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España-Marruecos: empate a VI
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UNAS RELACIONES "ONMICOMPRENSIVAS"

España-Marruecos: empate a VI

Interesa mantener una buena relación por negocio, para lograr de Rabat más control de las migraciones, para obtener ayuda contra el terriorismo yihadista.

Foto: El Rey de Marruecos, Mohamed VI, en la boda de su hermano, el principe Moulay Rachid, en Rabat, el pasado 15 de junio (AP).
El Rey de Marruecos, Mohamed VI, en la boda de su hermano, el principe Moulay Rachid, en Rabat, el pasado 15 de junio (AP).

A los pocos meses de acceder al trono, Mohamed VI confesó en una entrevista con la revista TIME en el año 2000 que llamaba “tío” a Juan Carlos I, que consideraba al monarca español como parte de su familia y que incluso le telefoneaba con frecuencia para pedirle consejo. Desde entonces, las relaciones entre tío y sobrino han tenido altos y bajos, épocas de sintonía y otras de palabras duras y desencuentros. Pero uno acepta a la familia, la respeta y la quiere sin condiciones. El rey Felipe VI, sin embargo, no es familia a ojos del monarca marroquí, o no lo es tanto como su padre.

Tienen a favor, para empezar con buen pie, el hecho de compartir generación (Felipe VI tiene 46 años y Mohamed VI, 51), coincidir en un momento de relaciones dulces entre ambos países y tenerse un “cariño por proximidad” heredado de la relación entre el monarca alauí y “el tío Juan”.

Juan Carlos I ha sido el 'tío' de Mohamed VI por la amistad de hermano que tuvo con su padre, Hassan II. Una amistad fraguada a golpe de gestos en un reino, el de Marruecos, donde los gestos lo son todo en las relaciones diplomáticas.+

Juan Carlos I ha sido el “tío” de Mohamed VI por la amistad de hermano que tuvo con su padre, Hassan II. Una amistad fraguada a golpe de gestos en un reino, el de Marruecos, donde los gestos lo son todo en las relaciones diplomáticas. En 1975, con Franco agonizando y el príncipe Juan Carlos asumiendo la jefatura del Estado de manera interina, la salida de España del Sahara Occidental estaba sobre la mesa. España quería irse y Marruecos ocupar la colonia, y el entonces príncipe Juan Carlos decidió presentarse en El Aaiún para pedirle a sus tropas que no respondieran con fuego a ninguna provocación marroquí.

Así pudo dirigir Hassan II a 350.000 marroquíes en la Marcha Verde. El rey de Marruecos acabó llamando a Juan Carlos para alabarle el gesto y comenzó la etapa de amistad que duró hasta la muerte del monarca alauí. Las lágrimas de Juan Carlos en el entierro de Hassan II, en 1999, en el que no se separó del entonces príncipe Sidi Mohamed, conmovieron a los marroquíes.

Viaje al país vecino a mediados de julio

El mejor regalo que Felipe VI puede hacer a los marroquíes es que elija Marruecos como primer viaje al extranjero”, comenta el profesor y analista de las relaciones hispano-marroquíes Larbi Ben Othman. Aunque ya es tradición que los presidentes de Gobierno españoles elijan Marruecos como primer destino después de acceder al cargo, de nuevo se espera un gesto por parte de la Casa Real española, expresado incluso por el rey Mohamed VI en su comunicado de felicitación por la proclamación del nuevo rey, el pasado jueves.

En un mensaje muy afectuoso, escrito en árabe y en español, el monarca alauí le deseó “pleno éxito en vuestra misión de servicio al pueblo español” y le hizo llegar su invitación para “tener la dicha de recibiros como querido y honorable huésped de Marruecos, vuestra segunda patria”. El ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, se desplazó el pasado 16 de junio a Rabat para preparar esa visita de los nuevos reyes, que tendrá lugar mediados del mes de julio, en pleno Ramadán. Antes, Felipe VI y la reina Letizia visitarán el Vaticano y Portugal.

Las relaciones no siempre han sido tan cordiales. Los Reyes de España no acudieron a la boda de Mohamed VI con Lalla Selma, en 2002, después de dos años de tensión entre ambos países. Comenzaron con un viaje de Aznar en época preelectoral a Ceuta y Melilla y terminaron en Perejil

El año pasado, la visita de Don Juan Carlos a Marruecos también coincidió con este mes sagrado para los musulmanes, y el hecho de que Mohamed VI le recibiera en aquel momento se interpretó como una deferencia especial, ya que no son habituales las visitas de mandatarios extranjeros durante este período de recogimiento. Aquel viaje de cuatro días supo a despedida, por lo extraordinario de la delegación que acompañaba al rey Juan Carlos, en la que viajaron seis ministros, incluidos los de Exteriores de la democracia, y a 30 empresarios, y porque el monarca español, en plena rehabilitación después de una operación, se quedó un día más de lo previsto en la agenda.

