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La venganza de Juncker contra el Reino Unido es un señor francés llamado Barnier
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"No podría existir un nombramiento peor"

La venganza de Juncker contra el Reino Unido es un señor francés llamado Barnier

El antiguo Comisario de la UE para Mercados y Servicios Interiores, Michel Barnier, ha sido nombrado encargado del Brexit por la Comisión Europea. Londres lo considera casi una declaración de guerra

Foto: Michel Barnier, en su época como Comisario de la UE para Mercados y Servicios Interiores, en septiembre de 2014 (EFE)
Michel Barnier, en su época como Comisario de la UE para Mercados y Servicios Interiores, en septiembre de 2014 (EFE)

“Cada vez que [los ingleses] tengamos que decidir entre Europa y el mar abierto, siempre elegiremos el mar abierto. Cada vez que tengamos que decidir entre usted y Roosevelt, yo siempre elegiré a Roosevelt”. La frase se la dijo Winston Churchill a Charles De Gaulle el día antes del desembarco de Normandía. Al francés se le quedó grabada y, años más tarde, cuando Reino Unido pidió su adhesión a la entonces Comunidad Económica Europea, se negó a aceptarles en el club. Dijo “no” no en una sino hasta en dos ocasiones. La primera en 1963 y la segunda en 1967.

Sí, en efecto. Las relaciones entre Londres y París nunca han sido las más cordiales. Las tensiones vienen de lejos y, por este motivo, el nombramiento del francés Michael Barnier por parte de la Comisión Europea para llevar a cabo el Brexit ha sido valorado en la capital británica como una auténtica declaración de guerra. En definitiva, aún no se ha solicitado el artículo 50 para iniciar formalmente el divorcio, pero el ánimo entre los aún cónyuges no vaticina una separación amistosa.

Entre otras cosas, porque Barnier es ya un viejo conocido en la City, donde le consideran enemigo público a raíz de sus intentos por regular los servicios financieros tras la última crisis global. Sus propuestas entonces como comisario en Bruselas para restringir los bonos de los banqueros encontraron el rechazo frontal del que fuera 'chancellor' George Osborne y fueron incluso ridiculizadas en 2011 por la Confederación de la Industria Británica (CBI, por sus siglas en inglés) que las tacharon como “producto muy inadecuado del Laboratorio Barnier”.

Ya entonces intentó trasladar las actividades a la zona euro y a nadie se le escapa que ahora Francia está dispuesta a sacar el máximo rendimiento posible ante el previsible declive del que se considera hoy pulmón financiero de Europa. “No podía existir un nombramiento peor”, confiesa desde el anonimato un alto directivo de la City. “Es increíblemente provocativo. Sin duda alguna es una venganza en toda regla de Juncker hacia el Reino Unido”, apostilla.

Por su parte, el Ejecutivo británico tampoco ha podido reaccionar con mayor frialdad. Es más, el comunicado oficial publicado por Downing Street ni siquiera llega a mencionar su nombre. “Esperamos con interés trabajar con los representantes de los Estados miembros, el Consejo y la Comisión para garantizar una salida ordenada del Reino Unido de la UE”, se limitó a decir un portavoz de la residencia oficial de Theresa May, quien continúa su gira europea para allanar precisamente el camino de cara a un divorcio que, como pronto, podría comenzar a tramitarse a principios del próximo año.

​Davis vs Barnier, lucha de titantes

Destacar, por cierto, que en la parada en París, Francois Hollande advirtió a la nueva Dama de Hierro que si Reino Unido se tiene que ir, “cuanto antes sea, mejor”. La complicidad que la líder 'tory' había demostrado el día anterior con Ángela Merkel en Berlín -plaza que eligió como primera visita al extranjero- se desvaneció nada más entrar al Palacio del Elíseo el 20 de julio.

Claro que la nueva primera ministra británica tampoco ha elegido a un hueso fácil de roer para llevar a cabo las negociaciones. Barnier tendrá que tratar directamente con el gran euroescéptico David Davis, ministro del Brexit, una nueva cartera creada para la ocasión. Lo cierto es que ambos ya se conocen. Barnier fue ministro de Europa en 1996 y Davis ocupó el mismo puesto para el entonces Gobierno de John Major. Las malas lenguas aseguran que, desde entonces, no guardan precisamente una bonita amistad.

Fue entre 1994 y 1997 -coincidiendo con las discusiones de las ampliaciones de la UE y la OTAN- cuando el británico forjó su gran euroescepticismo. En sus primeras declaraciones como ministro ha dejado caer que Londres podría bloquear la permanencia en el país de los ciudadanos comunitarios que lleguen antes de que formalmente se produzca el divorcio con Bruselas. “Tal vez tengamos que plantear que ese derecho solo se aplica a los llegados en una fecha determinada. No obstante, tendremos que tomar decisiones basadas en la realidad, no en la especulación”, declaró. Pese a todo, se ha comprometido a obtener un “acuerdo generoso” para los comunitarios que residen en suelo británico y para sus compatriotas que viven en algún país de la UE, entre ellos Francia.

En un intento por calmar los ánimos, el nuevo ministro de Exteriores británico, Boris Johnson, eligió este jueves precisamente París como su primer destino internacional para reunirse con su homólogo Jean-Marc Ayrault, uno de los más críticos con su nombramiento como jefe de la diplomacia británica. Durante la campaña previa al referéndum del pasado 23 de junio, Ayrault acusó al polifacético político de mentir. “Sabéis bien cuál es su estilo”, afirmó. Sin embargo, durante la rueda de prensa conjunta, el 'tory' intentó pasar página y, en francés, dijo que, pese al Brexit, quería que ambos países continuaran como “aliados y amigos”… si es que alguna vez lo han sido. El problema ahora es hasta qué punto sus tensiones van ahora afectar al nuevo destino del bloque comunitario.

“Cada vez que [los ingleses] tengamos que decidir entre Europa y el mar abierto, siempre elegiremos el mar abierto. Cada vez que tengamos que decidir entre usted y Roosevelt, yo siempre elegiré a Roosevelt”. La frase se la dijo Winston Churchill a Charles De Gaulle el día antes del desembarco de Normandía. Al francés se le quedó grabada y, años más tarde, cuando Reino Unido pidió su adhesión a la entonces Comunidad Económica Europea, se negó a aceptarles en el club. Dijo “no” no en una sino hasta en dos ocasiones. La primera en 1963 y la segunda en 1967.

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