionarios de Interior para que votasen a sus adversarios, los islamistas moderados del Partido de la Justicia y del Desarrollo (PJD) han vuelto a ganar las elecciones legislativas en Marruecos.

Rey Mohamed VI
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