En el comunicado de felicitación del jueves , Mohamed VI tuvo, igual que en el día de la abdicación de Juan Carlos I, palabras muy cariñosas con su “tío”: “He de resaltar la probada y efectiva influencia del Reino de España amigo, tanto en su entorno regional como internacional, gracias a su prudente política cimentada sobre una profunda adhesión a los valores de libertad, democracia, solidaridad y coexistencia entre las distintas culturas y civilizaciones; unos valores a cuya defensa y protección vuestro padre, Su Majestad Don Juan Carlos I, ha consentido todos sus esfuerzos e iniciativas a lo largo de varias décadas”. Y aún más, envió un segundo mensaje dirigido al rey Juan Carlos que encabeza con la frase “Majestad y gran amigo”.

“Felipe no cometerá el error de su padre de viajar a Ceuta y Melilla”

Sin embargo, las relaciones no siempre han sido tan cordiales. Los Reyes de España no acudieron a la boda de Mohamed VI con Lalla Selma, en el año 2002, después de dos años de tensión entre ambos países. Comenzaron con un viaje de Aznar en época preelectoral a Ceuta y Melilla, al que siguieron las desavenencias en la preparación de una visita de Estado de Mohamed V a Madrid, los roces por un acuerdo de pesca que no llegaba, la inmigración clandestina que iba en aumento y que se achacaba al arbitrio de Rabat, la posición española sobre el Sahara y, finalmente y sobre todas las cosas, los dos países estuvieron al borde de una guerra en el conflicto de Perejil en julio de 2002.

Pero aunque en Marruecos se culpa de todo ello al Gobierno de Aznar –la etapa que con más rencor recuerdan los marroquíes en sus relaciones bilaterales con España– y no al rey Juan Carlos, las relaciones se enfriaron mucho. Se retomaron en 2005, con la visita de Estado de los Reyes a Marruecos, pero sólo dos años más tarde estalló otra gran crisis con la decisión de los monarcas de viajar a Ceuta y Melilla, en 2007. Mohamed VI retiró a su embajador, que se considera el paso previo a la ruptura de relaciones diplomáticas, condenó la visita y la calificó de “lamentable”, advirtiendo a España de graves consecuencias. La relación entre las dos casas reales se quedó en los huesos hasta que en 2011 Juan Carlos viajó a Marrakech para mostrar su apoyo después del atentado en el Café Argana, en el que murieron 17 personas.

“No sé si le aconsejaron mal con el viaje a Ceuta y Melilla o fue decisión propia, pero aquello fue un error que no creo que Felipe VI repita. Al menos, no en sus primeros años de reinado”, vaticina Abdelouahed Akmir, director del Centro de Estudios Al Andalus y Diálogo de Civilizaciones, en Rabat.

Es la economía, Su Majestad

Felipe VI ha viajado poco a Marruecos. Los Príncipes de Asturias, Felipe y Letizia, visitaron el reino alauí en 2009, donde inauguraron la ampliación del Instituto Cervantes de Rabat. Tres años después, en 2012, Felipe de Borbón se desplazó a Casablanca para inaugurar el Foro de Inversiones organizado por el Instituto Español de Comercio Exterior (ICEX), que reunió a 300 empresarios españoles y marroquíes, una buena muestra de la nueva línea de diplomacia económica emprendida por el Gobierno español en los últimos años que lleva aparejada lo que el ministro de Interior, Fernández Díaz, llamó, a propósito de la inmigración, unas “relaciones omnicomprensivas”.

El llamado 'colchón de intereses económico', una pieza clave en las relaciones bilaterales, 'se ha demostrado insuficiente para vertebrar unas relaciones sólidas y con capacidad para desactivar posibles tensiones'

En la práctica esto quiere decir que a España le interesa mantener una buena relación con Marruecos para conseguir negocios, para lograr de Rabat un mayor control de los flujos migratorios, para obtener ayuda en la lucha contra el terrorismo yihadista, aunque ello signifique que “no se abordan ni se denuncian como se debería hacer los abusos y violaciones de derechos humanos graves, como las relacionadas con los inmigrantes subsaharianos y el trato que reciben por parte de Marruecos (y de España)”, señala Jesús García-Luengos, investigador y coordinador de ReSeT, Research on Security and Transnational Governance.

Negocio obliga. “Está en el interés de España contar como vecino con un Marruecos cada día más próspero. Marruecos siempre encontrará en España un aliado leal y comprometido en los ámbitos político, económico y social”, destacó en aquel foro económico de Casablanca el ahora rey Felipe VI. España es el primer socio comercial de Marruecos, sin embargo el llamado “colchón de intereses económico”, una pieza clave en las relaciones bilaterales, “se ha demostrado insuficiente para vertebrar unas relaciones sólidas y con capacidad para desactivar posibles tensiones”, apunta García-Luengos.

