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Ataques en Kazajistán, revuelta armenia, golpe turco... Rusia, rodeada de problemas
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"las fronteras están debidamente garantizadas"

Ataques en Kazajistán, revuelta armenia, golpe turco... Rusia, rodeada de problemas

Las turbulencias en el "extranjero cercano" ha hecho saltar las alarmas en Moscú. La inestabilidad sacude los confines del país por razones compartidas por varios de sus vecinos

Foto: Disturbios en Ereván, la capital de Armenia, en apoyo de un grupo armado que tomó una comisaría de policía, el 20 de julio de 2016 (Reuters)
Disturbios en Ereván, la capital de Armenia, en apoyo de un grupo armado que tomó una comisaría de policía, el 20 de julio de 2016 (Reuters)

El despacho de Vladimir Putin en el Kremlin tiene vistas a un paisaje tranquilo. Sólo los coches acelerando por el puente Kameny (el Puente de Piedra) perturban algunas veces un silencio que no se corresponde con las turbulencias que se viven estos días en las fronteras de Rusia. Hasta hace una semana sólo la vecina Ucrania obligaba a mantener la guardia alta día y noche. Pero la pasada semana fue Turquía la que hizo que sonasen los teléfonos en los ministerios hasta altas horas de la noche. El líder turco, Recep Tayyip Erdogan, ha pasado en pocos días de verdugo a víctima en los medios de comunicación rusos. Tras pedir disculpas por fin por el derribo de un caza ruso el año pasado, el intento de golpe de la semana pasada puso durante unas horas su poder en entredicho.

260 muertos y unos 1.500 heridos suponen un precio muy alto y un toque de atención. Desde sus interminables fronteras, Rusia ha visto muchas revoluciones portadoras de desestabilización como para alegrarse de las revueltas en casa ajena, por muchas diferencias que se hayan tenido en el pasado. "El derrocamiento del Gobierno legítimo hubiera provocado una tragedia dentro de Turquía y una mayor agudización en la zona", ha dicho la portavoz del Ministerio de Exteriores de Rusia, María Zajarova. "Rusia no quiere una Turquía inestable, es demasiado grande, está demasiado cerca, hay islamistas que pueden desestabilizar ese sector", explica Alexander Baunov, del Centro Carnegie de Moscú.

El pasado 17 de julio, al amanecer, los teléfonos de la monumental torre 'estilo Gotham' que alberga el Ministerio de Exteriores volvieron a sonar. De nuevo agitación en lo que los rusos llaman "el extranjero próximo" cuando hablan en su lengua: estaba en marcha un 'mini golpe' en Armenia. Un grupo armado irrumpió en un cuartel policial en la periferia de Ereván y tomó rehenes exigiendo liberar al detenido opositor radical Yirair Sefilián, líder de las formaciones Nueva Armenia y Parlamento Constituyente. Está acusado de posesión ilegal de armas y es sospechoso de preparar un complot contra el gobierno. El grupo exige la dimisión del presidente armenio, Serzh Sargsián, y la formación de un Gobierno interino.

"Desde luego, son preocupantes esas turbulencias cerca de nuestras fronteras. Nos obligan a seguir la situación muy de cerca y analizarla", ha dicho el portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov, que asegura que "la seguridad del país y el perímetro de las fronteras nacionales están garantizadas debidamente". A esas horas el Kremlin sabía que al otro lado de los confines rusos había aparecido otro foco más de inestabilidad: Kazajistán. Un grupo de personas armadas atacó un edificio del Ministerio del Interior en la ciudad de Almaty, la segunda capital del país. El atentado dejó seis muertos y siete heridos.

Problemas distintos, razones similares

"Lo que está pasando en Armenia y Kazajistán tiene una naturaleza distinta, pero las razones son similares", explica Ali Hajizade, politólogo. El Kazajistán se trata de islamistas "que el gobierno mantiene a raya" indirectamente provocando la "radicalización". En Armenia la violencia tiene raíces políticas, pero viene acentuada por la "crisis, los límites a la libertad de expresión y a otros derechos civiles". Esta desestabilización, concluye Hajizade, seguirá "a menos que los regímenes de estos países sean capaces de ofrecer un consenso al electorado".

En Kazajistán la violencia con tintes islamistas lleva meses en marcha. Las fuerzas de seguridad kazajas detuvieron a principios de este mes a seis extremistas durante una operación en la región de Karaganda. Todos ellos eran ciudadanos de Kazajistán y planeaban atentados en la zona. "Planeaban atacar la unidad militar rusa e irse luego a Siria", ha dicho a RIA Novosti una fuente cercana a las fuerzas de seguridad de Kazajistán. Un mes antes, el 5 de junio, varios hombres armados irrumpieron en dos tiendas de armas en Aktobe y luego embistieron con un coche que habían secuestrado una unidad militar, abriendo fuego contra todo el que veían. Aquellos ataques se saldaron con ocho muertos.

Rusos y kazajos han sentido en sus carnes el bajón de los precios del petróleo. También los armenios, pues están conectados a la economía rusa. Tanto Rusia como Kazajistán son países con líderes sin una alternativa clara ni una sucesión fácil, recuerda Alexander Baunov. Putin y Erdogan, además, tienen otras similitudes: "Ambos comparten su desconfianza hacia los valores europeos, su enfoque conservador y la creencia de que Occidente ocupa demasiado espacio político", explica este analista, que en el pasado trabajó durante cinco años en el Ministerio de Exteriores de Rusia.

El portavoz del Kremlin ha dicho que Moscú "quisiera que los Estados vecinos fueran estables, prósperos y predecibles". Pero con la crisis del petróleo, el pulso islamista y la inmadurez de los sistemas políticos circundantes, Rusia sabe que tendrá que seguir vigilando desde su ventana durante mucho más tiempo.

El despacho de Vladimir Putin en el Kremlin tiene vistas a un paisaje tranquilo. Sólo los coches acelerando por el puente Kameny (el Puente de Piedra) perturban algunas veces un silencio que no se corresponde con las turbulencias que se viven estos días en las fronteras de Rusia. Hasta hace una semana sólo la vecina Ucrania obligaba a mantener la guardia alta día y noche. Pero la pasada semana fue Turquía la que hizo que sonasen los teléfonos en los ministerios hasta altas horas de la noche. El líder turco, Recep Tayyip Erdogan, ha pasado en pocos días de verdugo a víctima en los medios de comunicación rusos. Tras pedir disculpas por fin por el derribo de un caza ruso el año pasado, el intento de golpe de la semana pasada puso durante unas horas su poder en entredicho.

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