Felipe VI es consciente de la importancia de mantener esa buena relación con Marruecos, aunque no la ha cultivado tanto como sus relaciones con América Latina, y no se ha visto tanto con el monarca alauí como para haber desarrollado una relación de amistad. Además, Mohamed VI lleva ya 15 años en el trono, tiene experiencia negociadora y se ha enfrentado a crisis, no sólo con España, sino también a crisis internas de las que ha salido airoso parando el golpe. En estos últimos años de reinado, el rey de Marruecos se ha convertido en un especialista en capear temporales:

– Cuando en 2011 la primavera árabe tumbaba a sus vecinos y comenzaban las protestas en Marruecos del Movimiento 20 de Febrero reclamando reformas, Mohamed VI decidió promulgar una nueva Constitución en la que dejó de ser sagrado para convertirse en inviolable, como en la monarquía española o la inglesa. Se dio más poder legislativo al Parlamento y el idioma amazigh (bereber) se convirtió en una de las lenguas oficiales. Pero Mohamed VI sigue siendo el comendador de los creyentes –la primera autoridad religiosa–, mantiene el control de la política exterior y el Ejército y las reformas escritas en el papel no se terminan de aplicar en la práctica.

– El caso de Daniel Galván, el pederasta liberado de una cárcel de Kenitra el año pasado, sacó a la calle a miles de marroquíes que protestaban por un indulto que causó indignación en todo el país. Mohamed VI tomó entonces una decisión histórica y muy astuta, un golpe de efecto por el que nadie apostaba: revocar su propia decisión y “desindultar” a Galván para detener las protestas, que se estaban extendiendo.

– El último golpe de capote por iniciativa real es el proceso de regularización de inmigrantes que comenzó en enero de este año, pocos meses antes de la gira del monarca a varios países africanos. Marruecos lo vendió como un proceso de regularización inédito en el continente, y es verdad, pero los requisitos son tan difíciles de cumplir para los miles de inmigrantes subsaharianos en el país (hay entre 25.000 y 40.000 extranjeros en total, no sólo subsaharianos, según las autoridades marroquíes) que de las 15.000 solicitudes presentadas en los primeros cinco meses, sólo se han otorgado 1.150 tarjetas de residencia.

El rey de Marruecos no lleva sobre sus hombros el peso de tener que recuperar una imagen gastada de la monarquía. En Marruecos, salvo contadas excepciones, no se concibe una república y en general se ve al rey como garante de estabilidad

En los últimos meses han aparecido en el Washington Post y en el New York Times varios artículos criticando al rey y a su entorno de Palacio, el majzén, por gobernar con brocha de maquillaje, por no aplicar las reformas que se prometieron, por seguir enviando a la cárcel a opositores bajo cargos ficticios y por querer juzgar a un periodista, Ali Anouzla, por la ley antiterrorista.

Mohamed VI tiene experiencia suficiente en el trono como para no necesitar los consejos o los gestos de un monarca español respetado casi como a una figura paterna, así que está por ver si, en los próximos años, Felipe VI tendrá el mismo papel pacificador con Marruecos que el que protagonizó su padre.

La imagen de la monarquía

El rey de Marruecos no lleva sobre sus hombros el peso de tener que recuperar una imagen gastada de la monarquía, como le ocurre a Felipe VI. En Marruecos, salvo contadas excepciones, no se concibe una república y en general se ve al rey como garante de estabilidad. El rey no está obligado a ser austero ni es probable que haga frente a ningún escándalo de corrupción en su entorno. No hay mecanismos de control de las finanzas de Mohamed, que aparece en el último listado de la revista Forbes como el más rico de África.

Al rey ya no se le teme, como a Hassan II, pero se le respeta y, aunque ya no sea sagrado, las burlas se pagan con la cárcel, como ocurrió en 2012 con un joven de Taza que publicó varias caricaturas en su perfil de Facebook.

La semana pasada, la cadena de televisión 2M tuvo que pedir perdón después de que Palacio le recriminara haber pasado en pantalla unas fotografías de Mohamed VI paseando por Túnez, vestido de calle y en actitud informal. Cualquier imagen que se emita del rey que se salga del protocolo y de ese papel de padre de los marroquíes y comendador de los creyentes se castiga.

A los pocos meses de acceder al trono, Mohamed VI confesó en una entrevista con la revista TIME en el año 2000 que llamaba “tío” a Juan Carlos I, que consideraba al monarca español como parte de su familia y que incluso le telefoneaba con frecuencia para pedirle consejo. Desde entonces, las relaciones entre tío y sobrino han tenido altos y bajos, épocas de sintonía y otras de palabras duras y desencuentros. Pero uno acepta a la familia, la respeta y la quiere sin condiciones. El rey Felipe VI, sin embargo, no es familia a ojos del monarca marroquí, o no lo es tanto como su padre.

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